jueves, 27 de diciembre de 2012

Teresa Sopeña y "Fotomatón"


La escritora Teresa Sopeña dedica una entrada en su blog a "Fotomatón".
Gracias Teresa.
http://leoleolo.blogspot.com.es/

miércoles, 12 de diciembre de 2012

"Fotomatón"

"Fotomatón" es mi segundo libro de relatos. Se presenta en la FNAC de Plaza de España de Zaragoza el próximo 21 de diciembre, viernes, a las 20 horas.
"Fotomatón" son veinte relatos que hablan del amor, la vida y la muerte. Y lo que lo hace especial es que cada relato va acompañado de veinte fotografías en blanco y negro de Emilio Molins, Sigfrido González, Karto Gimeno, Javier García Blanco, Carlos Canales Ciudad, Cristina Gómez Latorre, Sonia Balduque, Carlos Martín, Ana Campo, Diego Ibarra, Marga Bohanna, Vicente Guerrero, José Luis Ríos, Maite Pérez Pueyo, Silvia Viñuales, Álvaro Arregui, Ana Moreno, Jose Anoro, Esther Corra y Ana Infante.

Os dejo uno de los relatos: "Jab".
La fotografía es de Carlos Canales Ciudad
https://www.facebook.com/CarlosCanalesCiudadFotografia


Fue como un truco de magia. Verla y abrirse una grieta en el suelo. Caer dentro y aparecer en otro lugar. Fue la hostia.
Fue ver aquella nevera portátil y hacer el puto viaje en el tiempo. Roja y con la tapa y el asa blancas. La misma, idéntica a la que nos llevamos a las carreras aquel domingo. 
Fue verla y acordarme, volver hasta aquel día que fuimos Pablo y yo al circuito del Jarama a ver las carreras de coches llevando aquella nevera que salió de un altillo de casa de mis viejos. Roja y con la tapa y el asa blancas. Igual que ésta. Que llenamos con una bolsa de hielos de la gasolinera y un montón de latas de birra. Y el calor sofocante de aquel domingo y la cerveza helada. Y nosotros dos allí sentados toda la mañana viendo pasar coches. Las risas y el pedo que nos cogimos a lo tonto. Pablo. Mi amigo Pablo.
Los años en los que todo era presente y un descojone en sesión continua. Siempre juntos a todas partes y a todas horas. Hasta que a mí me dio por apuntarme al gimnasio a hacer Thai Boxing y él pasaba de ese rollo de los karatekas. Y yo empecé a currar los fines de semana de portero en una discoteca para sacarme algo de pasta y él se puso a estudiar en la universidad. Al principio venía todos los sábados y se tomaba unas birras conmigo, pero luego él empezó a quedar con gente de su clase y yo me enrollé con aquella camarera rubia de bote que llamábamos la gamba. Vendió el Dyane 6 verde -“La lechuga” lo llamábamos- y se compró un Clío blanco de segunda mano y se puso a salir con una piba muy pija que me miraba con asco. Alguna vez volvió y nos tomamos unas cervezas, pero las risas sonaban de otra manera. Sonaban enlatadas.

       Hasta que un día cambié de garito y no le volví a ver. ¿Cuántos años hace de eso? Un huevo y parte del otro. Supongo que él acabaría la carrera y ahora será ingeniero de caminos y yo dejé lo de las puertas y me puse a trabajar para Anzano. Y ahora, después de tanto tiempo, aparece esta nevera roja y blanca llena de hielo, igual que la de aquel domingo en las carreras. Y dentro, en lugar de latas de birra, la oreja derecha de la hija de Chibluco con el pendiente puesto para que vea que es la suya y no la de otra. Y para que entienda que, o paga lo que debe, o lo siguiente que le llevaré dentro de esta nevera será la cabeza de esa zorra de mierda.

"Fotomatón". Luis Borrás. 140 páginas. Editorial Telee. Calatayud, 2012. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El primer deseo


Pensaba que ya no se escribían cuentos para niños como los de antes. Que hoy todo era más light, sin crueldad para evitar traumas y psicólogos, que los escenarios eran de alquitrán y cemento y la naturaleza un parque público. Pero parece que hay ciertos elementos que no pasan de moda. Que en un cuento infantil del siglo XXI puede aparecer  un padre malvado que vende a su hijo como esclavo o Cenicienta masculina; un bosque oscuro y espeso en el que perderse; un Hada que recompensa el buen corazón concediendo un deseo; y un rey que ofrece la mano de su hija –la joven más bella del país- al caballero que haga la hazaña más portentosa. Todos esos ingredientes universales están en este cuento, y además de eso Roberto Malo y Francisco Javier Mateos cambian el reino lejano por Rusia, al rey por un Zar y a la princesa por una Zarevna. Y hacen protagonista de la historia a un campesino pobre: Abaskhia, que sabía lo que quería ser de mayor: maestro; y que su gran ilusión en la vida era un poco rara: quería enseñar a hablar a las vacas. Lo clásico con un toque surrealista marca de la casa. Estilo neoclásico en el que participa David Laguens con sus dibujos.
Pero si hay algo que realmente identifica a estos dos autores es el humor. Un humor que ya nos mostraron en “La madre del héroe”. Porque tres veces aparece Abaskhia en el bosque; la primera libera a un ciervo del cepo de un cazador y se le aparece el Hada; la segunda libera a una liebre y se le vuelve a aparecer el Hada ¿Otra vez tú?, y la tercera libera ¡a una anciana! del cepo y aparece de nuevo el Hada ¡Pero bueno, Abaskhia! ¿Tú otra vez? Tres veces en las que imagino a Malo y a Mateos escenificando la situación y veo las carcajadas de los niños.
Y como todo cuento clásico también este tiene su historia de amor. La del campesino que se enamora de la bella princesa y al que ella rechaza por ser pobre y tonto. Pero aparte de las enseñanzas sobre los mecanismos del amor, la belleza, la voluntad, la inteligencia y el carácter y un final feliz obligado, yo me quedo con la moraleja del primer deseo que le pide Abaskhia al Hada. Porque cuando ella le dice ¡pídeme lo que quieras y te lo concederé!, Abaskhia no quiere ser “alto, guapo, rico o viril” si no hacer su rara ilusión realidad, su gran ilusión en la vida, su máxima ambición: hacer hablar a las vacas. Y creo que esa es la gran lección de este cuento: saber lo que realmente queremos por encima de la riqueza y la apariencia, a pesar de que a los demás les parezca extravagante o aparentemente inútil. Por eso este cuento está dedicado “para todos aquellos que persiguen su sueño”.

Roberto Malo y Francisco Javier Mateos. “Abaskhia”. Ilustraciones de David Laguens. Editorial Delsan. Zaragoza, 2012.

domingo, 2 de diciembre de 2012

El banco azul



Reseña publicada en el Diario del AltoAragón, el domingo 2 de diciembre de 2012.
http://www.diariodelaltoaragon.es/SuplementosNoticiasDetalle.aspx?Sup=1&Id=781566

Hace ya tiempo que me di cuenta de que soy un tipo raro. Alguien al que le gusta pasearse solo por pueblos y ciudades y fotografiar casas viejas por las que siento una mezcla de curiosidad y tristeza. Por lo que fue y se ha perdido; cerrado, abandonado. Una irresistible atracción por las tres primeras décadas del siglo XX que me llevó hasta las fotografías en blanco y negro que retratan y documentan esa época. Y sentir al verlas una absurda melancolía por un tiempo que no es el mío. Algo inexplicable, irracional y en cierta manera incómodo. Sentir atracción por el pasado, mirar atrás, fuera de tiempo y lugar en vez de interesarme por lo moderno, el presente y el futuro. Y debo reconocer que sentí un gran alivio con la serie de libros que la Diputación de Huesca comenzó con “Postales y postaleros”. Aquella colección y Fernando Biarge me hicieron sentir menos solo, raro y loco.

Por eso no es de extrañar que para mí “Álbum de adioses” sea algo más que un libro. Que me fascinen sus viejas fotografías. Que sienta admiración por la obra de Manuel Benito y por la bendita locura de Salvador Trallero que se atreve a publicar libros como éste y que además lo haga con calidad sobresaliente. Y si aquel primer e imprescindible álbum era un homenaje, una despedida, una forma de guardar el recuerdo y las palabras de Manuel para la ciudad que amó, ahora Salvador nos regala una prolongación, una ampliación más que una segunda oportunidad. Porque aunque tal vez este volumen II esté formado por los textos que se quedaron fuera o no encontraron cabida en el primero eso no es lo que importa. Porque aún siendo segundones o retales sueltos, textos desperdigados o huérfanos resultan igual de emocionantes y atrayentes que los primeros.
Porque si las fotografías son –sobre todo- de Ricardo Compairé, Feliciano Llanas y los hermanos Viñuales, las palabras y el recuerdo son de Manuel Benito. Y si en esas fotografías veo la imagen de lo que fue y lo que yo luego busco, lo que todavía se mantiene en pie y desapareció para siempre; en lo que Manuel dice encuentro la sabiduría, la evocación personal y la coincidencia. Ciudad y sus alrededores de íberos, romanos, musulmanes y cristianos. Desde la Edad Media hasta la década de los 50. Muralla y río, iglesias, callejones, plazas, conventos y órdenes militares, capillas y pozos de hielo, castillos y albercas, mercados, ferias y fiestas, “La Chaparrones” y “El Pataticas”, casas y solares, tormentas de agosto, un almanaque de incendios y un banco azul en el paseo de la estación. 
Manuel compone la guía histórica y sentimental de una ciudad que albergó la calle y el barrio de su niñez. Lo que era, lo que queda de ella, lo que fue y ya no es. “Huesca fue un país de sueños, de caserones derribados por el progreso, ese señor moderno tan simpático que tomó aquellas huertas y las sembró de edificios similares y prismáticos con alma de hipoteca. Brotaron a raudales dejándonos huérfanos de piedra vieja”. Sí, hemos ganado mucho; pero algunos sentimos nostalgia de lo que se perdió por el camino.

Manuel Benito. “Huesca: Álbum de Adioses II”. Sariñena Editorial. Salvador Trallero editor. Sariñena (Huesca), 2012.