martes, 13 de diciembre de 2011

La revancha es un té frío

El argumento de esta novela es inicialmente sencillo: el reencuentro de una mujer, veinte años después, con los que fueron sus compañeros y amigos de la facultad. Pero lo diferente es que no es el típico reencuentro organizado o casual sino una vuelta al pasado provocado al descubrir, leyendo las esquelas del periódico, la temprana muerte de su mejor amiga de entonces.
Así que, sobrecogida por la tragedia y renunciando a todos sus complejos y a su presente imperfecto, a su vida rimando en asonante, decide acudir al velatorio para despedirse de ella, pero también para volver a verle a él; esa herida de aquel tiempo todavía sin cerrar.
Pero ellos tres no eran los únicos. Estaban los demás. Y estarían allí. Y ese reencuentro era precisamente el que más temía. La humillación a tener que admitir ante ellos sus fracasos: “no he terminado la carrera, no me he casado, no trabajo de profesora, no tengo hijos, soy una simple cartera y todavía vivo con mis padres”. Ellos, tan afortunados entonces, serían ahora una prolongación de aquel recuerdo y habrían conseguido todo lo que ella no tenía, lo que ella no era.
Y es precisamente la muerte, como principio y final, lo determinante en esta novela. Es la muerte y todo lo que desvela y provoca. Porque María, en una original estructura narrativa, nos descubre que aquellos que eran presuntuosos entonces “sus vidas de ahora están llenas de mugre y cosas a medias como las demás”.
Nos descubre cómo el tiempo ha transformado aquel futuro por delante; en qué han quedado, cumplidos los cuarenta, aquellas ilusiones de los veinte años. Que “también ellos desean morir lejos de sí mismos y creen que ha habido un error muy grande en alguna parte de sus vidas”. Cómo han alcanzado el éxito literario, si a través del talento o por medio de las relaciones; por conocer a la persona adecuada. Cómo se han vuelto mezquinos, insatisfechos, amargados y falsos por culpa de la ambición personal, las equivocaciones, las decisiones impuestas; la hipocresía y los secretos. Y cómo es precisamente la muerte la que permite una segunda oportunidad, un renacer, un motivo para cambiarlo todo. Es la muerte la que permite la revancha de esos del grupo a los que antes se despreciaba. Un grupo al que se pertenecía de prestado y ahora se regresa. "Entonces era de otra manera, nos tocaba perder. Pero ahora no es como entonces, ahora es distinto, es mejor", ahora toca ganar.
María hace una literatura cercana, reconocible y, sobre todo, que suena de verdad. Y es importante decirlo porque en aquel docudrama: “Vivir cada día”, también se contaba una historia real, pero los personajes se interpretaban a sí mismos y acababan convirtiéndola en un reflejo inverosímil. Sin embargo, María, con su narrativa intimista, sencilla y humana consigue que la vida imite a la literatura; la refleje con su parte de comedia y drama; veamos a los personajes que ha creado de carne y hueso, nos identifiquemos con ellos, sintamos odio, asco, lástima o nos alegremos con su victoria; asintamos ante sus dudas y la lógica de sus temores.
Nos lleva por un camino en el que sonríes cruzando los dedos, con el miedo a que todo se rompa, por el que te agarras con fuerza al destino feliz y sientes el vértigo de lo que no sabes, de lo que no llegarás a saber. Saboreando el desquite, la venganza, ese plato que se sirve frío. Las caras de estupor, los burladores burlados, el cuento chino de la pobre cenicienta hecho realidad. Y en el último suspiro, en la última página, con una insinuación evidente, te regala lo que no esperabas.

“Como entonces” María Frisa. 160 páginas. Primer Premio Narrativa Universidad de Zaragoza 2009-2010. Ilustración de cubierta de David Guirao. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2011.

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