Para aquellos a los que el nombre de Félix Teira no les diga nada esta es una inmejorable oportunidad para descubrir a un excelente escritor. Y reconozco que yo hasta ahora me incluía en ese grupo supongo que porque Félix alcanzó notoriedad en la década de los noventa y desde que en el 2005 publicó su colección de relatos “Sueños de borrachos” no había vuelto a publicar nada. Seis años para reaparecer hoy como una sorprendente revelación. Tanto como para que “laciega.com” le sitúe entre los mejores autores de Aragón y se merezca no pasar desapercibido.
Y es que Félix ha escrito una novela de esas que duelen, golpean la conciencia, escuecen; dejan huella. Una historia con múltiples aristas que parte de una situación demoledoramente sencilla: “Cuando su marido, un brillante ingeniero, se queda en el paro, Marga ve cómo a su desencanto existencial se le une la imposibilidad de compensar sus frustraciones mediante el consumismo”. Pero esta novela no se queda en una simple crítica a una determinada clase social y a su modo de entender la vida; ese hecho es el punto de partida, el detonante; a partir de ahí lo que muestra es lo que esa situación provoca, lo que saca a relucir. La idea que tiene cada uno del matrimonio, las expectativas, lo que cada uno buscaba en el otro: la seguridad económica ella; la posesión triunfante de la belleza él. Pero roto ese equilibrio superficial queda saber cómo reaccionamos ante la adversidad, cómo nos afecta, y, sobre todo, hasta dónde puede llegar a arrastrarnos. Cómo una decisión equivocada y tomada por despecho en un momento de desesperación puede tener un devastador efecto dominó y las consecuencias que produce. Porque esta historia contemporánea que transcurre en una Zaragoza coetánea es una historia personal y dual que se transforma en colectiva. No sólo por la víctima y su autodestrucción sino por los heridos, los acompañantes, las vidas afectadas por su onda expansiva. Marido, hija, padre, amigos. Óxido que pudre las entrañas y acaba dejando que la muerte sea la oportunidad para iniciar una nueva vida pero con el remordimiento de la culpa y la verdad como único superviviente.
Novela colectiva en la que somos nosotros y lo que nos rodea. Nuestros actos influenciados por los demás; los demás afectados por nuestros errores.
Novela de amistad verdadera y falsa. Amistad sincera y aquellas viejas amistades de juventud que se mantienen por inercia y que llegado el momento demuestran que no son más que unos auténticos hijoputas que se burlan y dan asco y vergüenza ajena.
Novela que habla de padres e hijos. Retrato y autorretrato de dos generaciones. Novela personal y colectiva que sorprende por la velocidad de la narración construida sobre unos diálogos que le dan una agilidad magnética. Diálogos con la ventaja de su dinamismo y el inconveniente en algunos momentos de la entonación: el lector es uno y se pierde en las voces cruzadas de los diferentes personajes que resultarían perfectas interpretadas en una película. Diálogos que en algún momento tropiezan en la sobreactuación de si mismos y que en otro resultan un tanto retóricos o afectados; pero que representan intensamente la emoción de cada uno de ellos: la ironía, el escepticismo, la frivolidad, el arrepentimiento, la nostalgia, la crueldad y la culpabilidad; y que son la banda sonora de la puesta en escena de esa estremecedora carcoma que avanza imparable devorando todo a su paso y dejando una huella imborrable.
“laciega.com”. Félix Teira. Editorial Funambulista. Madrid, 2011.
Y es que Félix ha escrito una novela de esas que duelen, golpean la conciencia, escuecen; dejan huella. Una historia con múltiples aristas que parte de una situación demoledoramente sencilla: “Cuando su marido, un brillante ingeniero, se queda en el paro, Marga ve cómo a su desencanto existencial se le une la imposibilidad de compensar sus frustraciones mediante el consumismo”. Pero esta novela no se queda en una simple crítica a una determinada clase social y a su modo de entender la vida; ese hecho es el punto de partida, el detonante; a partir de ahí lo que muestra es lo que esa situación provoca, lo que saca a relucir. La idea que tiene cada uno del matrimonio, las expectativas, lo que cada uno buscaba en el otro: la seguridad económica ella; la posesión triunfante de la belleza él. Pero roto ese equilibrio superficial queda saber cómo reaccionamos ante la adversidad, cómo nos afecta, y, sobre todo, hasta dónde puede llegar a arrastrarnos. Cómo una decisión equivocada y tomada por despecho en un momento de desesperación puede tener un devastador efecto dominó y las consecuencias que produce. Porque esta historia contemporánea que transcurre en una Zaragoza coetánea es una historia personal y dual que se transforma en colectiva. No sólo por la víctima y su autodestrucción sino por los heridos, los acompañantes, las vidas afectadas por su onda expansiva. Marido, hija, padre, amigos. Óxido que pudre las entrañas y acaba dejando que la muerte sea la oportunidad para iniciar una nueva vida pero con el remordimiento de la culpa y la verdad como único superviviente.
Novela colectiva en la que somos nosotros y lo que nos rodea. Nuestros actos influenciados por los demás; los demás afectados por nuestros errores.
Novela de amistad verdadera y falsa. Amistad sincera y aquellas viejas amistades de juventud que se mantienen por inercia y que llegado el momento demuestran que no son más que unos auténticos hijoputas que se burlan y dan asco y vergüenza ajena.
Novela que habla de padres e hijos. Retrato y autorretrato de dos generaciones. Novela personal y colectiva que sorprende por la velocidad de la narración construida sobre unos diálogos que le dan una agilidad magnética. Diálogos con la ventaja de su dinamismo y el inconveniente en algunos momentos de la entonación: el lector es uno y se pierde en las voces cruzadas de los diferentes personajes que resultarían perfectas interpretadas en una película. Diálogos que en algún momento tropiezan en la sobreactuación de si mismos y que en otro resultan un tanto retóricos o afectados; pero que representan intensamente la emoción de cada uno de ellos: la ironía, el escepticismo, la frivolidad, el arrepentimiento, la nostalgia, la crueldad y la culpabilidad; y que son la banda sonora de la puesta en escena de esa estremecedora carcoma que avanza imparable devorando todo a su paso y dejando una huella imborrable.
“laciega.com”. Félix Teira. Editorial Funambulista. Madrid, 2011.
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