viernes, 14 de septiembre de 2012

Romper la hora


Nunca he sido jurado de nada, pero si me preguntaran por el mejor libro editado en Aragón en 2012 diría que este “La hora del recuerdo” de la Editorial Comuniter se merece estar entre los candidatos a ganar ese premio.
       Y se lo merece por la maquetación y el diseño gráfico de Víctor Montalbán de su cubierta. La parte visible, el papel que envuelve el regalo. Contraste, juego y equilibrio de tres colores: blanco, verde y negro. Por el singular tratamiento de la imagen de la portada: perfil recortado en ángulos de la fotografía de Clara Gasqued. Y por la originalidad de su solapa trasera en la que Víctor –saliéndose de lo estándar- ha colocado la fotografía completa de Clara en un tono más oscuro.



Y se lo merece también porque después de sorprendernos con su diseño exterior encontramos en su interior veintitrés magníficas ilustraciones de Álex Mirasol hechas con un bolígrafo Bic. Sí, con un simple bolígrafo Bic.
    Los que ya me conocen saben de mi debilidad por los libros ilustrados. Y en este caso los veintitrés excelentes dibujos de Álex asombran por su técnica pero también por su profundidad, sencillez, pureza y realismo; y porque cumplen a la perfección con su función de acompañar y resaltar el texto y darle así un valor añadido al libro que lo sitúa más allá de la literatura.


Por eso, si me preguntaran, creo que este libro se merece estar entre los candidatos a ganar ese premio.
“La hora del recuerdo” es un poemario de Mariano Estrada Esteban que reúne una colección de poemas que dibujan con palabras la tradición de “Romper la hora” en la Semana Santa del Bajo Aragón: una sola noche al año -la del Jueves al Viernes Santo- en la que en la plaza de algunos pueblos de Teruel el silencio es roto por el estruendo de miles de cofrades tocando al unísono sus tambores y bombos. Ceremonia que todos conocemos y que algunos han acudido a contemplar con fervor y otros como simples turistas curiosos.
Sabemos que cada año se repetirá el ritual y que será igual que el del año pasado. Retransmisión en directo, noticia, archivo fotográfico o video del youtube. Imágenes que mostrarán esa hora rota y su sonido, el fragor y el estallido atronador. Pero esta “hora del recuerdo” es la de la palabra, la del verso, la del poema. La forma en la que Mariano, que vive el ritual desde dentro, nos muestra sus sentimientos; el antes, durante y después; todo lo que para él significa participar en esa tradición heredada de padres a hijos. La larga espera de esa noche de primavera, el reencuentro, “la bóveda sonora del dolor, el cortejo que después continúa su camino por calles y plazas”.
Y si bien los poemas de Mariano se resienten de cierta redundancia, de palabras repetidas, del mismo viento y silencio roto por redobles y golpes; sus versos son otra forma de entender y sentir lo que sucede todos los años y habría que ver una vez en la vida.

“La hora del recuerdo”. Mariano Estrada Esteban. Ilustraciones de Álex Mirasol. Editorial Comuniter y Fundación Cultural del Bajo Martín. 79 páginas. Zaragoza, 2012.

Álex Mirasol
http://alexmirasol.blogia.com/

Fundación Cultural Bajo Martín
http://fundabama.es/

viernes, 7 de septiembre de 2012

Para convencidos e incrédulos


Reseña publicada en el suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón, el jueves 6 de septiembre de 2012.
http://haciaotrasaventurasmashermosas.blogspot.com.es/

Creo que mienten aquellos que se presentan como analistas capaces de explicar el sentido de la poesía. Intérpretes categóricos de su enigma, traductores simultáneos de su ADN, pescadores a mano de peces en mar abierto. La poesía no es algo científico. Hay una parte escurridiza, salvaje, inaprensible, a la vista, impresionista, sensitiva, abstracta e inaccesible. La poesía es simple, subjetiva e irracional seducción. Y eso significa que no toda la poesía lo consigue.
Hay una poesía utilitaria, poesía descriptiva, de juegos florales y cartones de bingo; y hay una poesía del subconsciente y el acto reflejo, poesía torrencial e impetuosa, poesía surreal del realismo, juego del lenguaje y la inversión del objeto, caos y orden, musicalidad y hedonismo, posesión y ensalmo. Ramiro Gairín pertenece a ese grupo sin número de socio. A ese grupo sin generación que, feliz e infectado, acéfalo y voraz, se deja llevar, dominar por las palabras y su abismo reconfortante. Y con él nos arrastra a nosotros. Seducidos, borrachos y lúcidos; el oído y el martillo, la vibración y el oleaje, la anarquía y la canción de cuna, el amor y sus mil maneras de sentir y nombrar.   
Que nadie lea los poemas en prosa de “El mar en el buzón” buscando la lógica, la filosofía utilitaria, la explicación de andar por casa para dejarle tranquilo y seguir consumiendo anestésicos, paracetamol y laxantes. Sus poemas son cadencia, sonoridad, acorde y armonía con la que nos hace sentir una extraña euforia: “No sé extraer los símbolos, escribo lo que veo. Estoy ante el prodigio, no hay lección necesaria, no hay estrellas fugaces ni cometas”. 
Pero si somos espíritus pragmáticos, ateos o agnósticos devotos de Santo Tomás; si somos de los que cuando nos encierran en una jaula necesitamos saber el nombre del animal que va a devorarnos; si somos de los que sólo creemos en la verdad de los poemas que podamos hacer nuestros porque hayamos comprendido (en parte) su significado, incluso si somos de los que queremos utilizar poemas de amor para ligarnos a nuestra vecina de enfrente, en este “mar en el buzón” también los encontraremos. Poemas enteros, párrafos sueltos, una línea, una esquirla, una conjunción; un préstamo, una receptación. Prosa camuflada, armónica para los necesitados de cierta claridad, para los que necesitan sentir el suelo bajo sus pies. Metáforas que son animales domesticados que muerden con dientes manchados de nicotina y café. Ella y su rastro, su perfume, su absoluta presencia; ella como excusa y razón para todo. Las palabras nos pasarán por encima pisoteándonos, morderemos el polvo de su forma y color; su sonido en otro idioma que nos convertirá en insomnes mecidos en su melodía. 
Ramiro Gairín. “El mar en el buzón”. 70 páginas. Ediciones Vitruvio. Madrid, 2012.