martes, 29 de diciembre de 2009

La máquina de la verdad

Lo dejaré claro nada más empezar, Carlos Parrilla es amigo mío. Uno de los mejores, de esos que se cuentan con los dedos de una mano. Una noche me llama y me dice que ha quedado finalista en un premio literario y le van a publicar una novela. Su primera novela. Y yo sentí una sincera alegría. Por él y por todos mis compañeros que jugamos a este pilla-pilla, a este escondite demencial con las palabras.
Y recordé nuestras conversaciones, nuestros temores y dudas acerca de este espejismo imperfecto que es la literatura. Y al leer su novela imagino el descubrimiento que hizo surgir la idea, el largo proceso que la hizo crecer y madurar, la mano invisible que dio cuerda al reloj y puso en marcha sus mecanismos. Las claves personales que hay dentro de esta casa, la sombra que reconozco entre líneas. Y a la vez lo leo sin reconocerlo, asombrado con su talento y creación. Su capacidad en la larga distancia recién descubierta.
Y así trazo dos imágenes enfrentadas. El objeto y su reflejo. El papel y la imaginación. El porqué, la obsesión y la necesidad de la creación. La de un hombre que crea una criatura mecánica capaz de expresar sentimientos y la de otro hombre -mi amigo- capaz de crear otra criatura surgida de su ingenio. El artesano, el orfebre, el escritor.
“La casa del autómata” es la historia de un encargo, un deber, una amistad, un reto y una herida por la que respira la verdad. Una historia escrita con estilo y acento que transporta al siglo XVIII como una máquina del tiempo. Si acaso me perdí entre los laberintos de sus explicaciones mecánicas. Tan sólo en esos momentos le pedí al amigo que abreviara, pasara rápido hasta un nuevo punto en el que volviera a escucharlo con interés.
Pero muy por encima de esos laberintos mecánicos Carlos tiene el talento para hacernos sentir la calma y la humedad, el calor y el frío, la enfermedad y el silencio. Nos traslada a un tiempo perdido en el que desaparecen todas las urgencias del presente. La vida se transforma y surgen otras unidades de medida y valor, otras formas de expresión. El tiempo, la palabra y la escritura recobran su trascendencia y el amor toda su primacía. Y nos habla de ciertas cosas que no han cambiado en dos siglos y que nunca cambiarán: la vanidad humana, la envidia y la soledad, los prejuicios, la ignorancia, la miseria, las diferencias sociales y los ecos devastadores de la guerra. Y otras cosas que, por suerte, permanecerán siempre: la amistad, el dolor de las despedidas, la comprensión y el recuerdo.
Carlos Parrilla nos enseña la capacidad que tiene el hombre de transformar, crear y destruir. Hacer surgir de algo inanimado algo que refleje la vida. El valor que encierra un objeto: un muñeco de madera y alambre o unos pliegos de papel encuadernados. De los secretos que están detrás de algunos actos que juzgamos extravíos. La duda de si somos todos, en cierta manera, autómatas. Y la certeza de que los sentimientos son lo único que nos diferencia de las máquinas y la necesidad de recordarlo y dejarlo por escrito.

Carlos Parrilla Alcaide. “La casa del autómata”. Junta de Castilla y León, 2009.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Fotografías de Binéfar
















Esta serie es parte de mi retrato personal e incompleto de Binéfar. Un verano de hace cinco años. Con cámara analógica y escaneadas.
En http://andan-dos.blogspot.com/ podeis ver las de José Luis. Mucho mejores que las mías.




sábado, 26 de diciembre de 2009

Poemas para Laura

Cero.-

¿Por dónde empezar?

Quizás por todas
las hojas que he roto
borracho de nada
hasta llegar aquí.
Por todas las noches
que tu eco invisible
se ha quedado despierto
viviendo en el techo
de mi habitación.
Por todas las horas
los días en blanco
tachando los verbos
conjunciones en futuro
primera persona del plural.

¿Hasta cuándo?
¿Hasta dónde?
¿Para qué?

No lo sé.

Viaje de ida y vuelta,
líneas equidistantes,
bala de plata, somníferos
y vasos sin carmín.

Las margaritas se han quedado sin pétalos
y un lado de la cama sin deshacer,
el cenicero lleno de interrogantes
y el calendario sin verano,
primavera, otoño y abril.
Y el teléfono decorando el silencio
y mis ojos naufragando en él.

Poema de Jorge del Frago

La imagen es del grandioso fotógrafo portugués Rui Palha



lunes, 21 de diciembre de 2009

Poemas para Laura

Dos.-

Seguramente
no sirva de nada,
que tan sólo esté dando
vueltas en círculo,
órbita terrestre
alrededor de ti.
Que sirva tan sólo
para aborrecerme,
embarrancar,
quedarme clavado
en el mismo lugar.
En el último día,
la última noche,
el día siguiente
después de ti.

Poema de Jorge del Frago.

Fotografía de Sigfrido González.

http://www.flickr.com/photos/sifro/

viernes, 18 de diciembre de 2009

Exposición de José Joaquín Beeme






Pasión por las cosas bellas

Esta velada está dedicada a un amigo, José Joaquín Beeme, y es siempre hermoso poder hablar de una persona que nuestro corazón ha clasificado entre los amigos. La concordancia, la simpatía, la comprensión que estalló de inmediato entre nosotros, fue ciertamente favorecida por nuestro origen mediterráneo, siendo él español y yo siciliano. Ambos proveníamos de dos realidades que, históricamente, tienen mucho en común: los españoles han dejado su huella en la mentalidad y en las costumbres sicilianas, al igual que los árabes, que han estado tanto en Sicilia como en España. Las raíces compartidas han ayudado a que nos entendiéramos sin demasiadas palabras, haciendo que nuestra relación adquiriese un espesor tal, que se diría que tiene orígenes lejanos en el tiempo.
No es casual que su casa en Angera se llame La Torre degli Arabeschi, el mismo de su aventura editorial-artística, que trae a las mientes las bellísimas construcciones que los árabes han dejado en España. Un signo, una arquitectura que me unía a él, como tantas otras cosas: la comunidad de educación, de latitudes, el pasado que llevamos encima. Había, pues, muchas razones para que la amistad echase a andar con sencillez y naturalidad, incluso muchas ideas en común, que nos permiten pensar que aquélla preexistía antes de nuestro encuentro, como si estuviese en el orden de las cosas.
José Joaquín vino a Italia en 2002, proveniente de Zaragoza, para enriquecer la oficina de publicaciones del Centro Comune di Ricerca que la Unión Europea tiene en Ispra. Italia se ha convertido en su segunda patria y, como buen ciudadano, ha empezado a regalarle los dones de su inteligencia. En estos años no sólo ha estrechado lazos de humanidad, sino que ha dejado traza de su vena creativa en muchas publicaciones que aquí han visto la luz. Recordaré su dirección artística para la asociación Altre Latitudini; los libros-cedé de la serie Il Fiore meraviglioso, tres hasta ahora, editados por la Asociación Nacional de Partisanos, que recogen testimonios de la Resistencia en el Lago Mayor; el libro editado con motivo del 150º aniversario de las Cerámicas de Laveno...
José Joaquín es un personaje poliédrico, pero su cifra estilística está ligada al aspecto gráficoinventivo. Tras titularse en Leyes, siguió cursos de cinematografía enderezando un doctorado en Historia del Cine (de hecho, el Séptimo Arte comparece en sus libros, come sucede siempre que en la vida perseguimos algo con pasión y deleite). Durante muchos años, luego, antes de venir a nuestro país, colaboró en la casa editorial Unaluna —ahora la lleva su hermano— en los planos gráfico y literario.
No todo cuanto ha producido está presente en la Villa Frua, por razones expositivas: considérenlo como una degustación de su obra. Ama estudiar, maquetar, estructurar los textos, y, al igual que otros pocos en Italia como Casiraghy, con su Pulcinoelefante, que también ha expuesto en este atrio, tiene la pasión por los libros de arte, elaborados artesanalmente, uno a uno, en número limitadísimo (no más de 30 ejemplares).
Todavía se apasiona por las cosas hermosas, refinadas, por los materiales usados, por las sensaciones que ofrece la materia misma. Como podrán ver, no hay un librito que se repita o que use los mismos ingredientes. Sus obras son un desafío a la inventiva, una girándola de invenciones gráficas, de colores, de ideas que se realizan: un mundo visto como a través de un caleidoscopio.
Pero no se trata sólo de inventiva; también de pensamiento, reflexión, poesía, porque muchos libros presentan fragmentos de conocidos escritores y también de sus propios textos. En pocos años, han salido de su sombrero de mago casi un centenar de obras, agrupadas en distintas colecciones.
Las vitrinas, ay, “disecan” su trabajo, porque cada libro debería hojearse lentamente, ser observado en sus mínimos detalles, para captar plenamente la idea que lo vertebra y que él desea expresar. Por eso, José Joaquín ha recogido en los cuadros las ilustraciones que figuran en el interior de muchos de los libros.
Termino con un ejemplo. Naufragios es la historia de una persona que, habiendo elegido un barco por casa, ha creado en torno a ella un halo de misterio y de leyenda, una vida marcada por grandezas y desventuras. Cada fotografía se acompaña de poesías (Pavese, Kavafis, Pesoa, el propio Beeme) cuya misión es instaurar entre imágenes y textos una íntima relación, una iluminación. La foto de portada se presta a dos lecturas: el ‘náufrago’ encerrado en su embarcación, capullo donde rumia el tiempo ido, y un hombre cuyos ojos parecen lanzar, con resignada melancolía, un hilo de unión con la especie humana.
Ojalá la inventiva y el estro creativo de José Joaquín Beeme sigan donándonos estos pequeños, preciosos objetos de arte.

Giuseppe Musumeci
Profesor de Literatura e historiador.


Daniel Sancet Cueto publica un cuento infantil

EL ESCRITOR Y CANTANTE DANIEL SANCET CUETO PUBLICA UN CUENTO INFANTIL


17 de Diciembre de 2009.-

El escritor aragonés Daniel Sancet Cueto, también conocido como cantante y compositor del grupo de rock Insolenzia, acaba de ver publicada su última obra: Diaño de Alagón y el medallón robado.
Se trata de un cuento infantil editado en un lujoso formato y en el que Daniel Sancet Cueto comparte autoría con el ilustrador Edu Flores. En él se narra la primera aventura de Diaño, un curioso personaje que llega a Alagón con el objetivo de hacer el bien. La intención es que la historia continúe con más aventuras de Diaño, siempre ambientadas en la localidad zaragozana de Alagón, y en todas ellas se trabajará por la educación en valores.
El pasado viernes 11 de diciembre fue presentado el libro en la Biblioteca de Alagón donde intervinieron los dos autores y Daniel Sancet Cueto leyó el cuento a los numerosos niños presentes.
El libro se puede comprar en librerías o por Internet mandando un correo electrónico a info@impresionesquimericas.com

MÁS INFORMACIÓN

ACR PRODUCCIONES
acr_producciones@insolenzia.es

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Poemas para Laura

Uno.-

Debería alquilar
tu cuarto vacío,
partir
mi cama en dos
mitades perfectas,
acantilado sin puentes;
a un lado
yo,
al otro
insalvable el silencio.
Debería
barrer los rincones,
abrir el desagüe
y hacer una lista
con todos tus defectos.
Disparar
dentro de mi habitación
cohetes de yoduro de plata;
equivocarme
al marcar tu número
y olvidar,
desde hoy,
algunas fechas concretas.
Sí.
Cualquier excusa es buena
para continuar odiándote;
escribir tu nombre y tacharlo,
escribirlo y tacharlo.

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Ana Navarro
http://www.flickr.com/photos/26736169@N02/

jueves, 10 de diciembre de 2009

Miedo

Supongo que se trata de eso. Que la lectura produzca algo. Provoque una reacción. Así que debo reconocer que apenas llevaba cincuenta páginas leídas y sentí el deseo de salir a la calle con un magnum del 44 en la mano y pedirle a un par de tipos que me alegraran el día. Convertirme en justiciero y limpiar de basura las calles.
Pero en cuanto me dí cuenta de que mis manos no estaban diseñadas para aplastar pájaros dejé de montarme películas y la realidad me soltó un golpe bajo y profundo. De esos que te dejan doblado y sin respiración. Y entonces sentí miedo. Pánico. Terror. Me dí cuenta de mi completa indefensión. De mi debilidad. Pensé que estamos en campo abierto frente a depredadores despiadados y voraces. Y que si te encuentras frente a uno suplicarás piedad y saldrás huyendo con los pantalones mojados. Y correrás a encerrarte en tu cuarto y levantarás una barricada tras la puerta. Temblando con cualquier ruido en el pasillo.
“Látex” no es un mero entretenimiento. No es sólo un thriller trepidante. “Látex” es la dolorosa constatación de una amenaza que vive a nuestro lado. Que a diario jugamos a la ruleta de la fortuna sin saberlo. Basta con ver cualquier telediario.
Siete personajes son suficientes para construir un universo salvaje dentro de un barrio. Un violador, psicópata, sádico y asesino. Mujeres víctimas, mujeres maltratadas. Una niña débil y anoréxica. Un adolescente –único testigo- que se encierra asustado en su habitación. Y el líder de una pandilla de delincuentes menores de edad.
Y como escenario un garaje como el de tu casa; un parque como el de enfrente de tu casa: bloques de pisos y calles de barrio como en el que vives; y todo lo que se esconde detrás de lo que parece de lo más corriente y normal.
“Látex” es un recipiente donde puedes ver flotando el aceite sobre el agua sucia. Por un lado lo visible, lo público. Por otro lo oculto, lo que no vemos, todo de lo que no somos conscientes. “Látex” trata aspectos sociológicos como la anorexia, la violencia machista, las peleas clandestinas, los hikikomori, las pandillas, la cara y cruz de internet, y la violencia en formato noticia que nos asusta durante dos minutos y luego olvidamos.
Y por otro trata aspectos humanos. El destino, la mala suerte, el pasado y sus marcas, el miedo, el deseo, la venganza, la injusticia, el placer, la locura, el valor, la amistad y la vida secreta.
Me pasé la novela con la boca abierta. Atraído, asombrado, enganchado, asustado. Tanto como para dar gracias de mi existencia vulgar, pedir con egoísmo que continúe mi buena suerte y sentirme mezquino por eso. “El infortunio es una caca blanda en la suela de una zapatilla: por más que intentas quitarla, sólo sale con cuchillo”
“Látex” te hará sentirte indefenso. Los monstruos tienen forma humana y pueden cruzarse en tu camino. Sabes que es verdad y darás gracias de que tan sólo sea una novela. Pero, si alguna vez tienes que defenderte y quieres salvarte, nunca dejes las cosas a medias.

Míchel Suñén. “Látex”. Onagro Ediciones. Zaragoza, 2008.

martes, 8 de diciembre de 2009

Exposición de Jose Anoro en SoHo




Zaragoza, 5 de diciembre de 2009
SoHo 1994 - 2009

El próximo jueves 10 de diciembre, a partir de las 8:00 p.mp, celebramos quince años de Diseño, Arte y Amistad con una Fiesta en SoHo.

Presentamos:

Monkeybiz – Bead to Bead
Muñecas y animales con estructura de alambre y algodón recubiertos completamente por cuentas de colores. Piezas artísticas elaboradas mayoritariamente por mujeres negras de estrato social muy bajo en los suburbios de Ciudad del Cabo. De este modo, además de recuperar una técnica tradicional africana, el trabajo de cuentas, se ofrece un medio de vida a un grupo de población muy necesitado.
Las piezas son únicas y cada una de ellas viene etiquetada reflejando el nombre de la persona que la ha realizado. Monkeybiz, con toda la modernidad y fuerza del arte africano ha sido objeto de exposiciones en Oslo, en la tienda de Donna Karan en Nueva York, en Sotheby's en Londres, etc.

Township – Suburbios.
Autor Jose Anoro, 2009
Exposición de fotografías realizadas en el corazón de Monkeybiz. Jose Anoro viajó a Ciudad del Cabo en Noviembre de 2009 para conocer a fondo la realidad en la que surge y se desarrolla Monkeybiz:.
La exposición consiste en 10 fotografías en blanco y negro de gran formato.


Funambulistas en la ciudad.
Autora: Susana Vacas, 2009
Exposición de la obra más reciente de Susana Vacas. Obras de pequeño formato, delicadas y sugerentes. Paisajes urbanos habitados por seres volátiles y mágicos, transparentes, casi inxistentes.

Se servirá la “tapa” sudafricana Skilpad elaborada por Sofía Callén .

Montaje, diseño gráfico, música y audiovisuales:
entre3 arquitectos y Sara Fernández.


OS ESPERAMOS


ZURITA 13 50001 ZARAGOZA +34 976 23 80 63 www.sohozaragoza.com






miércoles, 2 de diciembre de 2009

Anonimia

El tema es viejo. Conocido. Y volverá a repetirse mañana. Tal vez dentro de diez años, con una nueva generación. Tal vez el año que viene, el próximo junio, cuando acabe el curso universitario. Siempre habrá alguien sintiendo el vértigo de lo que es irrecuperable.
Es como esa escena que todos conocemos. Una sala de cine. De repente la proyección se corta. Se acaba. Se encienden las luces y una voz por megafonía nos dice que la película ha terminado y que abandonemos el local climatizado. Salimos a la calle y es pleno invierno. O hace un calor que no deja respirar. Y nos ponemos a caminar sin saber a donde ir. Tropezando. Desorientados. "El desengaño es una fase cruel de la existencia".
“Gente cercana” tiene la virtud de conseguir reconciliarme con mi reflejo. Con los fracasos, con lo perdido, con el muro de la realidad. “Gente cercana” habla de alguien que conozco, de una historia que conozco bien: “Estudiar una carrera para nada. Tener la sensación de haber perdido el tiempo. Estudiar una carrera y trabajar de otra cosa”
“Gente cercana” me reconcilia con mi pasado y con aquellos trabajos temporales que se convertían en la única perspectiva. Y toda aquella gente que conocí y volvió a cruzarse en mi camino para enseñarme que de aquel tiempo no queda nada. “Gente cercana” me confirma algo que sospechaba y que nunca me atreví a mirar de frente: que lo más difícil empieza después, cuando se acaba la fiesta y todos se van y te dejan solo y la casa sucia y vacía. Y te toca ponerte a recoger, tirar a la basura los platos rotos, poner todo en orden e intentar limpiar las manchas que nunca se irán. Que la vida está hecha de pequeñas historias que se acumulan igual que los billetes usados de autobús en tu bolsillo.
Diego Marín nos cuenta esas historias de una forma cercana, sencilla y reconocible. Diego es ese tipo que está de pie a nuestro lado en el pasillo del probador sujetando siete prendas mientras su novia se prueba una y se mira en el espejo.
Diego Marín crea un personaje que me reconcilia con mis dudas. Con las de alguien que escribe poemas y relatos y se avergüenza de escribir. Diego me descubre a César Simón y me recuerda un verso de Jaime Gil de Biedma que me impide tirarme cada noche por la ventana. Ese personaje –da igual si es autobiográfico o no- me ayuda a no sentirme solo. Porque él pensó por algún tiempo que nada merecía la pena. Me recordó todo el valor que en aquella época -antes del desengaño- tenían la amistad, la música y el cine. Películas donde agarrarse. Canciones donde agarrarse, libros, biografías, poemas donde agarrarse fuerte después para no caer.
Diego me reconcilia con mi anonimia, mi insignificancia, mi vulgaridad. Las pasaremos putas. Pero pasaremos de pantalla. A esa sombra le gusta asustarnos. Acojonarnos. Es nuestra y sin embargo le encanta vernos sudar. “Gente cercana” me ha enseñado que en un duelo a muerte no se trata de desenfundar y ser el más rápido sino que simplemente hay que saber que tu sombra no es más que una bocazas apuntándote con una pistola de fogueo.

Diego Marín A. “Gente cercana”. Xordica Editorial. Zaragoza, 2009.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Días prescindibles

Palabras
como días prescindibles.
Horas en tránsito
insípidas,
transparentes horas.
Palabras propias
envasadas al vacío,
días
sin valor ni memoria.
Paisajes de alquiler
camas de prostíbulo
subsistencia
vapor
pasajero y momentáneo.
La única posibilidad
perfume, palabra,
puerta de atrás
esta vida latiendo ahora.
Mañana
nada
el olvido
la verdad
sangre de amapola.

Poema de Jorge del Frago
Fotografía de Rafael Ricoy

martes, 24 de noviembre de 2009

Gira

Gira
sobre el hilo deshojado del tiempo,
sobre mi propio eje,
contra mi voluntad.
Gira,
sin tocar el suelo
gira,
sonríe, diviértete;
puedes
dejarte llevar,
arrastrado por la inercia
hasta el punto y final.
Gira,
más rápido,
gira,
acelera, vuela,
hasta ver las piedras
desaparecer.
Gira, gira,
cierra los ojos
y olvida
o ábrelos
de golpe
y despídete.
En cada vuelta
un color desordenado,
una mano en el aire
diciendo adiós.
En cada giro
un armario revuelto,
un asiento vacío,
una llave en el buzón.

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Emilio Molins
http://www.flickr.com/photos/7725708@N02/

viernes, 20 de noviembre de 2009

Luz

Tanto velar y tanta pelea; tanta rabia y quimera; tantas noches
enteras, horas ladrando a la luna nueva.
Tanto tiempo maldiciendo, rogando al cielo y al infierno,
tanto esperar y tanto desvelo; tanta sobredosis de deseo.
Tanto aguardar y hoy llega el día.
Y hoy es el día y nada sucede.
Nada.

No hay fuegos de artificio, fiesta, risas, escaleras de incendio;
no hay música, brindis, zapatos por el suelo;
no hay vasos sucios ni botellas vacías,
no hay euforias desatando nudos.
No.
Hoy es el día y nada de eso sucede.

Tantas horas llenando ceniceros;
descerrajando puertas, haciendo piruetas,
inestable autobiografía desafiando
la ley de la gravedad.
Tanta batalla y tanta ruleta rusa
y ahora, llegado el momento,
tan sólo sueño, cansancio, fatiga,
vulgar y pesada ironía
queriendo derribar mis párpados.

Ni un solo aullido ni una borrachera. Ni un corte de mangas ni una nueva
nacionalidad.
Ni una lágrima ni una carta. Ni una bayoneta en la garganta ni una flor
en el ojal.
Nada. Tan sólo nada.
Y nada más.

Hoy debería brillar algún metal.
Hoy debería ser capaz de respirar bajo el agua.
Hoy podría elegir un color nuevo para pintar
el techo de mi habitación.
Ese lugar donde
cada noche brotan ortigas,
malas hierbas, precipicios, pesadillas;
ojeras del día después.

Y en lugar de eso me quedo
quieto y en silencio.
Me siento y observo
la extraña luz en mi ventana.
La extraña claridad que alumbra
esta noche cerrada.

Poema de Jorge del Frago.

Fotografía de Maite Pérez Pueyo.
http://salamandradiamantesdesafiandogravedad.blogspot.com/

domingo, 15 de noviembre de 2009

Tiempo de mujeres


Si estuviera frente a ti no me atrevería. Me quedaría callado. Bien perfumado, pero callado. No me saldría ni una letra. Pero no te veo, y así, a escondidas, resulta muy fácil ser valiente y abrir la bocaza.
Empezaré por los defectos; igual que primero se dan las malas noticias. Un relato me sobra y el final de otro no me gusta.
El que me sobra desentona en el conjunto. Como ir en chándal a una cena de gala. Y el final del otro le quita credibilidad a la historia. En mi casa me oyeron gritar un alto y claro ¡oh, no!, cuando me dí de golpe con él. Y es que el realismo intimista del relato se rompe en pedazos con ese fantasma de sobre sorpresa. Su aparición convierte la seriedad y emoción de la historia en un mal chiste de Halloween.
Lo siento, pero me pediste sinceridad y te la doy. Aunque, te puedo asegurar, que si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.
Ahora los elogios, las buenas noticias. Y te diré que el tiempo no te ha robado un gramo de belleza y sí que le ha dado profundidad a tu escritura. Dos años desde tu “Piel de lagarta” y te presentas igual de hermosa pero con otro vestido y otro perfume. Con tu estilo personal y único, pero más realista, más íntima, más observadora, más sentimental y melancólica. Supongo que tendrá algo que ver con todo el amor que se adivina en tu dedicatoria. Esos recuerdos que se deslizan en dos relatos memorables. Aquella casa con el balcón en ruinas y un nombre escrito en una lápida.
En “Amar en martes” está la Angélica que me conquista con su imaginación y su sensibilidad. Está la que inventa a una Venus rediviva que un día a la semana habla bien clarito y llama a las cosas por su nombre y también la Angélica que habla de piedad y perra vida. De los débiles, los sin suerte y los vagabundos. Está la Angélica que ya conocía de antes de las metáforas deslumbrantes y los monólogos teatrales y una nueva Angélica que me emociona balanceándose en una mecedora en el salón de una casa sola.
Está la Angélica de la carcajada y el surrealismo típico de Leuret que bebe gin-tonic en un botijo con una Angélica que habla de la herida dolorosa que dejan la muerte y la ausencia.
La Angélica de las historias de catalepsia y mujeres diabólicas al estilo Clouzot con una Angélica que hace protagonista de sus relatos a los "seres insignificantes que pueblan a escondidas la tierra".
Una nueva Angélica que hace protagonistas absolutas de todos sus relatos a las mujeres. Mujeres descaradas y tímidas, mujeres valientes y heridas, fuertes y débiles, mujeres vivas y mujeres muertas. Mujeres a las que echar de menos cuando "pesan más las ausencias que los zapatos".
Conversaciones de mujeres a dos voces en un bar, soliloquios de mujeres en velatorios, cementerios y conciertos de música clásica hablando de amor y diciendo verdades como puños. Conversaciones entre mujeres; intimidad, recuerdos, sueños, dudas, desilusiones, secretos y sentimientos de mujeres.
Sí, es verdad; si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.

Angélica Morales, “Amar en martes”. Libros Certeza. Zaragoza, 2009.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Esperándote

Así soy
y así sobrevivo,
esperando el arañazo,
el cepo de tu lazo,
la cruel intermitencia
de tu compasión.
Soy así
furtiva pieza de caza,
tregua de entreguerras,
capricho de entretiempo,
juguete de ocasión.
Soy así,
sístole y óxido,
vegetal y huérfano,
sedimento
caminante,
lunático impaciente
esperando el mordisco
la pedrada,
el descalabro,
tu arrebatada maniobra
de resucitación.

Soy así.
Aquí estoy.

Esperándote.

Dime,
¿vendrás hoy?

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Rafael Ricoy
http://ricoy.50webs.com/

martes, 10 de noviembre de 2009

180 grados

Podría
quedarme quieto;
callarme, esconderme,
dejar
de mirar atrás.

Podría
abandonar,
renunciar a jugar la prórroga,
morir lentamente,
cada día un poco más.

Podría
sentirme satisfecho;
comer, dormir,
viajar
una vez al año
y verlo todo
en rosa y verde;
colores para un ajuar.

Y podría
así
de golpe y sin avisar
dejar de pagar
ahora
la factura de la luz.

Aunque
también podría
desmontar ésta mesa de pésame,
desenganchar el vagón de cola
y jugar de farol.
Inventar mi propio país,
amaestrar demonios,
abecedarios y úlceras,
y probar si es cierto
eso que algunos dicen,
que es posible dar
un giro de 180 grados,
triple salto hacia delante,
escapar sin volver atrás.

Poema de Jorge del Frago.

La fotografía es de Vicente Guerrero.
http://bizen99.montondejiloca.com/

domingo, 8 de noviembre de 2009

Curiosidad


Óscar Sipán nos lo cuenta en la contraportada: “El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define Tornaviaje como lo que se trae al regresar de un viaje. En los años que llevo escribiendo, de mis escapadas a los pueblos y rincones de Aragón, siempre he procurado volver con anécdotas o pequeñas historias olvidadas”.
Y después de leer "Tornaviajes" decidí tirar al contenedor de papel los libros de texto y memorizar la cita de Unamuno que Sipán nos recuerda: “No existe la Historia; sólo existen historias”.
"Tornaviajes" es un latigazo contra los tiempos modernos. Televisión y esperpento. Demasiada prisa y demasiado patinaje sobre hielo. Superficie y velocidad. A Óscar, sin embargo, le interesa todo lo que no se ve en el Telediario. La trastienda en lugar del escaparate. El tramoyista, el apuntador en lugar del actor principal.
Las almas inquietas son así. Apasionadas, vehementes, curiosas.
Supongo que todo proviene de la mirada. Del asombro. De encontrarse con un cuadro, un dibujo, una noticia en el periódico, un nombre en un libro.
Las almas curiosas son así. Se fijan en lo que a otros pasa desapercibido.
Descubrir el hecho, el dato que nos conmueva. Descubrir el personaje y querer saber más. Y empezar a bucear en un océano de papel. Convertirse en biógrafo accidental de ese hombre que está sentado en la segunda fila, el que sale en la foto detrás, alargando el cuello. Sin nombre junto a la estrella.
La anécdota tiene más fuerza que un mamotreto de quinientas páginas. La anécdota se recuerda mejor. Pesa menos y cabe en un bolsillo del pantalón.
"Tornaviajes" guarda “historias minúsculas o desconcertantes o secretas o importantes o enrevesadas”. Y de eso se trata.
Del primer intento de secuestro aéreo acaecido en Zaragoza el 7 de enero de 1970. De los “Endemoniados” en Jaca y brujas en Aragón. De los Spaghetti-western rodados en el Bajo Cinca y los Monegros y de nombrar a actores como Fernando Sancho uno de los grandes secundarios del cine español. De una historia subterránea del “Duende de Zaragoza”. Poltergeist aragonés y socarrón de 1934 y de un famoso vidente: Tomás Menés.
Pedro Ara Sarría, doctor en medicina y famoso embalsamador que recibió el encargo del general Perón de embalsamar el cuerpo de Evita.
Albert Einstein que disfrutaba de la soledad y decía “No tener talentos especiales, pero sí ser profundamente curioso”. El ladrón de arte Erik el belga y su expolio a la Roda de Isábena. Nieves Ruiz, maquilladora de estrellas de cine y que vive en Almonacid de la Sierra, pueblo de la comarca de Valdejalón.
Josephine Baker, famosa cantante y bailarina, que estuvo en Aragón en 1930 y regresó en 1973. Y que sirve para recordar a Raquel Meller que triunfó en el Paris de los locos años 20.
José Blasco, Santacana, representante de artistas famosos que terminó sus días trabajando de limpiabotas.
El pintor vibracionista Rafael Barradas, que residió en Luco de Jiloca (Teruel)
María Pilar Izuel, una de las primeras mujeres taxista de España y que era taxista en Canfranc y que llevó a un periodista ruso durante la Universiada de Jaca en 1981 a Francia para pedir asilo político.
Y el “Libro verde” un best-seller aragonés de 1507 envuelto en misterio, asesinatos y política, que era un libro prohibido que se divulgo por medio de copias secretas y fue perseguido por el Santo Oficio.
Notas a pie de página. Obituarios. Periódicos viejos. Programas de radio. Recuerdos. Personas. La rara virtud de saber escuchar.
Detrás de las grandes estrellas de cine, de esos nombres que salen en las enciclopedias, existen maquilladoras por las que nadie suspira sentado en la butaca del cine. Existen secundarios que sirvieron para recibir disparos y morir con mucho realismo. Películas que recibieron premios de la Academia de Hollywood rodadas en pueblos aragoneses escritos con letras pequeñas en los títulos de crédito.
Personas corrientes que podrían contarnos que aquel día, cuando aquella dama de leyenda, aquel premio Nobel o aquella artista mundialmente conocida estuvieron en Aragón, ellos estaban allí y pudieron verlos. Aquel día que una parte de la Historia pasó junto a ellos.
Óscar Sipán, “Tornaviajes”. Tropo Editores. Zaragoza, 2006. Ilustración de cubierta de Óscar Sanmartín.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Cruzando puentes, atravesando desfiladeros

Uno va conformando poco a poco sus refugios. Sus islotes, sus pasaportes. Lugares donde cobijarse y dejar de sentir vértigo y frío en pleno agosto. Salvavidas de papel.
Voy acumulando en una balda de mi biblioteca los libros que salvaría de un incendio. Esa treintena que metería en una bolsa y con la que saldría huyendo escaleras abajo. Salvoconductos que me librarán de morir de inanición y vacuidad.
Alguien dirá que soy un exagerado. Y tendrá razón. Pero me conozco y sé que soy un tipo cobarde y débil, un mendigo que necesita arropase con papeles manchados con las letras que le producen consuelo. Tener mi propio cofre mágico, igual que Andrés Trapiello fabricó su propia “Arca de las palabras”, mi propia enfermería, un lugar al que acudir para encontrar párrafos con los que poder curar mis estados de ánimo y sus arañazos.
Y descubrir palabras nuevas para añadir a ese cofre. Una palabra que sea ganzúa, tragaluz. Una palabra que nunca había oído antes, que me faltaba, que nunca había pronunciado: Recomenzar. Una palabra que es una contraseña.
Y Fernando me hace asomarme a lo que soy. A los viajes hechos, a las fantasías que se cumplieron, a lo inútil, a las transacciones, a los engaños, a lo grotesco, a los temores. A lo que está oculto pero permanece ahí. A libros y poetas desconocidos A lo que he sido y a lo que nunca seré.
Y me siento ridículo y abrumado. Pero también me siento acompañado. Contemplo menos turbio mi reflejo.
Y descubro palabras guardadas en algún rincón del silencio. La forma exacta de nombrar algunos presentimientos. Me siento liberado de un peso indefinible. Y las palabras de Fernando se convierten en contrapeso. En barra de equilibrista.
Cada uno buscamos un tono, una medida, un color favorito, una temperatura. Un lugar secreto donde escondernos y buscarnos.
Vuelvo a sentirme afortunado. Porque en poco tiempo he descubierto los refugios donde guarecerme del viento y las tormentas cotidianas. De las dudas que me asaltan a mano armada al doblar la esquina.
Ya no haré viajes en solitario. Tan sólo pequeños instantes de soledad. Treguas, tiempos muertos que son de saldo, lo que nadie necesita o quiere, minutos de chamarilero, como objetos defectuosos en el puesto de un trapero.
Ya no cogeré trenes y aviones en solitario. Pasó mi oportunidad. No lo hice cuando pude. No lo hice porque era un cobarde.
Ahora debo conformarme con otros viajes, otras búsquedas. Y Fernando con sus palabras me anima a cruzar puentes y atravesar desfiladeros. Esos túneles mal iluminados de las rutinas y las palabras pendientes.
Fernando me muestra las contraseñas para entrar, la forma de saludar y presentarme ante mis acreedores, negociar treguas y aplazamientos, renegociar la deuda, las condiciones, las cláusulas de la rendición y ponerle nombre a los expósitos, a los sentimientos huérfanos, a los abandonos y a los cuadernos cerrados. Aceptar los límites, lo que resulta imposible. A salir a la calle y pasear, hablar conmigo mismo.
"Es cierto que hay viajes que te hacen diferente, distinto. Viajes que nos muestran que la vida puede ser una carta que no llega. Viajes que tienen algo de llave para entrar en un espejo. Viajes para viajar a la conciencia. Y estas notas pertenecen a un viaje en el que están todos esos viajes".
Tan sólo copiaré éste párrafo. Pero será suficiente. Y ahora el juego. Basta cambiar viajes por libros. Y al final, en la última línea decir: Y estas notas pertenecen a un libro en el que están todos esos libros.

Fernando Sanmartín, “Viajes y novelerías”. AMG Editor, Logroño, 2004.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La paz de la verdad

Resulta una coincidencia trágica. En la familia de mi abuela materna se contaba una historia igual que esta de “La dama del Matarraña” pero al revés. Francisco, el hermano mayor, desapareció en el frente de Huesca. Un vecino de su pueblo, comisario político, celoso competidor por el amor de la maestra, vino un día con otros dos y se lo llevó. Nunca regresó. Nunca supieron dónde lo enterraron. Y su asesino nunca volvió al pueblo.
Y recuerdo también a mi abuela decir, con la mirada avergonzada, que en la guerra se hicieron muchas barbaridades. Ellos y Nosotros. Demasiados muertos. Demasiado odio.
Me siento afortunado por no haber vivido aquel horror. Haber crecido sin rencores. Sin heridas. Sin quemaduras. Y estoy convencido que lo peor de aquella maldita guerra vino después, cuando no se quiso la paz, la piedad ni el perdón. Que en lugar de eso se quiso la revancha, la humillación, la crueldad.
No creo en los maniqueísmos. En el blanco y negro. Tampoco en la descontextualización de la historia. Y esta novela quizás resulte un mensaje demasiado simple. Basta leer a Eladio Romero y su “Guerra civil en Aragón” para saber de un Alcañiz de ida y vuelta. Unos primero otros después. A Gil Novales y su “Mientras caen las hojas”, a Amaro Izquierdo y su “Belchite” y a Ignacio Martínez de Pisón y “Enterrar a los muertos”. Crueldad. Cobardía. Venganza. Hombres convertidos en bestias.
Pero la verdad se hace necesaria. Todo hombre la merece. Y siempre nuestra obligación está en conocer, escuchar y respetar el dolor que nace de la injusticia y el asesinato. “La dama del Matarraña” cuenta una historia perfectamente posible en aquella época. Porque la realidad siempre supera a la ficción. Cuenta el dolor incurable de una mujer herida, el esfuerzo y el valor de una familia por encontrar la paz en el único lugar donde se halla consuelo cuando la justicia ya no es posible: la verdad.
Por otra parte “La dama del Matarraña” es también una novela que reflexiona sobre el amor y el sexo. Sobre la relación entre hombres y mujeres. De cómo ha cambiado, afortunadamente, la posición de la mujer. El deseo reprimido de una generación hoy en día superado. La libertad ganada que ha dejado a algunos hombres desconcertados.
Con alguna digresión que considero innecesaria y gratuita, Aguirre nos habla del amor verdadero derrotando a lo banal. Descubrir lo que significa realmente el amor. Encontrar su plenitud. Y del tempo y el esfuerzo necesarios para obtenerlo, conseguirlo y valorarlo. La intensidad de un abrazo.
Y también nos habla del valor de la amistad. De la suerte de encontrar al que nos ayude a comprender, que nos escuche y enseñe. De la sinceridad y la coherencia. Del saber escuchar. Del inmenso valor de la experiencia. De lo que aprendemos del dolor. De la constancia y la voluntad. Del valor de un objeto. Y el consuelo de un poema.

Francisco Javier Aguirre, “La dama del Matarraña”. March Editor, Tarragona, 2009.

jueves, 29 de octubre de 2009

Continente de papel

Siempre sucede igual. Aunque sea mentira. Aunque tan sólo sea una verdad a medias.
Huimos. Buscamos cambiar el aire que respiramos. Dejar de sentir esa sensación de ahogo y error.
Escapamos. Ponemos todas nuestras esperanzas de salvación en un cambio y decidimos irnos a otro lugar pensando que allí encontraremos algo.
Lejos. Muy lejos.
Huyendo de algo. Grietas. Fisuras. Asfixia. Buscando algo. El canje. La novedad. El estreno. Lo nunca antes visto.
Aunque sea temporal. Aunque sea de segunda mano.
Comencé a escribir en serio el día que comprendí que jamás me sentiría a gusto en ningún sitio.
Y nos marchamos de casa para irnos a vivir a otra casa. A un piso dividido en dos que nos recuerda a otro en el que vivimos antes.
Cambiamos el envoltorio y por dentro seguimos estando solos.
Por dentro tan sólo nosotros. Y los demás. Por fuera algunas cosas igual: maletas, mujer, hijo, espejos, dudas. Algunas cosas nuevas: amigos, personajes, paisajes, ciudades, rostros. Un motivo para la esperanza: la primera novela publicada. Una angustia auténtica: una nueva novela que escribir. Considerarnos, que nos consideren, escritor.
Hay quienes vencen sus miedos y hay otros que escriben sobre lo difícil que resulta todo.
Y nos marchamos. Nos empeñamos en buscar lejos un lugar propio y empezamos a escuchar y ver. Escuchar a los otros, a los demás, a nosotros mismos.
Cosas abandonadas en la calle. Vida de barrio. Tormentas de nieve. Gente que desaparece. Cadáveres sin identificar. Gente que vive en las estaciones de tren. Discusiones. Accidentes domésticos. Ruidos. Confesiones. Apariencias. Cartas. Miedo. Peleas. Ridículos. Engaños. Vecinos de los que no conocemos el rostro pero escuchamos toser al otro lado de la puerta. Inquilinos desaparecidos que vivieron en nuestra casa antes que nosotros. Y una camisa suya resulta de nuestra talla y seguimos recogiendo su correo e incluso pagamos sus facturas.
Otras vidas, la nuestra. Y la vida de la gente que está llena de secretos y de historias. Y la nuestra también. Y escuchamos tras las puertas. Y descubrimos. Y recordamos. Y guardamos. Vemos a los demás. Nos vemos a nosotros mismos.
Y convertimos el papel en continente.
Y seremos capaces de recordar sin ver ninguna fotografía.
Y nos despediremos sin promesas cuando todo se acabe. Sin prometer lo que sabemos que es imposible.
Nunca volveremos a vernos. Después del adiós cada uno seguirá su camino. El suyo, el nuestro. El nuevo, el de siempre.
Hilario J. en “El otro mundo” nos enseña que el pasado nos persigue aunque estemos lejos. Que un extraño nos lleva hasta el recuerdo. Aunque estemos lejos, muy lejos. Y que el presente, vulgar e incómodo, es nuestro mejor argumento. Que nuestros sentimientos son el único lugar que nos pertenece. Aunque sea mentira. Aunque tan sólo sea una verdad a medias.
Quizás lo que quiere decir es que lo único que importa es la batalla, la lucha, la supervivencia. Cerrar la puerta y abrir la siguiente.
Y mirar hacia delante.
Hilario J. Rodríguez. "El otro mundo". Ediciones del viento. La Coruña, 2009.

jueves, 22 de octubre de 2009

Regalo


Me considero afortunado por este regalo. Por la prosa de Norberto, por su gesto y, sobre todo, por descubrirme, darme a conocer el exquisito trabajo artístico de José Joaquín Beeme.
Esta plaquette es algo especial. Es un trabajo artesano. Único. Un tesoro de papel y cartulina hecho y pintado a mano. Una tirada de sólo treinta ejemplares cada uno con una cubierta distinta. Una ilustración acorde con el contenido de los relatos de Norberto Luis Romero: Un perro, como el Minotauro, con pelo de pluma y frágiles alas de libélula. Dentro el papel azul y los títulos en rojo con una original caligrafía. Cada cuento ilustrado, acompañado con dibujos de tinta china: sanguijuelas, helicornios, pirañas, polillas, tanzanitas y ácaros. “Criaturas voraces” ideadas por Norberto que José Joaquín Beeme materializa, guarda y encuaderna en este hermoso y estético libriccini de la “Colección Isla Moreau” y sus bestiarios ilustrados perteneciente a su microeditorial “La Torre degli Arabeschi”.
Esta plaquette es un regalo para contemplar con delicadeza y admiración. Un objeto para preservar del polvo, la humedad y el olvido. Para guardar en un lugar accesible y asombrar con él a los descreídos de la belleza.
Por fuera la creatividad de José Joaquín Beeme, y dentro, palpitando en el azul, la prosa de Norberto jugando con nuestros terrores insepultos; con el asco y la repulsión que nos producen esos diminutos animales: babosas, insectos, bichos y larvas.
Cuentos infantiles. Pesadillas de adulto.
Sanguijuelas que chupan la sangre. Terrores sumergidos en aguas negras y abrevaderos para animales.
Monstruosos caracoles carnívoros y su repulsivo rastro baboso. Cuentos de brujería y maldiciones. Avaricia humana, venenos y muerte dolorosa. Lascivia. Seres mutantes mitad humanos mitad moluscos.
Pirañas. Pez prehistórico. Dientes afilados. Hambre animal. Mascotas sin dueño. Realismo posible que me hace mirar con desconfianza las peceras y con lástima al gato del vecino que duerme en la ventana.
Una historia de canibalismo mezclando callejones oscuros, cuerpos descabezados, un enano dentro de un saco de yute, gato por liebre, mansiones decadentes, Hannibal Lecter y sus crujientes delicatessen y la madre momificada de Norman Beits. Muñecas de trapo y polillas como carcoma.
Moscas carrroñeras de color azul brillante que anuncian la muerte.
Animales microscópicos que producen insomnio y paranoia.
Norberto juega con mi subconsciente, me hace sonreír y me atemoriza. Hace que me levante y compruebe que las ventanas están bien cerradas, que pase el dedo índice por las baldas para comprobar que están limpias, amar los gatos de escayola y odiar las moscas que revolotean en los cementerios, e insistir al camarero que la carne, por favor, me gusta muy hecha.
Y después de esto cruzaré los dedos para que esta noche, al dormirme, no vengan a visitarme mis viejas fobias.

Norberto Luis Romero “Criaturas voraces”. Editado por La Torre degli Arabeschi. Edición artística de José Joaquín Beeme. Varese, (Italia), 2008.


José Joaquín Beeme y su editorial
http://latorredegliarabeschi.googlepages.com/home
Y su “Colección Isla Moreau”
http://latorredegliarabeschi.googlepages.com/allegrettomalinconico222

Blog de José Joaquín Beeme
http://www.blunotes.blogspot.com/

Norberto Luis Romero

martes, 20 de octubre de 2009

Alivio del frío


No tengo ninguna teoría acerca de la poesía. Ningún manual de uso y disfrute. Ninguna mercancía que vender.
Si acaso una herida.
Un susurro.
Un cobijo.
Sanatorio para un convaleciente.

No tengo ninguna certeza. Ninguna verdad absoluta. Ningún certificado de autenticidad.
Tan sólo me dejo llevar.
Arrastrar por la corriente.
Tomar aire
en su intensa brevedad.

Y creeré, sin saber, tan sólo presintiendo, que Fernando Sanmartín, en “Infiel a los disfraces”, habla de amor, verdad y lugar.

Del amor como petición y derrota.
Como vértigo y juego de naipes.
Como deseo y arrepentido final.
Del amor entregado en un beso a oscuras para no saber. Como confusión para desaprender. Como cartas escritas sin contestación.

Y pensaré palabras nuevas. Como desfigurándose. Palabras que son interruptor, llave que abre un cajón.
Porque desfigurar es una forma de empezar a olvidar. Es borrar la fecha escrita a lápiz en un papel. Repintar en azul sobre blanco.

Y será también verdad.
Del poema como verdad.
Como un vuelo roto.
Un paso atrás.

Y la verdad es

CONOCER el epitafio
de todas las certezas.
Y comenzar
De nuevo
.

Y eso me recuerda que RECOMENZAR, es una palabra que me enseño Fernando. Recomenzar es recomponer, comenzar de nuevo otra vez.

Y la verdad del pasado y sus alfileres clavándose, haciendo daño.
La verdad de retomar las preguntas y vivir jugando a ser inmune en los desolladeros.
Porque son muchas las definiciones del error.

Y está también un lugar. La ciudad de Fernando. Y un puente de piedra y un río.
Un lugar donde vivir y también un lugar donde esconderse.
Una ciudad que es biografía y huída, partida y regreso. Un abismo y un cementerio donde enterrar al padre y donde saber de una niñez gris, fugitiva e inexplicable.

Una ciudad que es viento y
un bar sin nombre y con humo,
un bar donde recitan
poetas que no quieren ser felices
.
Una ciudad que es pasado
y sombra
y cuarenta años cumplidos.
Una ciudad que es escenario donde ser engaño y verdad, donde recortar el pasado para conseguir DESCONOCERSE.

Quizás podamos interpretar los poemas. Retroceder partiendo de lo mínimo. Sobre lo mínimo reconstruir.
Tal vez no haga falta. Tal vez tan sólo se trate de un gesto sencillo. Igual que tiro hacia arriba de la colcha para taparme cuando tengo frío. Buscar cobijo y calor.

No tengo teorías ni certezas. Tan sólo un presentimiento.
Tan sólo siento
alivio del frío.


Fernando Sanmartín “Infiel a los disfraces”. Centro Cultural Generación del 27. Diputación de Málaga, 2008. Edición no venal.

jueves, 15 de octubre de 2009

Un sobre azul

Perdona Manuel, pero no he leído el prólogo. Me quedé desconcertado con la contraportada. No sé que son la posmodernidad ni el afterpop, así que empecé a leer “Órbita” acomplejado, intimidado, temiendo quedara en evidencia mi ignorancia.
Y el primer relato me planteó algo conocido; un deseo que siempre he pronunciado a solas y en secreto: encontrar el motivo, alguien o algo que justifique nuestra existencia.
El segundo me situó en un escenario que conozco: una Facultad y el hastío que provocan unos estudios aborrecidos. Una vida sin un pretexto para levantarse de la cama que termina por meter los dedos en un enchufe para impresionar a una chica.
Pero fue en el tercero cuando realmente lo descubrí. Cuando pisé tierra firme.
Una noche de copas conoces a un tipo que te cuenta historias de una forma distinta. Las historias de siempre. Historias que conoces bien porque has pasado por ellas o porque, alguna madrugada, has soñado con ellas. Tener dieciocho años. Vivir esperando el fin de semana. Abandonar la casa de nuestros padres, independizarse, dejar de estudiar, buscar un trabajo. La teoría de la reencarnación. Una mujer que recibe en su buzón cartas de un admirador secreto. Hacer cálculos con los números de las matrículas de los coches. Escribirle una carta a un escritor famoso. Robar un libro. Estudiar una carrera y abandonarla. Tener una novia y perderla. Ir a casa de tus padres a comer los domingos. Regalarles un contestador. Discutir con ellos. Reencontrarte con tu hermano después de años sin verle. Inventar un juego con un amigo para escapar de la rutina. Fingir, divertirse, hacerte pasar por lo que no eres. Cortázar, Dostoievski. Jazz y poesía. Alcohol y disfraces.
Argumentos, nomenclatura, sabores y materiales conocidos. Admiración. Encuentro. Desconcierto. Búsqueda. Escapatorias. Amigos. Borracheras. Amor. Familia. Lo que pasa es que mientras nosotros con esos materiales hacemos un vulgar bloque de ladrillos con las ventanas tapiadas, Miguel Serrano hace nueve edificios acristalados con patio interior, sótano, corriente eléctrica, buzón y trastero.
La diferencia está en que nuestras historias con los mismos argumentos no tenían final. Acababan en puntos suspensivos y en vulgares resacas del día después. No aprendíamos nada, no sacábamos ninguna conclusión, no tenían más fruto que carcajadas de corto alcance. Miguel, sin embargo, con una menestra de verduras cocina la metáfora del amor, con una bofetada corta la travesía, con una carta traza el destino. Miguel tiene una forma diferente de contar. La suya. Realista. Irónica. Poética. Surrealista. Como jugar a cifras y letras. Número exacto. Palabra de diez letras con cinco consonantes. Y de premio, bajo la puerta, un sobre azul con una declaración: Yo sólo estoy haciendo literatura.
Y ahora, Manuel, leeré el prólogo, y sabré si he acertado con todo o si, como siempre me sucede, de los seis números no he acertado ni uno.

Miguel Serrano Larraz. “Órbita” Editorial Candaya. Barcelona, 2009.

martes, 13 de octubre de 2009

Poco más de veinte años

Y que más da el día,
el frío,
la luz ausente.
Qué más da el presente,
la fecha,
el número elocuente.
Qué más da el calendario
si todo,
absolutamente todo,
está perdido de antemano.
Qué más da si este yo
resulta cómico,
vulgar
teatro de aficionado.
Qué más da el destello,
la palabra
desbordando el cauce,
qué más da
si tan sólo es belleza
condenada a ser instante.
¿A quién le importa
el cuándo?
¿A quién
esta ridícula mueca?
Qué más dan los jirones
la piel en carne viva,
qué más da la desnudez
si nadie mira.
Qué más da el todo
qué más da la nada,
si sé que mañana
amanecerá a destiempo.
Si sé que mañana
seguirán mis manos
temblando,
seguirán atadas
a tus párpados cerrados.



Poema de Jorge del Frago.

La imagen es del fotógrafo canadiense Levi Wedel.
http://www.leviwedel.com/




viernes, 9 de octubre de 2009

Cumpliendo años

Me gustaría ser como ellos.
Apoyar el codo en la barra y mirar así, con descaro y de frente, sin miedo ni debilidad. Ser como ellos. Mirar como miran ellos en lugar de arrastrar siempre este mirar mío, este mirar asustado, cobarde, indeciso y vegetal.
Me gustaría atronar el bar los lunes hablando del partido, el árbitro y los jugadores. Discutir con alguien. Decir atraco, hijoputa y cojones con absoluta naturalidad. Hablar como hablan ellos en lugar de pedir siempre disculpas y las cosas por favor.
Me gustaría arrojar un billete de cincuenta sobre la barra y pedirle cambio a la camarera. Retar a la máquina tragaperras. Decir que esta ronda la pago yo. Dejar siempre propina en lugar de sonreír estúpidamente mientras busco alguna moneda en el bolsillo del pantalón.
Me gustaría mirar la televisión y escupir en público mi desprecio a los culpables, tener enemigos con rostro, cuernos y apellidos en lugar de sentarme, esconderme a diario en un rincón y volver a dudar otra vez de mí.
Me gustaría hablar por el móvil en voz alta de negocios, restaurantes, copas y amantes en lugar de conversar siempre conmigo y en silencio hacer inventario de renuncias, errores, obediencias y eclipses.
Tomar a media mañana raciones, bocadillos y cervezas en lugar de pedir por favor un descafeinado de máquina y ponerme, donde no me vea nadie, a escribir versos, cuentos chinos, autorretratos de papel.
Me gustaría medir el éxito sencillamente, utilizando centímetros y quilates de oro y un coche alemán aparcado en la puerta del bar. Ser lo que puedes ver en lugar de vendedor ambulante de humo, espejismos, calabazas y pompas de jabón.
Hablar soltando tacos, mirar de frente y entender la vida en lugar de estar aquí aturdido, confuso y herido, arrancando espinas de lo más profundo del ayer.
Tener las espaldas bien anchas en lugar de caminar encorvado. Las manos recias, macizas, en lugar de inútiles, frágiles líneas en un papel. Cantar en la ducha y tener recetas para arreglar el mundo en lugar de coleccionar tachaduras, sombras, zurcidos y castillos en el aire.
Me gustaría ser como ellos.Me gustaría ser matemático, domador de leones, cerrajero, lanzador de cuchillos. No utilizar nunca las palabras duelo, biografía, arrepentimiento ni rebelión. Vivir sin esperar cada día la primavera, sin poner cada noche en hora el reloj.
Texto de Jorge del Frago
Fotografía de Rafa Llano

martes, 6 de octubre de 2009

El círculo hermético


Y tan hermético…y no digo más, que desvelar cualquier pequeña pista puede ser fatal para la necesaria y placentera investigación lectora. Y es que la redonda propuesta de Lalana y Almárcegui es todo un reto para aquellos que gustan de juntar las piezas, elaborar esquemas mentales, recrear los hechos, bucear, y plantear hipótesis.

Al compás de una acción trepidante, si además te apetece jugar con los escenarios (tan cercanos a ti, si frecuentas las calles zaragozanas), y enfundarte en la piel de los protagonistas, te auguro dos días –el libro engancha de tal manera que devorarás sus páginas-, de intensidad detectivesca, de misterios por resolver, de indagación permanente.

Acude a tu cita, hazlo, y encontrarás un mucho de relato histórico, un más de novela negra, aventuras, confesiones y amoríos, y hasta morbosos salpicones de gore al estilo aragonés, que de todo tiene este libro. Y no digo más, que la maraña de “El Círculo” te aguarda. Entrégate a sus argumentos. No temas. No sufrirás martirio alguno..., y acabarás por descubrir unas miradas..., diferentes.

Y no digo más....que con esto último, ya he dicho bastante...

¿Cuánto tiempo más serás capaz de esperar para empezar a desentrañar el secreto?

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El Círculo Hermético
Autores: Fernando Lalana – José María Almárcegui.
Editorial: Editorial San Pablo Año de publicación: 2009. Número de páginas: 552
Genero: Novela. Colección: Novela juvenil.

Texto y fotografía de Sigfrido González.
http://www.flickr.com/photos/sifro/

viernes, 2 de octubre de 2009

Muñecas rusas

Si fuera un lector con un amplio fondo de armario podría hacer referencias y comparaciones. Pero tan sólo soy un novato con muy mala memoria. Así que para mí este libro ha sido todo un descubrimiento, una nueva forma, algo que nunca había leído.
Si fuera un auténtico crítico citaría algunas teorías literarias sobre la creación para analizar su contenido. Pero he sido un estudiante de poco provecho y me aburre ese lenguaje. Así que para decir lo que hay dentro hablaré de originalidad, de cajas sorpresa, de ambición y obsesión, rompecabezas, chisteras de mago y muñecas rusas. Que es posible escribir saliéndose de los márgenes, saltándose las señales de prohibido el paso.
Y es que esta “Emma Roulotte, es usted” sorprende en la segunda página, cuando el autor que la está escribiendo aparece en la historia sin saber cómo continuarla. Como si en un teatro de títeres el tipo que maneja los hilos se quedara parado y los muñecos decidieran seguir actuando por su cuenta y riesgo. Dos páginas y se rompen todos los esquemas. Y con ese descubrimiento pierdo la inocencia y algún prejuicio estético.
A partir de ahí su desarrollo me desbordó; me adelantó por la derecha a toda velocidad. Cada historia se enlaza con la siguiente, la continúa como en una desenfrenada carrera de relevos. Y fue entonces cuando pensé en la Matrioska, esa muñeca rusa que la abres y te encuentras otra dentro. Un relato llevando al siguiente, y entre medias, como marca de la casa, esas cajas sorpresa apareciendo en cada capítulo; pasando de mano en mano. Cajas vacías sin remitente ni destinatario conocido que guardan un enigma, cajas llenas de palabras con las que poder escribir una historia encajando sus piezas como si fuera un rompecabezas.
Norberto Luis Romero sorprende por su imaginación. Utiliza el libro como la chistera de un mago, en cada relato un asombro, un más difícil todavía. Cambia de estilo y argumento como salta un trapecista, como un artista estrenando vestuario en cada número. Personajes, situaciones y lugares distintos cada vez. Ciencia ficción, surrealismo kafkiano, realismo sucio y cuentos de las mil y una noches. Y eso no lo sabe hacer cualquiera.
“Emma Roulotte, es usted” es un libro que tiene la literatura como común denominador. Un libro que habla de la creación literaria, de la ambición por escribir, de los efectos secundarios y los daños propios y colaterales que produce la escritura: intoxicación, fracasos, negros, fantasías, plagios, carcajadas, fármacos estimulantes y una tienda donde poder comprar todas las palabras con las que hacer una novela.
Escribir es un juego en el que todo es posible. No hay reglas. Todo puede alterarse, cambiarse, rehacerse. Escribir es la única forma posible para crear nuestra propia historia, nuestra propia realidad; eliminar lo que no nos gusta e inventar el final perfecto.
Y Emma Roulotte lo descubre. Al fin y al cabo para eso Norberto la ha creado.

Norberto Luis Romero “Emma Roulotte, es usted”. Editorial Eclipsados. Zaragoza, 2009.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Presentación de "Poetas suicidas" de Ricardo Fernández Moyano

La Asociación Literaria Rey Fernando de Aragón y la Editorial Olifante
le invitan a la presentación del libro
"Poetas suicidas: sensibilidad o supervivencia"
de Ricardo Fernández Moyano

Intervendrán: Trinidad Ruiz Marcellán (Editorial Olifante), Antón Castro y el autor.
Leerán poemas Asunción Mínguez, Amalia Soro, Carmen Aliaga y Luis Trébol.

Centro Cívico "Río Ebro"
C/ María Zambrano 56 (frente a Carrefour)
Viernes 2 de octubre a las 19 h.

http://reyfernando.webcindario.com/
http://www.olifante.com/

lunes, 28 de septiembre de 2009

Matrix

Morfeo me dio a elegir entre la pastilla azul y la pastilla roja.

Como buen politoxicómano, me tomé las dos.

Óscar Sipán

jueves, 24 de septiembre de 2009

Era veinte de octubre


Otra vez esta ciudad.
Cierro los ojos. No quiero mirar.
Otra vez de regreso, y esta vez, sin pasar de largo, sin seguir camino al norte y al este; siempre alejándome de ti. Y todos aquellos juramentos de no volver nunca más.
Otra vez estas calles. Y no quiero mirar.
Y pasar junto a una estación que ya no existe. Oír el nombre del último lugar donde te vi. Y no querer mirar. Era un veinte de octubre. Lo recuerdo bien. El tren de las nueve y media y tu abrazo en el andén. Era veinte de octubre. Y no te vi sonreír.
Otra vez estas calles. Y otra vez lo que fue y quebró la distancia. Trescientos veinticinco kilómetros, dos horas y veinte minutos de tren. Era veinte de octubre. Y el teléfono dejó de sonar.
Y a cambio tu carta. Tu letra redonda, hiriente y azul. Diciéndome aquello de yo en esta ciudad y tú en otra, a trescientos kilómetros de distancia, un fin de semana sí, doce días que no. Demasiado lejos, demasiado tiempo sin vernos, demasiada ausencia, demasiados obstáculos para seguir.
Tu carta y mis lágrimas.
Lo recuerdo bien.
Y otra vez estas calles. Diecisiete años y once meses después. Otra vez caminando por esta ciudad. Y todos aquellos juramentos de no volver nunca más. Un millón de habitantes. Una posibilidad entre un millón.
Y sonrío y temo.
Y no quiero mirar.
Y camino con tu nombre deshaciéndose en mi boca. Y camino por estas calles disimulando, distrayendo el dolor. Y otra vez pasando delante de tu portal. Mirando el portero automático. Segundo piso. Letra A.
Y otra vez regresando tu acento. Tu sonrisa. Tu carta y mi dolor. Tu nombre y los días de viento. Seis meses. Septiembre. Otoño y adiós.
Era veinte de octubre. Lo recuerdo bien. Tu nombre. Tu casa y tu portal. El último tren del domingo. Una estación derruida. Y tu último abrazo en el andén.
Y otra vez aquí. Estas calles y tú. Y todos aquellos juramentos de no volver nunca más. Otra vez esta ciudad. Diecisiete años y once meses después. Otro domingo soleado. Tu nombre. Y todo lo que no he conseguido olvidar.
Y otra vez frente a tu portal. Temiendo verte. Volverte a encontrar. Un millón de habitantes. Y una posibilidad entre un millón.
Y otra vez estas calles, recordándote, diciéndome que no. Dejándome bien claro dónde no estaba. Dónde te quedaste tú. Trescientos kilómetros de distancia y el teléfono que dejó de sonar.
Tu carta y mis lágrimas. Tu acento. Tu sonrisa y tu portal. Diecisiete años y once meses. Segundo piso. Letra A.
Una posibilidad entre un millón. Tu nombre viviendo en mi boca. Tu acento, tu abrazo, tu carta y mi dolor.
Era veinte de octubre. Lo recuerdo bien. Una estación derruida y no volviste a llamar. Tu carta y mis lágrimas. Tu letra redonda. Redonda y azul. Demasiado tiempo, demasiado lejos, demasiados obstáculos para seguir. Un fin de semana sí y doce días que no. Diecisiete años y once meses. Y todos aquellos juramentos de no volver nunca más. Y otra vez estas calles y una posibilidad entre un millón. Diecisiete años y once meses. Era veinte de octubre. Y yo sin poderte olvidar.

Texto de Jorge del Frago.

La magnífica fotografía es de Asier Alkorta.

martes, 22 de septiembre de 2009

Autorretrato


Cansado, malhumorado
irritado y somnoliento.
Sin atender a razones
ruegos,
límites y consejeros.

Insensato,
irresponsable,
eufórico y estremecido,
sonriendo hoy
por verte ayer,
desnuda, fugaz,
dulce y caprichosa.

Trasnochando,
madrugando,
balanceándome en ficciones,
mezclando por esperarte
café y paracetamol
alcohol y toboganes.

Cantando a grito pelado
espantando todos los males,
clavos, pesadillas;
verdades como puños.

Hambriento,
carnívoro,
insaciable devorador
de mí mismo.
Idiota, imbécil,
amante;
voluntario y soñador;
iluso de la peor especie.

Poema de Jorge del Frago

Fotografía de Javier Peña
http://www.flickr.com/photos/34835617@N03/

sábado, 19 de septiembre de 2009

Con sólo mirarme

Tres palabras sueltas en doce líneas son más que suficientes para captar la atención: confesión, muerte, asesinato. Buen comienzo. Tres palabras para sentir curiosidad y ponerte a escuchar. Presta atención, esto te va a interesar: una grabación, una voz sin imágenes, un monólogo, respuestas sin preguntas. Una voz que cuando hayas empezado a escuchar ya no podrás dejarlo. Un rostro con dos caras. Nombre de hombre y apellido de mujer. El recuerdo describiendo el dolor por lo que se perdió, el pasado justificando la venganza.
Algunos buscan y encuentran. Tienen esa suerte. Son los menos. La inmensa mayoría nos dedicamos a dar tumbos, palos de ciego, picotear. Comer a base de aperitivos salados y tragos amargos. De vez en cuando un caramelo, una chuchería, una euforia pasajera y bicarbonato para la úlcera.
Pero hay algunos que cuentan con la belleza de su lado. Y no una belleza cualquiera. Una belleza extraordinaria y exigente, excéntrica, joven, hambrienta y necesitada.
Tiene que ser una sensación extraña. Verse en los escaparates y en las ventanillas del autobús y sentirse diferente a todos los demás. Despreciarles por cómo te miran. Sentir asco de su mediocridad y desear estar en otro lugar. Y desearlo y encontrarlo. Esa es la suerte. Encontrarlos a ellos y a su paraíso perfecto en donde existía la elegancia; un mundo en el que no eres un animal exótico. Tocar el cielo. Una vida que merecía ser vivida, no sufrida. Abandonar una vida de mierda, una vida de obligada marginalidad. Una vida incolora y sin aventura.
Y para mantener aquella habitación perfumada y de sábanas limpias debes cumplir una serie de reglas: nunca ser entrometido, nunca interesarte por lo que hablaban ellos, ser sordo, ciego y mudo; y desentenderte absolutamente del olor a muerte que subía del sótano de su casa. Ser guapa, limpia y desmemoriada como una niña buena. Y qué más da a qué se dedican; sus negocios, sus sombras, sus perros de compañía. Lo único que importaba era cumplir esas reglas sencillas para seguir disfrutando del paraíso y su belleza.
Lo más increíble de todo es estar incluso dispuesto a aceptar el dolor y la vejación de tres días de tortura salvaje e inhumana para no perderlo. Porque sabes que sin ese lugar y sin ellos no hay nada. Que renunciar a ellos significaba volver al arrabal, buscarme una esquina propicia y sacar el plumero para ver quien se prestaba a darme la primera paliza por un módico precio. No importaban las cicatrices ni la mutilación, mientras toleraran mi juego y me permitieran formar parte de aquello yo continuaría adelante. Sería carne de silencio.
Pero a pesar de todo se marchan. A pesar de todo te dejan sin premio, te abandonan, se van y te dejan, no les importas una mierda. Y entonces quieres morir, prefieres morir antes que quedarte sola, porque ellos al mirarme, al verme, me habían regalado una vida y un alma que se derrumbó al marcharse. Y nada será como antes, no volverás a ser quien eras con ellos.
Entonces si todo eso desaparece te queda la opción de volver a un mundo de bárbaros en el que no vas a encontrar a alguien capaz de entender tu sensibilidad, tus ideas, tu belleza y compartirlas. La realidad siempre llega a través de los demás, la traen en sus ojos. Somos lo que los demás ven en nosotros. Belleza deslumbrante o perversión. La mirada hacía mí, en lo que me convertirían con sólo mirarme. Yo era para ellos un degenerado, carne de vejación. Me convertirían en basura. Y ante eso es preferible huir, encerrarse, recluirse, esconderse. Pasar de la cárcel al manicomio. Un lugar donde no exista la realidad. Ser ficción. Convertirse en un poeta preso, trastornado y yonqui. Y antes de morir saber que se ha visto el mal y la belleza. Yo he vivido, he visto y he sido vista.
Y entre tanta belleza, tanta necesidad de ser visto, tanto egoísmo y tanto silencio y desprecio estamos nosotros, los corrientes, los mediocres, los vulgares. Entre tanto dinero y tanto deslumbramiento, tanto poder y negocio sucio estamos nosotros, los ilusos, los insignificantes, los débiles, la carne de cañón. Está la muerte de cualquiera de nosotros, alguien que desaparece una noche después de ser detenido y que su cuerpo sirva para hacer una demostración de lo bien que cortan los cuchillos de los carniceros. Comida para los perros.
Algunos buscan respuestas y tienen suerte. Las encuentran. Y quieren venganza y tienen suerte. La consiguen.
Algunos nunca comprenderán que la belleza es efímera y caprichosa. Que el odio es mucho más fuerte, duradero, persistente y alimenta mejor y más tiempo.
Y que la muerte acaba con todo el dolor.

Cristina Fallarás. “Así murió el poeta Guadalupe”. Alianza Editorial. Madrid, 2009.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Selenitas partisanos


Ocultos en los cráteres, los selenitas partisanos sueñan con secuestrar astronautas para obtener información bajo tortura, borrar las huellas que profanan la superficie lunar y limpiarse las mucosas con la bandera de Estados Unidos.
Óscar Sipán

martes, 15 de septiembre de 2009

Pase pernocta

Sinceramente,
ya no sé que pensar
de mí.
Y es que resulta ridículo
y también algo trágico
encontrarme siempre
y a la misma hora
buscando en rincones, papeleras,
sótanos y contratiempos,
pedazos de mí.

Descubrirme
sin vergüenza,
a plena luz del día y sereno
pidiendo limosna,
una palabra amable
y una mentira piadosa
en el buzón.

Intentando juntar
sin cortarme los dedos
ni la lengua,
papeles rotos, esquirlas,
espacios en blanco,
angustias,
retales de mí.

Pretendiendo estrenar
cada noche la vida
con un pase pernocta,
libertad vigilada,
una pistola cargada
y media pensión.

Poema de Jorge del Frago

La imagen es del grandioso fotógrafo portugués Rui Palha http://www.flickr.com/photos/ruipalha/

viernes, 11 de septiembre de 2009

El último verano

Tengo una memoria frágil. Lo sé. Una memoria de tintorería y desagüe. Por eso “Tierra de nadie” me ha traído el recuerdo de un tiempo perdido pero que nunca se olvida: las vacaciones de nuestra niñez en un pueblo. Algo que los niños de ciudad sabemos muy bien qué significa.
Aquellos veranos largos de la infancia. Dos meses de aventuras a lo largo y ancho de campos y montes, calles y plazas. Recuerdos propios que se mezclan con los ajenos. Se ven reflejados en ellos. Un pueblo en el que sentías la felicidad de la libertad total. Un niño de ciudad acostumbrado a la televisión, los tebeos y a salir de vez en cuando al cine que llegaba en julio al pueblo para no entrar en casa más que por obligación. Poder estar todo el día en la calle o en el campo. Convivir con los animales del corral y las granjas: tocinos, gallinas y conejos; y con los descubiertos entre las piedras y los ribazos: lagartijas, escarabajos y culebras. Y volver a ver a nuestra abuela en la cocina de casa desnucando un conejo de un solo golpe, quitarle la piel y colgarlo de un gancho en la fregadera para que se desangre. Cazar ranas y palomas y mantener la respiración para que no te piquen las ortigas. Las atronadoras tormentas de verano, los primeros cigarrillos y los primeros besos con sabor a regaliz.
Paraíso de la infancia.
Pero “Tierra de nadie” no es sólo el recuerdo de un tiempo perdido. Es el dolor de una experiencia: la pérdida de la inocencia. La diferencia, terrible y angustiosa, está en perder aquel paraíso de forma traumática. Esa es la gran diferencia. No perderlo durante los meses de invierno, al dejar de llevar pantalones cortos, sino que te la roben, te la quiten de golpe, te la arranquen en pleno verano. Eso es lo que produce la rabia y el sufrimiento, una negación, un silencio, una culpa; un dolor que impidió durante cuarenta años volver hasta aquél último verano, cuando el mundo infantil se hizo añicos, se rompió en pedazos. Aquel último verano cuando los adultos invaden la escena y se acabó lo que se daba. Los adultos y su sexualidad, los adultos y su impiedad, los chicos mayores y su crueldad.
Y la contradicción de tener que esperar precisamente a ser un adulto para dejar salir la angustia, poder contarlo de carrerilla, escribir sobre ello, volver a ser un niño y recordar con dolor. Porque duele recordar cómo le mataron a uno la infancia. Cómo nos hacen cómplices de su asesinato. Tener que hacerse mayor para comprender, recordar aquella historia que ahora me parece ridícula pero que en aquellos días me pareció terrible y obsesionante. Que ahora, siendo adultos, podemos entender, aceptar y asumir; pero entonces no, entonces aquel abuso, aquel robo, aquella traición, aquella pérdida para siempre de la inocencia y el paraíso produjeron angustia, desasosiego y culpa.
Tengo una memoria frágil. Lo sé. Y por eso tengo mucho que agradecerle a Javier Delgado con esta “Tierra de nadie”. Y también sé que soy un lector limitado. Es el estilo que Javier ha elegido para contarla, repleto de instantes íntimos y dolorosos, pero eché de menos que el texto fuera más pausado, corriera menos, se amontonara menos. Que no me dejara tomar aire, respirar, no me atropellara al leer. Eché de menos un final menos desordenado y confuso después de tanto recuerdo certero. No quedarme desconcertado, perdido, con el ceño fruncido, sin entender con claridad la nota final de la historia.

Javier Delgado. “Tierra de nadie”. Xordica Editorial. Zaragoza, 2009.