jueves, 27 de octubre de 2011

Efecto dominó

Para aquellos a los que el nombre de Félix Teira no les diga nada esta es una inmejorable oportunidad para descubrir a un excelente escritor. Y reconozco que yo hasta ahora me incluía en ese grupo supongo que porque Félix alcanzó notoriedad en la década de los noventa y desde que en el 2005 publicó su colección de relatos “Sueños de borrachos” no había vuelto a publicar nada. Seis años para reaparecer hoy como una sorprendente revelación. Tanto como para que “laciega.com” le sitúe entre los mejores autores de Aragón y se merezca no pasar desapercibido.
Y es que Félix ha escrito una novela de esas que duelen, golpean la conciencia, escuecen; dejan huella. Una historia con múltiples aristas que parte de una situación demoledoramente sencilla: “Cuando su marido, un brillante ingeniero, se queda en el paro, Marga ve cómo a su desencanto existencial se le une la imposibilidad de compensar sus frustraciones mediante el consumismo”. Pero esta novela no se queda en una simple crítica a una determinada clase social y a su modo de entender la vida; ese hecho es el punto de partida, el detonante; a partir de ahí lo que muestra es lo que esa situación provoca, lo que saca a relucir. La idea que tiene cada uno del matrimonio, las expectativas, lo que cada uno buscaba en el otro: la seguridad económica ella; la posesión triunfante de la belleza él. Pero roto ese equilibrio superficial queda saber cómo reaccionamos ante la adversidad, cómo nos afecta, y, sobre todo, hasta dónde puede llegar a arrastrarnos. Cómo una decisión equivocada y tomada por despecho en un momento de desesperación puede tener un devastador efecto dominó y las consecuencias que produce. Porque esta historia contemporánea que transcurre en una Zaragoza coetánea es una historia personal y dual que se transforma en colectiva. No sólo por la víctima y su autodestrucción sino por los heridos, los acompañantes, las vidas afectadas por su onda expansiva. Marido, hija, padre, amigos. Óxido que pudre las entrañas y acaba dejando que la muerte sea la oportunidad para iniciar una nueva vida pero con el remordimiento de la culpa y la verdad como único superviviente.
Novela colectiva en la que somos nosotros y lo que nos rodea. Nuestros actos influenciados por los demás; los demás afectados por nuestros errores.
Novela de amistad verdadera y falsa. Amistad sincera y aquellas viejas amistades de juventud que se mantienen por inercia y que llegado el momento demuestran que no son más que unos auténticos hijoputas que se burlan y dan asco y vergüenza ajena.
Novela que habla de padres e hijos. Retrato y autorretrato de dos generaciones. Novela personal y colectiva que sorprende por la velocidad de la narración construida sobre unos diálogos que le dan una agilidad magnética. Diálogos con la ventaja de su dinamismo y el inconveniente en algunos momentos de la entonación: el lector es uno y se pierde en las voces cruzadas de los diferentes personajes que resultarían perfectas interpretadas en una película. Diálogos que en algún momento tropiezan en la sobreactuación de si mismos y que en otro resultan un tanto retóricos o afectados; pero que representan intensamente la emoción de cada uno de ellos: la ironía, el escepticismo, la frivolidad, el arrepentimiento, la nostalgia, la crueldad y la culpabilidad; y que son la banda sonora de la puesta en escena de esa estremecedora carcoma que avanza imparable devorando todo a su paso y dejando una huella imborrable.

“laciega.com”. Félix Teira. Editorial Funambulista. Madrid, 2011.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Relatos en Interferencias

El viernes, 28 de octubre, a las 21,30 hrs, en Interferencias, c/Jacinto Benavente, 11, de Zaragoza. Recital de relatos breves. Con la intervención de Marcos Callau, Roberto Malo, Inma Marqueta, Eugenio Mateo y Angélica Morales.

Coordinado por Pilar Aguarón
http://www.aguaron.net/
y la Asociación Aragonesa de Escritores
http://aaescritores.com/

lunes, 24 de octubre de 2011

Presentación de "La luz sepultada"



Mañana, martes, 25 de octubre, a las 19:30 hrs, en la sala de música del Palacio de Sástago, C/ Coso, 44 de Zaragoza. Paréntesis Editorial presenta la novela de Irene Vallejo, "La luz sepultada" .

http://aragonliterario.blogspot.com/2011/09/el-brillo-coagulado-del-sol.html

viernes, 21 de octubre de 2011

Presentación de "Doppelgänger"

Mañana, sábado, 22 de octubre, a las 20: horas, la editorial Jekyll and Jill presenta, en la librería El Pequeño Teatro de los Libros, calle Silvestre Pérez 21, de Zaragoza, "Doppelgänger- ocho relatos sobre el doble + Bonus track".
Asistirán Sergi Bellver, Rubén Martín Giráldez, Miguel Serrano Larraz, Miguel Angel Ortiz Albero, la ilustradora Arantxa Recio y los editores Jessica Aliaga y Victor Gomollón.
La antología Doppelgänger contiene ocho relatos inéditos que tratan el tema de la doble identidad desde diversas perspectivas: los eternos temas de la división interna del yo, la relación entre yo y otro(s), o la fractura inherente al acto creativo son imaginados y relatados con una oscura frescura.
Ocho relatos escritos por: Sergi Bellver (El nudo de Koen), Juan Carlos Márquez (Doctor x), Rubén Martín Giráldez (Prólogo a centauros extirpados), Brian McCabe (Interferencias), Javier Moreno (Una idea Moderna), Francisco Nixon (La espina de pescado), Miguel Ángel Ortiz Albero (Quartet), Miguel Serrano Larraz (Media res). Bonus Track de Álvaro Ortiz, cubierta y paper toy ilustrados por Arantxa Recio.

Jekill&Jill Editores
http://jekyllandjill.blogspot.com/

Librería "El pequeño teatro de los libros"
http://www.teatrodeloslibros.net/

miércoles, 19 de octubre de 2011

Revista Narrativas nº 23

Ya está disponible para su descarga el número 23 de NARRATIVAS. Revista de Narrativa contemporánea en castellano.
En esta ocasión, hemos editado la revista en dos formatos distintos: PDF, como veníamos haciendo hasta ahora, y EPUB, para facilitar su lectura en lectores digitales e iPad.

Este número consta de los siguientes contenidos:

– Ensayo
La fábula del buen escritor y del escritor bueno. Monterroso por sí mismo, por Julieta Yelin
El género gótico en Gustavo Adolfo Bécquer, por Enrique García Díaz
La bibliografía en la investigación literaria, por Chus Sanesteban Iglesias
Jorge Luis Borges o la consolación por su partida, por Jonatan Frías
Las series de televisión y la literatura: modelos narrativos, por Pablo Lorente Muñoz Representaciones crítico-literarias de la memoria cinematográfica mexicana, por Demetrio Anzaldo

– Relatos
Tristán, por Eva Monzón
Jugando a cocinitas, por José Vaccaro Ruiz
Hermandad, por Gilda Manso
Microrrelatos, por Rosana Alonso
Heraldos que la muerte manda, por Jorge Castelli
Soles rotos, por Ana Busquets
Suicidio social, por David Bombai
El baile de los facones, por Daniel Antokoletz
Prosas breves, por Sergio Borao Llop
Ambulancias, por Francisco Díaz
Una pausa en la estación, por Alejandra Darriulat
¿Tiene tarjeta de socio?, por Jorge Decarlini
Cuatro relatos, por Patricia Ramírez
Pensar con la panza llena de gatos, por Jesús Baldovinos Romero
Relatos, por Jesús Esnaola
Un hombre con un ojo entrecerrado y un brazo en cabestrillo, por Roberto Gutiérrez Alcalá Cien doncellas, por Federico Rodríguez Sluismans
Ronaldo, por Salvador Alario Bataller
Mañana, por Lucía Lorenzo
Historias de otros (testamento literario), por Olivia Vicente Sánchez
Ciencia ficción, por Àlex José
El escritor, por Miguel Sanfeliu
La cita estaba agendada, por Pablo A. Roset
Switch, por Luis Topogenario
Relatos, por Carlos Burgos
Correspondencia nicaragüense (X), por Berenice Noir
Dos relatos, por Julio César Toledo
¡Sacalo!, por Pablo Giordano
Microrrelatos, por Marina Montero
En 99 palabras, por Miguel Ángel Molina

– Novela
Concesiones al demonio (capítulo), por Óscar Sipán

– Reseñas
“Padres, hijos y primates” de Jon Bilbao, por Patricia Esteban Erlés
“Llueve sobre La Habana” de José Luis Muñoz, por José Vaccaro Ruíz
“Frío de muerte” de Manuel Nonídez, por José Luis Muñoz
“Erich El Zurdo” de Domingo-Luis Hernández, por José Luis Muñoz
“John Fante. Entre la niebla y el polvo” de Juan Arabia, por Luis Benítez
“La chica con pies de cristal” de Ali Shaw, por Mari Carmen Moreno Mozo
“Los enamoramientos” de Javier Marías, por Pablo Lorente Muñoz
“La luz sepultada” de Irene Vallejo, por Luis Borrás
“Al otro lado del espejo. Narrando contracorriente” de VV.AA, por Pablo Lorente Muñoz
“Concesiones al demonio” de Óscar Sipán, por Luis Borrás

– Novedades editoriales

Revista Narrativas

martes, 11 de octubre de 2011

Sonrisa XL

"Cleopatra odiaba las fiestas de cumpleaños. Su papá, don Federico, era un famoso escritor y, en los cumpleaños de sus amigos, Cleopatra siempre regalaba libros escritos por él.
-Nunca regala juguetes-decían sus compañeros-. ¡Siempre libros!, ¡vaya rollo!
Cuando Cleo entregaba su regalo, el cumpleañero de turno ponía cara de asco, como si hubiese visto una rata, y le tiraba el libro a la cabeza diciendo:
-Qué birria de regalo! ¡Yo quería un coche teledirigido!
Y Cleopatra se sentía fatal, fatal…"
Nada más empezar la primera sonrisa. Porque yo, que no soy famoso ni escritor, siempre regalo libros en los cumpleaños. Y cuando mis hijos entregan su regalo procuro disimular y mirar para otra parte cuando veo el poco interés que el niño demuestra por los libros y lo mucho que se entusiasma por el balón de fútbol o alguno de esos muñecos mutantes del espacio. La culpa no es mía, es que mi padre es raro… imagino que dirían mis hijos si tuvieran que disculparse.
Aunque pienso aliviado que nunca se han opuesto a que el regalo que ellos hacen sean libros (quizás porque soy yo el que va a comprarlos y ellos no lo eligen) y porque, afortunadamente, por ahora ninguno de sus amigos se ha quejado y les ha tirado los libros a la cabeza. Aunque lo espero cualquier día de estos. O también podría pasar que algún padre se quejara, sin decírmelo a la cara, claro; ¿libros?, pues vaya un regalo, si los niños se aburren con los libros, prefieren los videojuegos, ya leen los que les mandan en el colegio…
Cleopatra no quiere volver a regalar libros en los cumpleaños de sus amigos, quiere ser una niña normal y regalar juguetes, pero su padre se niega. "–Un libro es un estupendo regalo, Cleo. Y no digamos si, además, lleva dedicatoria de su autor. Así que no pienso gastar dinero en metralletas de agua, peluquerías de plastilina ni chuminadas parecidas. -¡Pues yo no pienso regalar más libros! Don Federico se encogió de hombros. –Entonces, tendrás que comprar los regalos para tus amigos con el dinero de tu paga. Muy pronto, Cleo se dio cuenta de que se había metido en un buen lío. Su paga semanal era muy pequeña, como correspondía a la hija de un escritor. No tenía ahorrados más que unos pocos euros. Con ellos no podía comprar ni un solo regalo".
Así que tras desechar otras opciones le roba la dentadura postiza a su abuelo y la pone debajo de su almohada para que el ratón Pérez le deje a cambio un montón de regalos. Pero claro, se descubre el pastel a la mañana siguiente cuando el abuelo va a ponerse su dentadura para desayunar…
De nuevo la sonrisa. Porque inmediatamente me acordé de mi abuela, que por las noches también dejaba su dentadura postiza en un vaso y le echaba una pastilla efervescente… por la mañana, al ir al baño, te encontrabas sus dientes junto al lavabo y no sabías si sonreír al verlos, probártelos a ver qué tal te quedaban o poner cara de asco y esconderlos dentro del armarito del baño…
Pero, sin dudas, el mejor momento del cuento de Fernando Lalana y José María Almárcegui es cuando Cleopatra va al rastro a comprar una dentadura de segunda mano para su abuelo y se encuentra con Epifanio Mascatuercas, vendedor de dentaduras usadas: "El tipo miró a un lado y a otro mientras metía la mano en la cartera. Sacó dos dentaduras y les quitó las pelusas con un pañuelo. –Esta perteneció a Julio César –dijo don Epifanio, mostrando una de ellas-. Y esta otra la usaba Napoleón Bonaparte los días de banquete. Con cualquiera de estas dentaduras se puede masticar un ladrillo. Y tienen tres meses de garantía".
A veces dudo de si los cuentos para niños están en realidad escritos para adultos. Si lo humorístico y disparatado de sus historias son entendidas por los niños. Porque yo estaba riéndome a carcajadas con ese disparatado y muy bien retratado vendedor de dentaduras de segunda mano y ellos no entendían porqué me reía tanto, qué era lo que me hacía tanta gracia. Llegué a pensar incluso que mis hijos no tenían sentido del humor.
Aunque luego pensé que de lo que se trata realmente es que los hijos y los padres leamos juntos. Que los niños nos vean reír y sientan curiosidad y entonces tengamos que explicarles qué es una dentadura postiza -porque los míos no han visto nunca ninguna- y contarles que mi abuela tenía una y que se le movía al hablar y al reírse, y que de pequeños le pedíamos que se la quitara y pusiera como si fuera el truco de un mago.
Al final el cuento acaba bien, claro. Y "Cleopatra les regala en los cumpleaños a sus amigos un libro escrito por su padre que a todos les gustó mucho. Y es que sus amigos se estaban haciendo mayores y empezaban a darse cuenta de que un libro es muchísimo más emocionante que un coche teledirigido".
Y es que el mundo está volviéndose cada día más raro.

“Cleopatra y el ratón Pérez”. Fernando Lalana y José María Almárcegui. Ilustraciones de Lluís Filella. Editorial Bruño. Madrid, 2007.

lunes, 10 de octubre de 2011

Del yo y los demás

No tendrán la unanimidad de los poemas monógamos ni la estética –a veces hueca-de los versos sublimes; pero sí, al menos para mí, tienen el valor de ser sinceros; de no querer parecer, hacerse pasar por otro; el lujo de sonar, simplemente, de verdad. Iluso./ Viajero de mil naufragios, estúpido labrador/ de estrellas, ingenuo peón de mis mil derrotas…/ De ser versos heterogéneos, múltiples, esquirlas de los días en las que reconocerse, notas de una libreta, inquietudes convertidas en versos.
Poemas que hablan de los demás hombres y de uno mismo. Aborígenes, versos pegados a la tierra. Hombres que Buscan estrellas de mar./ En ocres pardos./ De lomazas./ Lontananzas secanas./ De hierro y frío. Paisaje compartido, retrato y autorretrato. Existencia y vida propia que es pura contradicción. Que hacen al hombre –y al yo- más humano. Eufórico y triste. Salvaje y domesticado. Hombre que escribe versos como un placebo, que necesita, encuentra consuelo en las palabras y aborrece de ellas. Andan caballos,/ cansan jinetes,/ sobran palabras. Versos que son notas sobre uno mismo y los demás, días de vida y muerte, aborigen de la tierra, continente, Europa azul en la que vivimos mientras el poeta busca caminos entre las zarzas. Labramos letras escuchando el tempero y su rara melodía.
Poemas de Víctor Guíu que a mí me muestran un nuevo lenguaje posible, una mezcla de lo puro y lo cotidiano, de tener lo más característico de la poesía y rechazar su artificio, de ser no sólo su inexplicable belleza sino también la sorpresa de un lenguaje narrativo aplicado al verso. De ahí esa sociología grotesca, poemas para reírnos sin sonrisa de nosotros mismos, para reconocernos (modernamente gilipollas) entre juegos de palabras. Así procedo,/ cumpliendo con el contrato absurdo de vivir. Poemas en los que quizás hay un desencanto vitalista, pero también una denuncia personal, un deseo, algo impulsivo nacido de la indignación Quizás desencantado, pero no por ello mudo ni muerto. “Europa del aborigen” que nos descubren además a Sergio Grao y a Ernesto Jartillo.
Mundo globalizado en el que algunos sólo aletean para perder a merced de los dueños del viento. Poemas del yo y de los demás. Generación 78. Poemas de perplejidad y contra el conformismo. Un poema dedicado a la hipoteca, esclavitud moderna, colectiva e individual; y otro, sueño particular, a la conductora de un autobús interurbano. Poemas que son un diálogo, un juego, una falsa imagen. La fuerza de las palabras, su doble significado. Poemas del ego propio y del ego ajeno, de orondos culturetas hinchados; somos/ estómagos de hambre. Poemas de mi reflejo: Te reflejo, te observo, te miro./ Te encuentro y te detesto,/ y a veces me quiero hasta yo mismo.
Poemas para afirmar sobre si mismo con interrogantes. El único sin vivir es aquel de los necios que no creen en nada, / o creen en todo./

“La Europa del aborigen” Víctor Guíu Aguilar. Colección Resurrección. Editorial Comuniter. Zaragoza, 2011.

Víctor Guíu
http://mestizo.blogia.com/

Colección Resurrección
http://coleccionresurreccion.blogspot.com/

sábado, 8 de octubre de 2011

Félix Romeo

No puedo decir que lo conocía personalmente. Nunca hablé con él. Pero no por eso dejaba de saber quién era. De admirarle y envidiarle sin rencor. Toda una vida dedicada a la literatura.
No puedo decir nada de él. De cómo era, de haber compartido algo juntos. Tan sólo reconocerle que tuvo la fortuna de vivir entregado a lo que más le gustaba, más le apasionaba: leer y escribir. Que era alguien en quien fijarme, alguien del que aprender, querer vivir igual que lo hizo él.
Leí sus tres novelas. Y escribí acerca de ellas. No tengo otra forma para recordarle. No conozco otra forma mejor para vivir.


jueves, 6 de octubre de 2011

Admirar antes de leer

Hay libros de los que se hace necesario hablar antes de haberlos leído. Libros como representación de lo artístico; libros especiales alejados de lo industrial, las reproducciones, las copias sin carácter que escupen las máquinas. Libros sin alma.
Porque se habla mucho de los autores, pero poco o nada de los editores. Y en este caso merece la pena detenerse ante el objeto, admirar el libro antes de empezar a leer. Merece la pena reconocer el trabajo de Jessica Aliaga y Víctor Gomollón en su editorial Jekill&Jill.
Merece la pena contemplar la portada, la imagen, la cara del libro; la que llamará nuestra atención o hará que pase desapercibido, confundido entre la multitud de los libros sin alma. Y en este caso la original y llamativa ilustración de la cubierta de Arantxa Recio conseguirá su primer propósito y hará que nos fijemos en el libro. Una decisión que no es sólo cumplir con una regla de mercadotecnia sino una apuesta por reconocer y llevar hasta los libros el diseño gráfico y artístico, algo inusual y anticonvencional.
Merece la pena mirar y tocar el sólido papel verjurado de la cubierta, rugoso al tacto, troquelado, que se ha convertido en la marca personal de la editorial Jekill&Jill. Merece la pena abrir el libro y encontrarnos con las guardas de papel rojo y estrellado que son el detalle de un encuadernador artístico, algo que nadie hace desde que los detalles fueron sustituidos por las fotocopias en blanco y negro.
Y como detalle final el Bonus Track: {due} un pequeño cómic a modo de epílogo gráfico de Álvaro Ortiz incluido en el libro.
Pero al igual que hicieron en “Un día me esperaba a mí mismo”, junto con el libro hacen un regalo. En el caso de la novela de Miguel Ángel Ortíz Albero era una lámina, un grabado dibujado por Miguel Ángel y que le daba un indudable valor añadido al libro. Un objeto separado pero unido a él. Una bola extra, un dos por uno completamente inusual en estos tiempos de tacañería y vulgaridad editorial.

Pues en este “Doppelgänger” regalan un recortable de papel diseñado por Arantxa Recio y que es una alegoría física del doble. Una caja de dos caras, siameses unidos por un mismo intestino y una cadena de cromosomas. El libro yendo más allá de la literatura.

En este Aragón de cierzo domesticado por la costumbre resulta una agradable sorpresa el trabajo editorial de Jessica y Víctor.
Jekyll&Jill se sale de lo convencional, igual que anorak, la editorial de Sergio Navarro, apostando por los poemas visuales de Pierre d. la y los diseños de Víctor Montalbán. Nuevos moldes, diferente y atrayente concepto en el que la ilustración y el diseño son importantes, parte indivisible del libro, apéndice de la literatura; regalo para estos tiempos modernos de industria sin alma.

Jekyll&Jill editores
http://jekyllandjill.blogspot.com/
Arantxa Recio
http://www.plastikbanana.es/
Álvaro Ortíz
http://veranomuerto.blogspot.com/

miércoles, 5 de octubre de 2011

Pandilla de locos

Lo más habitual es que un libro te lleve a otro libro. Pero en el caso de “Vive como puedas”, la excelente novela de Joaquín Bergés, sucede que en lugar de a un libro te lleva a una película.
La primera referencia que encuentras está en la solapa: “Vive como puedas” no oculta su guiño a la familia libertaria y anticonvencional de una famosa comedia de Frank Capra de parecido título.
Y la siguiente, ya explícita, está en el texto: “Ve a un videoclub y alquila “Vive como quieras” de Frank Capra, luego vuelve por aquí y hablaremos de la vanidad”. Y ese ya es un anzuelo lo suficientemente atrayente como para picar.
Posteriormente, el protagonista de la novela, da una explicación de la película: “Vive como quieras es el retrato de una familia muy singular compuesta por unos extravagantes miembros que viven por y para sus aficiones, sin someterse a las normas laborales y sociales del sistema. Más bien lo contrario, tratan de alcanzar sus sueños sin preocuparse de si son lo suficientemente prácticos para proporcionarles un medio de vida. Es una película estrafalaria y deliciosa. El final ha llegado ha emocionarme, contagiándome una dosis de fugaz optimismo que por desgracia no he podido compartir con nadie.
Ahora bien, si la película tratara sobre mi familia debería titularse Vive como puedas, porque la voluntad de vivir es inversamente proporcional al número de bocas que dependen de mi sueldo. Y del mío dependen demasiadas como para que la voluntad prevalezca sobre la potencia”.
Y reconozco que esa comparación entre tratar de alcanzar los sueños como medio de vida de los que trata la película y la cruda y corriente realidad de la novela (y mi propia vida) en la que me vi reflejado fue lo que llamó mi atención. Esa posibilidad utópica fue lo que me hipnotizó, se metió dentro de mi cabeza y me hizo buscar información sobre esa extravagante familia. Y lo primero que descubrí es que era una vieja película de 1938. Una vieja película en blanco y negro. Y ese segundo anzuelo, (mi irresistible e irracional atracción por las películas y las fotografías en blanco y negro) me decidió a comprar la película de Capra y a ponerla junto a la novela de Joaquín Bergés, como el pack indivisible de un supermercado.
Y tal y como se cuenta en la novela: “Pues así es. Acabé la carrera y hasta comencé a prepararme para ser pediatra, pero entonces sucedió algo… -¿Qué? –Que vi esa película. Vi cómo Vanderhof le propone al señor Poppins que deje su trabajo de contable y se dedique a fabricar sus pequeños autómatas. Entonces comprendí que no quería ser médico” sucede en la película cuando apenas lleva unos minutos: ¿Le gusta el trabajo que está haciendo? ¿No?, ¿pues porqué lo hace? ¿No le gustaría hacer otra cosa?, ¿hacer lo que quiere, lo que realmente le gusta? Y esa es una invitación demasiado buena como para poder resistirse.
“Vive como quieras” es la historia de una familia singular, anticonvencional, a contracorriente. Una familia de lunáticos, una encantadora pandilla de locos a los que no les interesa el dinero y por la que sientes una simpatía inmediata nada más conocerlos. Su hogar es una casa de acogida, un lugar en el que está permitida la creatividad y en el que se trabaja silbando la melodía de los enanitos de Blancanieves. Trabajaremos, nos esforzaremos y nos divertiremos. Bendita utopía que me hizo recordar la frase subrayada en “Angelitos negros”, la novela de José Luis Galar: “…amigo, divórciese de la utopía. La utopía está bien como amante de juventud, pero no como esposa para toda la vida”.
Y entonces surge la inevitable racionalidad, la cruda realidad. Y la película te resulta una historia ingenua e irreal. Una ilusión que se queda en eso, en una película. Una amable y feliz comedia sobre la fuerza del amor y el valor de la amistad en la que destaca el desprecio por la avaricia, que no es verdad eso de que todo tiene un precio y el dinero todo lo puede. Tal y como se dice en la novela: “Esa película es un himno a unos valores vitales que están en peligro de extinción”.
Pero a pesar de querer obviarla, la utopía se hace demasiado atrayente para negarla, darle la espalda, renunciar a ella; hacer como si no la hubiera escuchado. ¿Y si fuera posible?, ¿y si fuera realizable algo así?, hacer el trabajo que nos divierte, nos gusta, nos hace feliz. Conseguir que el trabajo no se convierta en una obligación ingrata sino en un motivo de diversión y felicidad. Silbar y trabajar. ¿Es eso posible?
Supongo que no hay una respuesta absoluta para esa pregunta. Que es una respuesta condicionada a las circunstancias de cada uno, una respuesta llena de matices, de casuística individual. Sí, pero, ¿por qué no?, ¿por qué renunciar?, ¿por qué debemos resignarnos a la condena de un trabajo que no nos proporciona ninguna satisfacción?
Y reconozco que soy influenciable a ese mensaje, a esa utopía; que me gustaría creer que es posible porque yo soy uno más de los muchos que no disfrutan con su trabajo. Tal vez estos tiempos modernos en color no nos lo permitan. Tal vez todo sea demasiado caro. Tal vez sea una ilusión, la quimera de una vieja película sentimental en blanco negro. O tal vez deberíamos pensar en nuestra codicia. En todas esas falsas o superfluas necesidades que nosotros mismos nos hemos creado para tapar nuestra desdicha. En que no necesitemos tanto para vivir y no nos hayamos dado cuenta; o que nunca nos hayamos parado a pensar en eso. Vivir con menos pero disfrutando. Y eso es de lo que precisamente trata la novela de Joaquín Bergés y la película de Frank Capra.
Sí, ¿por qué no? Me gustaría verme así, divirtiéndome con mí trabajo. Formar parte de esa pandilla de locos que ganan poco dinero, pero que son inmensamente felices con lo que hacen. Bendito sueño imposible de la vida. Bendita utopía.

Frank Capra. “Vive como quieras”. Jean Arthur, Lionel Barrymore, James Stewart, Edward Arnold. Columbia Pictures, 1938.

Joaquín Bergés. “Vive como puedas”

lunes, 3 de octubre de 2011

El juego, la vanidad y lo que de verdad importa

Leo una colección de relatos siempre esperando. Buscando. Renegando de los defectos, maldiciendo, torciendo el gesto por lo que me parece malo, flojo, mal rematado, ridículo incluso. Pero nunca abandono ni dejo el libro a medias, sigo leyendo y esperando encontrar algo, un destello, un asombro, al menos un relato que redima al autor y de por bien empleado el tiempo.
Leo como si estuviera contemplando un concurso de triples. Tiros que entran y otros que son fallos. Convertido en espectador y en juez al final. Viendo entrar tiros limpios, tiros que rebotan y entran, pedradas contra el tablero, balones que se quedan cortos y ni tan siquiera rozan el aro. Al final, terminado el libro, pasando de espectador a juez repaso las anotaciones: 13 canastas de 22. Y de las trece encestadas cuatro han sido triples y las otras 9 han sido de dos puntos, pisando la línea. Podría ser más de un cincuenta por ciento de aciertos, pero no puedo dar ese porcentaje porque 9 han sido de 2, y como juez debo ser estricto. 4 de 22 es el resultado final.
Leo haciendo un concurso. Y al mirar la contraportada me doy cuenta de que con este “Viento” no se trata de eso. No con este libro. No con él. No con José María Morales.
Conozco al tipo que lanza los tiros. Me mira al otro lado del espejo cada vez que me asomo. No puedo ser juez en este concurso. Los demás son jugadores que no conozco, de los que no sé nada. Puedo objetivamente alabar sus aciertos y criticar sus errores como escritores. Pero no con José María. No porque con él leo sus relatos con la ansiedad del que espera que meta todos los tiros y el tanteo final sea del cien por cien. Porque por él haría trampas, diría que no estaba pisando la línea, falsificaría el acta.
4 de 22. Pero al volver a leer su nombre me doy cuenta de que no se trata de eso. No es eso lo que de verdad importa en este “Viento”.
Le conozco. Puedo ver su cara de felicidad y sincero desdén por ese concurso. Puedo sentir que participa en este juego pero que no pretende lo que buscan los demás en él; que no participa por vanidad sino simplemente por afirmarse; por hambre; por placer; por pura necesidad; por ilusión. Que ha venido a este concurso de estrellas, genios, currantes, alumnos, amantes y dioses no para ganar sino para soñar, recordar, mentir, imaginar, contar, transmitir una emoción. Porque sé que él no llegó hasta aquí empujado por ese pecado que muchos no tratan siquiera de disimular; esa cara que se les pone al oír su nombre por megafonía o escrito en un papel, esa cara de falsa modestia que ponen cuando se les presenta y esperan el aplauso y la ovación que se debe al triunfador.
La vanidad es el pecado más habitual e imperdonable en algunos que escriben. La vanidad transpira entre sus líneas, es un olor que desprenden las palabras, las páginas, los silencios. José María no será el genio, no será el ganador, pero él tampoco lo pretende. Él ha llegado hasta aquí para rendir cuentas consigo mismo, para poder mirarse y no reprocharse la cobardía, no tener que volver a pedir perdón. Para sentirse vivo cada noche que le robó al miedo. Para quemar la fiebre, la obsesión por esa historia que le perseguía.
José María vino a jugar y falló algunas veces, pero también acertó en “Tetraedro” porque un día se tropezó con una historia en la plaza mayor de Salamanca. Se imaginó algo. Vio lo que otros no vieron, lo apuntó en su libreta y quiso contarlo. Quiso demostrarnos que a veces nos equivocamos y que nosotros mismos también imaginamos lo que no es. Acertó en “La ley de la señora La Munia” y nos cuenta lo que imaginó un día, subiendo una montaña, la herida auténtica que deja la amistad perdida. Acertó en “El mecánico del tiempo” porque supo ver la historia que hay detrás de un reloj. En “El Anubis negro” por imaginar una venganza perfecta. En “Tomate(lo)” por volvernos a llevar a Tellerda. En “La pelota de Marauder” por recordarnos aquellas hazañas bélicas de nuestra infancia. En “Embotella-miento” y en “Viento” por hablarnos del amor de una forma diferente. Pero sobre todo acertó de pleno en “Retraso en el almacén” por utilizar perfectamente el tono adecuado en el lenguaje, y en mis tres favoritos: “Juana” y “Nigromancia” por ser, simplemente, fiel a si mismo; por conseguir emocionarme con la historia de esa mujer y su amargo destino de mísera supervivencia, por su irracional fidelidad y porque que a pesar de todo lo sufrido no se resigna y sigue sacando su vida adelante “con un bolso de polipiel verde oscuro en el que llevaba todo lo necesario para vivir”; por ser uno de esos personajes que sólo él sabe ver y contar. Por devolverme en “Nigromancia” en una de esas historias tan suyas la épica y la fantasía de nuestra infancia, un cuentos como aquel “Ivanhoe”, pero que transcurre en el Aragón de la cruz y el árbol de Sobrarbe. Y por “Café de tarde” por la sorpresa de un registro distinto, por la habilidad de una mirada intensa recurriendo a lo cotidiano, atrapando lo desapercibido, imaginando, mezclando realidad y literatura, amistad y ficción, e insinuando una herida.
Por su agradecimiento final, ese viento que le empujó hasta esta orilla de la que nada se espera y todo significa.

“Viento” (22 relatos distintos) José María Morales Berbegal. Edita LiterArt. Cuarte de Huerva (Zaragoza), 2011. 128 páginas. Ilustraciones de Ángel Villar.

José María Morales Berbegal
http://unodetellerda.blogspot.com/