jueves, 29 de noviembre de 2012

LA REVISTA “TURIA” ANALIZA EL MODERNISMO TUROLENSE CON MOTIVO DE SU CENTENARIO

La revista cultural TURIA brinda a los lectores que se interesan por los asuntos o protagonistas aragoneses un amplio y atractivo repertorio de temas. En primer lugar, TURIA analiza a fondo el modernismo turolense, sus características y su impronta arquitectónica a través de un imprescindible artículo elaborado por su máximo estudioso, el arquitecto Antonio Pérez. Bajo el título de “La ciudad de Teruel en la transición del siglo XIX al XX”, se nos ofrece una oportuna aproximación que, con motivo de cumplirse el centenario de algunos de los edificios más singulares de dicho movimiento en la ciudad de Teruel, permite conocer con detalle toda la génesis y la evolución de la arquitectura modernista.

También esta nueva entrega,  TURIA redescubre las claves que nos permiten entender mejor la vida y la obra de uno de los escritores aragoneses más heterodoxos, complejos y sugerentes de nuestra época: Julio Antonio Gómez. En un eficaz trabajo de síntesis divulgativa, Alfredo Saldaña narra las interminables peripecias de un ser humano “lúdico, inconformista y vulnerable”. Un autor al que todavía la crítica no le ha hecho justicia pero que, pese a todo, elaboró unos cuantos poemas memorables y dignos de figurar en cualquier antología de la  literatura española contemporánea.

CIEN AÑOS DE MODERNISMO
Este año 2012 conmemoramos el centenario de la construcción de varios edificios significativos dentro de la arquitectura modernista turolense. Entre ellos sobresale la actual sede de la Caja Rural de Teruel, conocida anteriormente como “Casa del Torico”. La belleza y singularidad de su diseño y su ubicación en la antigua plaza del Mercado, en centro neurálgico de la ciudad, le han otorgado desde siempre un protagonismo principal como edificio emblemático del modernismo en Teruel. 
Sin  embargo,   como  nos  recuerda  Antonio  Pérez  en  las páginas de TURIA, “de ese mismo año es la construcción de la iglesia del barrio de Villaspesas, el proyecto del edificio
de la casa de la calle San Andrés nº 4, en el que hasta hace poco estuvo situada la imprenta Perruca, y posiblemente la casa de la Madrileña, también situada en la plaza del Torico. Para algunos autores, obras como las actuales sedes de la Comunidad de Teruel en la calle Temprado, y del Archivo Provincial en la Ronda, serían igualmente de 1912. 
La arquitectura modernista turolense se enmarca dentro de un periodo de transformación de la ciudad que puede fecharse desde finales del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX. Como ocurrió en otras ciudades interior, el modernismo se difundió en Teruel desde Cataluña y de la mano de arquitectos que estudiaron en la Escuela de Barcelona y que, por diversas circunstancias se trasladaron hacia otros lugares para ocupar plazas en la administración local. Así ocurrió en Teruel con el arquitecto tarraconense Pablo Monguió: su llegada como arquitecto municipal a finales de 1897 o comienzos de 1898 coincide con los años de máximo esplendor del modernismo turolense. 
Antonio Pérez, al hacer balance de dicho periodo, asegura que fue “una etapa caracterizada por el buen entendimiento entre propietarios, arquitecto y artesanos”. Y concluye: “a pesar de la destrucción que sufrió Teruel en la guerra de 1936, en la que desaparecieron edificios de todas las épocas históricas, entre ellos algunos modernistas, el visitante puede disfrutar en sus recorridos por la ciudad de la arquitectura construida hace cien años bajo el mecenazgo de la burguesía y que Oriol Bohigas, de forma global, la resumió socialmente en estos términos: ‘la contradicción básica del modernismo era esa dualidad de ser a la vez popular y segregador’”.

JULIO ANTONIO GÓMEZ, UN CASO APARTE EN LA POESÍA ESPAÑOLA 
Con el objetivo de fomentar la lectura y el reconocimiento de la obra de Julio Antonio Gómez (1933-1988), la revista TURIA publica un clarificador artículo de Alfredo Saldaña. Quien es uno de sus mayores estudiosos nos relata cómo la vida de nuestro autor, al igual que concurrirá con su poesía, “está ligada principalmente a tres ciudades: Zaragoza, París y Tánger. En esas tres ciudades experimentó momentos de plenitud y de una intensa desolación, y esa vida itinerante condicionó de manera decisiva su poesía, que se presenta, a partir de cierto momento, como el testimonio de un sujeto errante condenado a vagar sin tregua por escenarios urbanos en busca de su alma gemela”. 
Tras dar noticia de su trayectoria personal y creativa, Saldaña concluye que “Julio Antonio Gómez es un caso aparte en la historia de la poesía española de su tiempo”. Los motivos de esa condición heterodoxa de nuestro escritor radicarían en varios factores porque, si bien era “aragonés de nacimiento, sus lecturas y amistades foráneas, su educación y formación cosmopolitas, sus cada vez más frecuentes, prolongadas y hasta definitivas estancias en otros lugares, su despegue de lo que podríamos presentar como rasgos característicos de un cierto imaginario poético aragonés contemporáneo y su elaboración de una poesía del color y del sonido, pletórica de imágenes, metáforas y símbolos, sensual y apasionada hasta la extenuación, vibrante y musical, todos esos elementos hacen de él un poeta en clara progresión ascendente”. 
Según Alfredo Saldaña, su obra literaria culminaría con la redacción de un “libro singular, ‘Acerca de las trampas’, condensación y cenit de su poética, un libro repleto de aciertos expresivos que, sin embargo, fue escandalosamente silenciado por el establishment de la crítica literaria en el momento de su aparición, preocupado más en aquel instante por consolidar otro tipo de poética”. Quizá, en los últimos años, la figura de Julio Antonio Gómez ha ido mereciendo un progresivo interés de estudiosos y lectores. A ese fin pretende contribuir ahora esta recuperación promovida desde la revista TURIA.