lunes, 30 de noviembre de 2009

Días prescindibles

Palabras
como días prescindibles.
Horas en tránsito
insípidas,
transparentes horas.
Palabras propias
envasadas al vacío,
días
sin valor ni memoria.
Paisajes de alquiler
camas de prostíbulo
subsistencia
vapor
pasajero y momentáneo.
La única posibilidad
perfume, palabra,
puerta de atrás
esta vida latiendo ahora.
Mañana
nada
el olvido
la verdad
sangre de amapola.

Poema de Jorge del Frago
Fotografía de Rafael Ricoy

martes, 24 de noviembre de 2009

Gira

Gira
sobre el hilo deshojado del tiempo,
sobre mi propio eje,
contra mi voluntad.
Gira,
sin tocar el suelo
gira,
sonríe, diviértete;
puedes
dejarte llevar,
arrastrado por la inercia
hasta el punto y final.
Gira,
más rápido,
gira,
acelera, vuela,
hasta ver las piedras
desaparecer.
Gira, gira,
cierra los ojos
y olvida
o ábrelos
de golpe
y despídete.
En cada vuelta
un color desordenado,
una mano en el aire
diciendo adiós.
En cada giro
un armario revuelto,
un asiento vacío,
una llave en el buzón.

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Emilio Molins
http://www.flickr.com/photos/7725708@N02/

viernes, 20 de noviembre de 2009

Luz

Tanto velar y tanta pelea; tanta rabia y quimera; tantas noches
enteras, horas ladrando a la luna nueva.
Tanto tiempo maldiciendo, rogando al cielo y al infierno,
tanto esperar y tanto desvelo; tanta sobredosis de deseo.
Tanto aguardar y hoy llega el día.
Y hoy es el día y nada sucede.
Nada.

No hay fuegos de artificio, fiesta, risas, escaleras de incendio;
no hay música, brindis, zapatos por el suelo;
no hay vasos sucios ni botellas vacías,
no hay euforias desatando nudos.
No.
Hoy es el día y nada de eso sucede.

Tantas horas llenando ceniceros;
descerrajando puertas, haciendo piruetas,
inestable autobiografía desafiando
la ley de la gravedad.
Tanta batalla y tanta ruleta rusa
y ahora, llegado el momento,
tan sólo sueño, cansancio, fatiga,
vulgar y pesada ironía
queriendo derribar mis párpados.

Ni un solo aullido ni una borrachera. Ni un corte de mangas ni una nueva
nacionalidad.
Ni una lágrima ni una carta. Ni una bayoneta en la garganta ni una flor
en el ojal.
Nada. Tan sólo nada.
Y nada más.

Hoy debería brillar algún metal.
Hoy debería ser capaz de respirar bajo el agua.
Hoy podría elegir un color nuevo para pintar
el techo de mi habitación.
Ese lugar donde
cada noche brotan ortigas,
malas hierbas, precipicios, pesadillas;
ojeras del día después.

Y en lugar de eso me quedo
quieto y en silencio.
Me siento y observo
la extraña luz en mi ventana.
La extraña claridad que alumbra
esta noche cerrada.

Poema de Jorge del Frago.

Fotografía de Maite Pérez Pueyo.
http://salamandradiamantesdesafiandogravedad.blogspot.com/

domingo, 15 de noviembre de 2009

Tiempo de mujeres


Si estuviera frente a ti no me atrevería. Me quedaría callado. Bien perfumado, pero callado. No me saldría ni una letra. Pero no te veo, y así, a escondidas, resulta muy fácil ser valiente y abrir la bocaza.
Empezaré por los defectos; igual que primero se dan las malas noticias. Un relato me sobra y el final de otro no me gusta.
El que me sobra desentona en el conjunto. Como ir en chándal a una cena de gala. Y el final del otro le quita credibilidad a la historia. En mi casa me oyeron gritar un alto y claro ¡oh, no!, cuando me dí de golpe con él. Y es que el realismo intimista del relato se rompe en pedazos con ese fantasma de sobre sorpresa. Su aparición convierte la seriedad y emoción de la historia en un mal chiste de Halloween.
Lo siento, pero me pediste sinceridad y te la doy. Aunque, te puedo asegurar, que si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.
Ahora los elogios, las buenas noticias. Y te diré que el tiempo no te ha robado un gramo de belleza y sí que le ha dado profundidad a tu escritura. Dos años desde tu “Piel de lagarta” y te presentas igual de hermosa pero con otro vestido y otro perfume. Con tu estilo personal y único, pero más realista, más íntima, más observadora, más sentimental y melancólica. Supongo que tendrá algo que ver con todo el amor que se adivina en tu dedicatoria. Esos recuerdos que se deslizan en dos relatos memorables. Aquella casa con el balcón en ruinas y un nombre escrito en una lápida.
En “Amar en martes” está la Angélica que me conquista con su imaginación y su sensibilidad. Está la que inventa a una Venus rediviva que un día a la semana habla bien clarito y llama a las cosas por su nombre y también la Angélica que habla de piedad y perra vida. De los débiles, los sin suerte y los vagabundos. Está la Angélica que ya conocía de antes de las metáforas deslumbrantes y los monólogos teatrales y una nueva Angélica que me emociona balanceándose en una mecedora en el salón de una casa sola.
Está la Angélica de la carcajada y el surrealismo típico de Leuret que bebe gin-tonic en un botijo con una Angélica que habla de la herida dolorosa que dejan la muerte y la ausencia.
La Angélica de las historias de catalepsia y mujeres diabólicas al estilo Clouzot con una Angélica que hace protagonista de sus relatos a los "seres insignificantes que pueblan a escondidas la tierra".
Una nueva Angélica que hace protagonistas absolutas de todos sus relatos a las mujeres. Mujeres descaradas y tímidas, mujeres valientes y heridas, fuertes y débiles, mujeres vivas y mujeres muertas. Mujeres a las que echar de menos cuando "pesan más las ausencias que los zapatos".
Conversaciones de mujeres a dos voces en un bar, soliloquios de mujeres en velatorios, cementerios y conciertos de música clásica hablando de amor y diciendo verdades como puños. Conversaciones entre mujeres; intimidad, recuerdos, sueños, dudas, desilusiones, secretos y sentimientos de mujeres.
Sí, es verdad; si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.

Angélica Morales, “Amar en martes”. Libros Certeza. Zaragoza, 2009.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Esperándote

Así soy
y así sobrevivo,
esperando el arañazo,
el cepo de tu lazo,
la cruel intermitencia
de tu compasión.
Soy así
furtiva pieza de caza,
tregua de entreguerras,
capricho de entretiempo,
juguete de ocasión.
Soy así,
sístole y óxido,
vegetal y huérfano,
sedimento
caminante,
lunático impaciente
esperando el mordisco
la pedrada,
el descalabro,
tu arrebatada maniobra
de resucitación.

Soy así.
Aquí estoy.

Esperándote.

Dime,
¿vendrás hoy?

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Rafael Ricoy
http://ricoy.50webs.com/

martes, 10 de noviembre de 2009

180 grados

Podría
quedarme quieto;
callarme, esconderme,
dejar
de mirar atrás.

Podría
abandonar,
renunciar a jugar la prórroga,
morir lentamente,
cada día un poco más.

Podría
sentirme satisfecho;
comer, dormir,
viajar
una vez al año
y verlo todo
en rosa y verde;
colores para un ajuar.

Y podría
así
de golpe y sin avisar
dejar de pagar
ahora
la factura de la luz.

Aunque
también podría
desmontar ésta mesa de pésame,
desenganchar el vagón de cola
y jugar de farol.
Inventar mi propio país,
amaestrar demonios,
abecedarios y úlceras,
y probar si es cierto
eso que algunos dicen,
que es posible dar
un giro de 180 grados,
triple salto hacia delante,
escapar sin volver atrás.

Poema de Jorge del Frago.

La fotografía es de Vicente Guerrero.
http://bizen99.montondejiloca.com/

domingo, 8 de noviembre de 2009

Curiosidad


Óscar Sipán nos lo cuenta en la contraportada: “El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define Tornaviaje como lo que se trae al regresar de un viaje. En los años que llevo escribiendo, de mis escapadas a los pueblos y rincones de Aragón, siempre he procurado volver con anécdotas o pequeñas historias olvidadas”.
Y después de leer "Tornaviajes" decidí tirar al contenedor de papel los libros de texto y memorizar la cita de Unamuno que Sipán nos recuerda: “No existe la Historia; sólo existen historias”.
"Tornaviajes" es un latigazo contra los tiempos modernos. Televisión y esperpento. Demasiada prisa y demasiado patinaje sobre hielo. Superficie y velocidad. A Óscar, sin embargo, le interesa todo lo que no se ve en el Telediario. La trastienda en lugar del escaparate. El tramoyista, el apuntador en lugar del actor principal.
Las almas inquietas son así. Apasionadas, vehementes, curiosas.
Supongo que todo proviene de la mirada. Del asombro. De encontrarse con un cuadro, un dibujo, una noticia en el periódico, un nombre en un libro.
Las almas curiosas son así. Se fijan en lo que a otros pasa desapercibido.
Descubrir el hecho, el dato que nos conmueva. Descubrir el personaje y querer saber más. Y empezar a bucear en un océano de papel. Convertirse en biógrafo accidental de ese hombre que está sentado en la segunda fila, el que sale en la foto detrás, alargando el cuello. Sin nombre junto a la estrella.
La anécdota tiene más fuerza que un mamotreto de quinientas páginas. La anécdota se recuerda mejor. Pesa menos y cabe en un bolsillo del pantalón.
"Tornaviajes" guarda “historias minúsculas o desconcertantes o secretas o importantes o enrevesadas”. Y de eso se trata.
Del primer intento de secuestro aéreo acaecido en Zaragoza el 7 de enero de 1970. De los “Endemoniados” en Jaca y brujas en Aragón. De los Spaghetti-western rodados en el Bajo Cinca y los Monegros y de nombrar a actores como Fernando Sancho uno de los grandes secundarios del cine español. De una historia subterránea del “Duende de Zaragoza”. Poltergeist aragonés y socarrón de 1934 y de un famoso vidente: Tomás Menés.
Pedro Ara Sarría, doctor en medicina y famoso embalsamador que recibió el encargo del general Perón de embalsamar el cuerpo de Evita.
Albert Einstein que disfrutaba de la soledad y decía “No tener talentos especiales, pero sí ser profundamente curioso”. El ladrón de arte Erik el belga y su expolio a la Roda de Isábena. Nieves Ruiz, maquilladora de estrellas de cine y que vive en Almonacid de la Sierra, pueblo de la comarca de Valdejalón.
Josephine Baker, famosa cantante y bailarina, que estuvo en Aragón en 1930 y regresó en 1973. Y que sirve para recordar a Raquel Meller que triunfó en el Paris de los locos años 20.
José Blasco, Santacana, representante de artistas famosos que terminó sus días trabajando de limpiabotas.
El pintor vibracionista Rafael Barradas, que residió en Luco de Jiloca (Teruel)
María Pilar Izuel, una de las primeras mujeres taxista de España y que era taxista en Canfranc y que llevó a un periodista ruso durante la Universiada de Jaca en 1981 a Francia para pedir asilo político.
Y el “Libro verde” un best-seller aragonés de 1507 envuelto en misterio, asesinatos y política, que era un libro prohibido que se divulgo por medio de copias secretas y fue perseguido por el Santo Oficio.
Notas a pie de página. Obituarios. Periódicos viejos. Programas de radio. Recuerdos. Personas. La rara virtud de saber escuchar.
Detrás de las grandes estrellas de cine, de esos nombres que salen en las enciclopedias, existen maquilladoras por las que nadie suspira sentado en la butaca del cine. Existen secundarios que sirvieron para recibir disparos y morir con mucho realismo. Películas que recibieron premios de la Academia de Hollywood rodadas en pueblos aragoneses escritos con letras pequeñas en los títulos de crédito.
Personas corrientes que podrían contarnos que aquel día, cuando aquella dama de leyenda, aquel premio Nobel o aquella artista mundialmente conocida estuvieron en Aragón, ellos estaban allí y pudieron verlos. Aquel día que una parte de la Historia pasó junto a ellos.
Óscar Sipán, “Tornaviajes”. Tropo Editores. Zaragoza, 2006. Ilustración de cubierta de Óscar Sanmartín.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Cruzando puentes, atravesando desfiladeros

Uno va conformando poco a poco sus refugios. Sus islotes, sus pasaportes. Lugares donde cobijarse y dejar de sentir vértigo y frío en pleno agosto. Salvavidas de papel.
Voy acumulando en una balda de mi biblioteca los libros que salvaría de un incendio. Esa treintena que metería en una bolsa y con la que saldría huyendo escaleras abajo. Salvoconductos que me librarán de morir de inanición y vacuidad.
Alguien dirá que soy un exagerado. Y tendrá razón. Pero me conozco y sé que soy un tipo cobarde y débil, un mendigo que necesita arropase con papeles manchados con las letras que le producen consuelo. Tener mi propio cofre mágico, igual que Andrés Trapiello fabricó su propia “Arca de las palabras”, mi propia enfermería, un lugar al que acudir para encontrar párrafos con los que poder curar mis estados de ánimo y sus arañazos.
Y descubrir palabras nuevas para añadir a ese cofre. Una palabra que sea ganzúa, tragaluz. Una palabra que nunca había oído antes, que me faltaba, que nunca había pronunciado: Recomenzar. Una palabra que es una contraseña.
Y Fernando me hace asomarme a lo que soy. A los viajes hechos, a las fantasías que se cumplieron, a lo inútil, a las transacciones, a los engaños, a lo grotesco, a los temores. A lo que está oculto pero permanece ahí. A libros y poetas desconocidos A lo que he sido y a lo que nunca seré.
Y me siento ridículo y abrumado. Pero también me siento acompañado. Contemplo menos turbio mi reflejo.
Y descubro palabras guardadas en algún rincón del silencio. La forma exacta de nombrar algunos presentimientos. Me siento liberado de un peso indefinible. Y las palabras de Fernando se convierten en contrapeso. En barra de equilibrista.
Cada uno buscamos un tono, una medida, un color favorito, una temperatura. Un lugar secreto donde escondernos y buscarnos.
Vuelvo a sentirme afortunado. Porque en poco tiempo he descubierto los refugios donde guarecerme del viento y las tormentas cotidianas. De las dudas que me asaltan a mano armada al doblar la esquina.
Ya no haré viajes en solitario. Tan sólo pequeños instantes de soledad. Treguas, tiempos muertos que son de saldo, lo que nadie necesita o quiere, minutos de chamarilero, como objetos defectuosos en el puesto de un trapero.
Ya no cogeré trenes y aviones en solitario. Pasó mi oportunidad. No lo hice cuando pude. No lo hice porque era un cobarde.
Ahora debo conformarme con otros viajes, otras búsquedas. Y Fernando con sus palabras me anima a cruzar puentes y atravesar desfiladeros. Esos túneles mal iluminados de las rutinas y las palabras pendientes.
Fernando me muestra las contraseñas para entrar, la forma de saludar y presentarme ante mis acreedores, negociar treguas y aplazamientos, renegociar la deuda, las condiciones, las cláusulas de la rendición y ponerle nombre a los expósitos, a los sentimientos huérfanos, a los abandonos y a los cuadernos cerrados. Aceptar los límites, lo que resulta imposible. A salir a la calle y pasear, hablar conmigo mismo.
"Es cierto que hay viajes que te hacen diferente, distinto. Viajes que nos muestran que la vida puede ser una carta que no llega. Viajes que tienen algo de llave para entrar en un espejo. Viajes para viajar a la conciencia. Y estas notas pertenecen a un viaje en el que están todos esos viajes".
Tan sólo copiaré éste párrafo. Pero será suficiente. Y ahora el juego. Basta cambiar viajes por libros. Y al final, en la última línea decir: Y estas notas pertenecen a un libro en el que están todos esos libros.

Fernando Sanmartín, “Viajes y novelerías”. AMG Editor, Logroño, 2004.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La paz de la verdad

Resulta una coincidencia trágica. En la familia de mi abuela materna se contaba una historia igual que esta de “La dama del Matarraña” pero al revés. Francisco, el hermano mayor, desapareció en el frente de Huesca. Un vecino de su pueblo, comisario político, celoso competidor por el amor de la maestra, vino un día con otros dos y se lo llevó. Nunca regresó. Nunca supieron dónde lo enterraron. Y su asesino nunca volvió al pueblo.
Y recuerdo también a mi abuela decir, con la mirada avergonzada, que en la guerra se hicieron muchas barbaridades. Ellos y Nosotros. Demasiados muertos. Demasiado odio.
Me siento afortunado por no haber vivido aquel horror. Haber crecido sin rencores. Sin heridas. Sin quemaduras. Y estoy convencido que lo peor de aquella maldita guerra vino después, cuando no se quiso la paz, la piedad ni el perdón. Que en lugar de eso se quiso la revancha, la humillación, la crueldad.
No creo en los maniqueísmos. En el blanco y negro. Tampoco en la descontextualización de la historia. Y esta novela quizás resulte un mensaje demasiado simple. Basta leer a Eladio Romero y su “Guerra civil en Aragón” para saber de un Alcañiz de ida y vuelta. Unos primero otros después. A Gil Novales y su “Mientras caen las hojas”, a Amaro Izquierdo y su “Belchite” y a Ignacio Martínez de Pisón y “Enterrar a los muertos”. Crueldad. Cobardía. Venganza. Hombres convertidos en bestias.
Pero la verdad se hace necesaria. Todo hombre la merece. Y siempre nuestra obligación está en conocer, escuchar y respetar el dolor que nace de la injusticia y el asesinato. “La dama del Matarraña” cuenta una historia perfectamente posible en aquella época. Porque la realidad siempre supera a la ficción. Cuenta el dolor incurable de una mujer herida, el esfuerzo y el valor de una familia por encontrar la paz en el único lugar donde se halla consuelo cuando la justicia ya no es posible: la verdad.
Por otra parte “La dama del Matarraña” es también una novela que reflexiona sobre el amor y el sexo. Sobre la relación entre hombres y mujeres. De cómo ha cambiado, afortunadamente, la posición de la mujer. El deseo reprimido de una generación hoy en día superado. La libertad ganada que ha dejado a algunos hombres desconcertados.
Con alguna digresión que considero innecesaria y gratuita, Aguirre nos habla del amor verdadero derrotando a lo banal. Descubrir lo que significa realmente el amor. Encontrar su plenitud. Y del tempo y el esfuerzo necesarios para obtenerlo, conseguirlo y valorarlo. La intensidad de un abrazo.
Y también nos habla del valor de la amistad. De la suerte de encontrar al que nos ayude a comprender, que nos escuche y enseñe. De la sinceridad y la coherencia. Del saber escuchar. Del inmenso valor de la experiencia. De lo que aprendemos del dolor. De la constancia y la voluntad. Del valor de un objeto. Y el consuelo de un poema.

Francisco Javier Aguirre, “La dama del Matarraña”. March Editor, Tarragona, 2009.