Hay gestos que delatan a las personas. Y Norberto Luis Romero, siguiendo el ejemplo de José Joaquín Beeme, ha decidido unir arte y literatura en ediciones no venales, plaquetas de cinco ejemplares de alguno de sus relatos.
Arte como regalo y como símbolo. Arte como objeto, agradecimiento, festividad de la amistad y la palabra. Arte contracorriente y al margen en esta edad bárbara -como la ha definido Ramón Acín- encerrada en lo banal, lo perecedero, la modernidad virtual y el exceso de velocidad.
Contra eso Norberto Luis Romero y sus manos. Hilo, cartulina, papel y tijera. Gesto, locura, papiroflexia. Libros mínimos hechos a mano; objetos raros, singulares; fortuna sin precio para poner a salvo de la avaricia de Lucas Corso y todos los mercenarios bibliófilos.
Gesto y forma; papel y símbolo. Creación multiplicada por dos. Doble valor: objeto y contenido. El objeto excepcional creado por Norberto como guarida personal para un relato suyo: “La siesta obligada”.
Forma e idea: Un relato conformando un cuerpo único. Libro en singular. Relato como reedición personal, rescate o novedad, pieza fuera de colección, estilo y palabra.
Y Norberto en su “Siesta obligada” que nos lleva a un cuarto en penumbra hasta donde llegan los perfumes y los sonidos que están afuera. A una habitación a oscuras y en silencio donde escucharemos la respiración violenta, ronca y dificultosa de un niño herido y vivo. Con el aliento extraviado en los rincones del techo. Una habitación, caja oscura a la luz de una vela, con el retrato coloreado de una mujer muerta y una Virgen. Y las sombras colándose y meciéndose por las rendijas de los postigos.
Y las palabras de Norberto que nos dejan dentro y nos llevan afuera. Sombra y luz. Dentro, junto al niño y la angustia amenazante de una enfermedad como una tela de araña. Tuberculosis de la que se habla en voz baja y se conoce su tos de agonizante escupiendo sangre. Interior desde el que se escuchan los ruidos del exterior, la vida, la calle, el sol, los gritos de otros niños jugando, crueles cazadores de frágiles mariposas. Sanatorio, valle al norte de aire sano y limpio. Miedo, vuelo, veneno en los pulmones y muerte. Habitación desde la que se oyen las voces de los demás hablando y callando. Interior y exterior aleteando en los sonidos de las palabras de Norberto. Aire espeso, silencio, padres de visita cada seis meses, violetas, jazmines; ratones muertos y chicharras. Angustia de niño vivo que no quiere dormir la siesta de los enfermos. Angustia que gira y se enrosca en las palabras de Norberto. Veneno y miedo, niño vivo que pide que la despiadada araña escoja otra presa para llevarse al fondo de su cueva.
Norberto Luis Romero. “La siesta obligada”. Relato en Plaqueta personal de cinco ejemplares.
http://wwwnorbertoluisromero.blogspot.com/
Arte como regalo y como símbolo. Arte como objeto, agradecimiento, festividad de la amistad y la palabra. Arte contracorriente y al margen en esta edad bárbara -como la ha definido Ramón Acín- encerrada en lo banal, lo perecedero, la modernidad virtual y el exceso de velocidad.
Contra eso Norberto Luis Romero y sus manos. Hilo, cartulina, papel y tijera. Gesto, locura, papiroflexia. Libros mínimos hechos a mano; objetos raros, singulares; fortuna sin precio para poner a salvo de la avaricia de Lucas Corso y todos los mercenarios bibliófilos.
Gesto y forma; papel y símbolo. Creación multiplicada por dos. Doble valor: objeto y contenido. El objeto excepcional creado por Norberto como guarida personal para un relato suyo: “La siesta obligada”.
Forma e idea: Un relato conformando un cuerpo único. Libro en singular. Relato como reedición personal, rescate o novedad, pieza fuera de colección, estilo y palabra.
Y Norberto en su “Siesta obligada” que nos lleva a un cuarto en penumbra hasta donde llegan los perfumes y los sonidos que están afuera. A una habitación a oscuras y en silencio donde escucharemos la respiración violenta, ronca y dificultosa de un niño herido y vivo. Con el aliento extraviado en los rincones del techo. Una habitación, caja oscura a la luz de una vela, con el retrato coloreado de una mujer muerta y una Virgen. Y las sombras colándose y meciéndose por las rendijas de los postigos.
Y las palabras de Norberto que nos dejan dentro y nos llevan afuera. Sombra y luz. Dentro, junto al niño y la angustia amenazante de una enfermedad como una tela de araña. Tuberculosis de la que se habla en voz baja y se conoce su tos de agonizante escupiendo sangre. Interior desde el que se escuchan los ruidos del exterior, la vida, la calle, el sol, los gritos de otros niños jugando, crueles cazadores de frágiles mariposas. Sanatorio, valle al norte de aire sano y limpio. Miedo, vuelo, veneno en los pulmones y muerte. Habitación desde la que se oyen las voces de los demás hablando y callando. Interior y exterior aleteando en los sonidos de las palabras de Norberto. Aire espeso, silencio, padres de visita cada seis meses, violetas, jazmines; ratones muertos y chicharras. Angustia de niño vivo que no quiere dormir la siesta de los enfermos. Angustia que gira y se enrosca en las palabras de Norberto. Veneno y miedo, niño vivo que pide que la despiadada araña escoja otra presa para llevarse al fondo de su cueva.
Norberto Luis Romero. “La siesta obligada”. Relato en Plaqueta personal de cinco ejemplares.
http://wwwnorbertoluisromero.blogspot.com/