jueves, 29 de octubre de 2009

Continente de papel

Siempre sucede igual. Aunque sea mentira. Aunque tan sólo sea una verdad a medias.
Huimos. Buscamos cambiar el aire que respiramos. Dejar de sentir esa sensación de ahogo y error.
Escapamos. Ponemos todas nuestras esperanzas de salvación en un cambio y decidimos irnos a otro lugar pensando que allí encontraremos algo.
Lejos. Muy lejos.
Huyendo de algo. Grietas. Fisuras. Asfixia. Buscando algo. El canje. La novedad. El estreno. Lo nunca antes visto.
Aunque sea temporal. Aunque sea de segunda mano.
Comencé a escribir en serio el día que comprendí que jamás me sentiría a gusto en ningún sitio.
Y nos marchamos de casa para irnos a vivir a otra casa. A un piso dividido en dos que nos recuerda a otro en el que vivimos antes.
Cambiamos el envoltorio y por dentro seguimos estando solos.
Por dentro tan sólo nosotros. Y los demás. Por fuera algunas cosas igual: maletas, mujer, hijo, espejos, dudas. Algunas cosas nuevas: amigos, personajes, paisajes, ciudades, rostros. Un motivo para la esperanza: la primera novela publicada. Una angustia auténtica: una nueva novela que escribir. Considerarnos, que nos consideren, escritor.
Hay quienes vencen sus miedos y hay otros que escriben sobre lo difícil que resulta todo.
Y nos marchamos. Nos empeñamos en buscar lejos un lugar propio y empezamos a escuchar y ver. Escuchar a los otros, a los demás, a nosotros mismos.
Cosas abandonadas en la calle. Vida de barrio. Tormentas de nieve. Gente que desaparece. Cadáveres sin identificar. Gente que vive en las estaciones de tren. Discusiones. Accidentes domésticos. Ruidos. Confesiones. Apariencias. Cartas. Miedo. Peleas. Ridículos. Engaños. Vecinos de los que no conocemos el rostro pero escuchamos toser al otro lado de la puerta. Inquilinos desaparecidos que vivieron en nuestra casa antes que nosotros. Y una camisa suya resulta de nuestra talla y seguimos recogiendo su correo e incluso pagamos sus facturas.
Otras vidas, la nuestra. Y la vida de la gente que está llena de secretos y de historias. Y la nuestra también. Y escuchamos tras las puertas. Y descubrimos. Y recordamos. Y guardamos. Vemos a los demás. Nos vemos a nosotros mismos.
Y convertimos el papel en continente.
Y seremos capaces de recordar sin ver ninguna fotografía.
Y nos despediremos sin promesas cuando todo se acabe. Sin prometer lo que sabemos que es imposible.
Nunca volveremos a vernos. Después del adiós cada uno seguirá su camino. El suyo, el nuestro. El nuevo, el de siempre.
Hilario J. en “El otro mundo” nos enseña que el pasado nos persigue aunque estemos lejos. Que un extraño nos lleva hasta el recuerdo. Aunque estemos lejos, muy lejos. Y que el presente, vulgar e incómodo, es nuestro mejor argumento. Que nuestros sentimientos son el único lugar que nos pertenece. Aunque sea mentira. Aunque tan sólo sea una verdad a medias.
Quizás lo que quiere decir es que lo único que importa es la batalla, la lucha, la supervivencia. Cerrar la puerta y abrir la siguiente.
Y mirar hacia delante.
Hilario J. Rodríguez. "El otro mundo". Ediciones del viento. La Coruña, 2009.

jueves, 22 de octubre de 2009

Regalo


Me considero afortunado por este regalo. Por la prosa de Norberto, por su gesto y, sobre todo, por descubrirme, darme a conocer el exquisito trabajo artístico de José Joaquín Beeme.
Esta plaquette es algo especial. Es un trabajo artesano. Único. Un tesoro de papel y cartulina hecho y pintado a mano. Una tirada de sólo treinta ejemplares cada uno con una cubierta distinta. Una ilustración acorde con el contenido de los relatos de Norberto Luis Romero: Un perro, como el Minotauro, con pelo de pluma y frágiles alas de libélula. Dentro el papel azul y los títulos en rojo con una original caligrafía. Cada cuento ilustrado, acompañado con dibujos de tinta china: sanguijuelas, helicornios, pirañas, polillas, tanzanitas y ácaros. “Criaturas voraces” ideadas por Norberto que José Joaquín Beeme materializa, guarda y encuaderna en este hermoso y estético libriccini de la “Colección Isla Moreau” y sus bestiarios ilustrados perteneciente a su microeditorial “La Torre degli Arabeschi”.
Esta plaquette es un regalo para contemplar con delicadeza y admiración. Un objeto para preservar del polvo, la humedad y el olvido. Para guardar en un lugar accesible y asombrar con él a los descreídos de la belleza.
Por fuera la creatividad de José Joaquín Beeme, y dentro, palpitando en el azul, la prosa de Norberto jugando con nuestros terrores insepultos; con el asco y la repulsión que nos producen esos diminutos animales: babosas, insectos, bichos y larvas.
Cuentos infantiles. Pesadillas de adulto.
Sanguijuelas que chupan la sangre. Terrores sumergidos en aguas negras y abrevaderos para animales.
Monstruosos caracoles carnívoros y su repulsivo rastro baboso. Cuentos de brujería y maldiciones. Avaricia humana, venenos y muerte dolorosa. Lascivia. Seres mutantes mitad humanos mitad moluscos.
Pirañas. Pez prehistórico. Dientes afilados. Hambre animal. Mascotas sin dueño. Realismo posible que me hace mirar con desconfianza las peceras y con lástima al gato del vecino que duerme en la ventana.
Una historia de canibalismo mezclando callejones oscuros, cuerpos descabezados, un enano dentro de un saco de yute, gato por liebre, mansiones decadentes, Hannibal Lecter y sus crujientes delicatessen y la madre momificada de Norman Beits. Muñecas de trapo y polillas como carcoma.
Moscas carrroñeras de color azul brillante que anuncian la muerte.
Animales microscópicos que producen insomnio y paranoia.
Norberto juega con mi subconsciente, me hace sonreír y me atemoriza. Hace que me levante y compruebe que las ventanas están bien cerradas, que pase el dedo índice por las baldas para comprobar que están limpias, amar los gatos de escayola y odiar las moscas que revolotean en los cementerios, e insistir al camarero que la carne, por favor, me gusta muy hecha.
Y después de esto cruzaré los dedos para que esta noche, al dormirme, no vengan a visitarme mis viejas fobias.

Norberto Luis Romero “Criaturas voraces”. Editado por La Torre degli Arabeschi. Edición artística de José Joaquín Beeme. Varese, (Italia), 2008.


José Joaquín Beeme y su editorial
http://latorredegliarabeschi.googlepages.com/home
Y su “Colección Isla Moreau”
http://latorredegliarabeschi.googlepages.com/allegrettomalinconico222

Blog de José Joaquín Beeme
http://www.blunotes.blogspot.com/

Norberto Luis Romero

martes, 20 de octubre de 2009

Alivio del frío


No tengo ninguna teoría acerca de la poesía. Ningún manual de uso y disfrute. Ninguna mercancía que vender.
Si acaso una herida.
Un susurro.
Un cobijo.
Sanatorio para un convaleciente.

No tengo ninguna certeza. Ninguna verdad absoluta. Ningún certificado de autenticidad.
Tan sólo me dejo llevar.
Arrastrar por la corriente.
Tomar aire
en su intensa brevedad.

Y creeré, sin saber, tan sólo presintiendo, que Fernando Sanmartín, en “Infiel a los disfraces”, habla de amor, verdad y lugar.

Del amor como petición y derrota.
Como vértigo y juego de naipes.
Como deseo y arrepentido final.
Del amor entregado en un beso a oscuras para no saber. Como confusión para desaprender. Como cartas escritas sin contestación.

Y pensaré palabras nuevas. Como desfigurándose. Palabras que son interruptor, llave que abre un cajón.
Porque desfigurar es una forma de empezar a olvidar. Es borrar la fecha escrita a lápiz en un papel. Repintar en azul sobre blanco.

Y será también verdad.
Del poema como verdad.
Como un vuelo roto.
Un paso atrás.

Y la verdad es

CONOCER el epitafio
de todas las certezas.
Y comenzar
De nuevo
.

Y eso me recuerda que RECOMENZAR, es una palabra que me enseño Fernando. Recomenzar es recomponer, comenzar de nuevo otra vez.

Y la verdad del pasado y sus alfileres clavándose, haciendo daño.
La verdad de retomar las preguntas y vivir jugando a ser inmune en los desolladeros.
Porque son muchas las definiciones del error.

Y está también un lugar. La ciudad de Fernando. Y un puente de piedra y un río.
Un lugar donde vivir y también un lugar donde esconderse.
Una ciudad que es biografía y huída, partida y regreso. Un abismo y un cementerio donde enterrar al padre y donde saber de una niñez gris, fugitiva e inexplicable.

Una ciudad que es viento y
un bar sin nombre y con humo,
un bar donde recitan
poetas que no quieren ser felices
.
Una ciudad que es pasado
y sombra
y cuarenta años cumplidos.
Una ciudad que es escenario donde ser engaño y verdad, donde recortar el pasado para conseguir DESCONOCERSE.

Quizás podamos interpretar los poemas. Retroceder partiendo de lo mínimo. Sobre lo mínimo reconstruir.
Tal vez no haga falta. Tal vez tan sólo se trate de un gesto sencillo. Igual que tiro hacia arriba de la colcha para taparme cuando tengo frío. Buscar cobijo y calor.

No tengo teorías ni certezas. Tan sólo un presentimiento.
Tan sólo siento
alivio del frío.


Fernando Sanmartín “Infiel a los disfraces”. Centro Cultural Generación del 27. Diputación de Málaga, 2008. Edición no venal.

jueves, 15 de octubre de 2009

Un sobre azul

Perdona Manuel, pero no he leído el prólogo. Me quedé desconcertado con la contraportada. No sé que son la posmodernidad ni el afterpop, así que empecé a leer “Órbita” acomplejado, intimidado, temiendo quedara en evidencia mi ignorancia.
Y el primer relato me planteó algo conocido; un deseo que siempre he pronunciado a solas y en secreto: encontrar el motivo, alguien o algo que justifique nuestra existencia.
El segundo me situó en un escenario que conozco: una Facultad y el hastío que provocan unos estudios aborrecidos. Una vida sin un pretexto para levantarse de la cama que termina por meter los dedos en un enchufe para impresionar a una chica.
Pero fue en el tercero cuando realmente lo descubrí. Cuando pisé tierra firme.
Una noche de copas conoces a un tipo que te cuenta historias de una forma distinta. Las historias de siempre. Historias que conoces bien porque has pasado por ellas o porque, alguna madrugada, has soñado con ellas. Tener dieciocho años. Vivir esperando el fin de semana. Abandonar la casa de nuestros padres, independizarse, dejar de estudiar, buscar un trabajo. La teoría de la reencarnación. Una mujer que recibe en su buzón cartas de un admirador secreto. Hacer cálculos con los números de las matrículas de los coches. Escribirle una carta a un escritor famoso. Robar un libro. Estudiar una carrera y abandonarla. Tener una novia y perderla. Ir a casa de tus padres a comer los domingos. Regalarles un contestador. Discutir con ellos. Reencontrarte con tu hermano después de años sin verle. Inventar un juego con un amigo para escapar de la rutina. Fingir, divertirse, hacerte pasar por lo que no eres. Cortázar, Dostoievski. Jazz y poesía. Alcohol y disfraces.
Argumentos, nomenclatura, sabores y materiales conocidos. Admiración. Encuentro. Desconcierto. Búsqueda. Escapatorias. Amigos. Borracheras. Amor. Familia. Lo que pasa es que mientras nosotros con esos materiales hacemos un vulgar bloque de ladrillos con las ventanas tapiadas, Miguel Serrano hace nueve edificios acristalados con patio interior, sótano, corriente eléctrica, buzón y trastero.
La diferencia está en que nuestras historias con los mismos argumentos no tenían final. Acababan en puntos suspensivos y en vulgares resacas del día después. No aprendíamos nada, no sacábamos ninguna conclusión, no tenían más fruto que carcajadas de corto alcance. Miguel, sin embargo, con una menestra de verduras cocina la metáfora del amor, con una bofetada corta la travesía, con una carta traza el destino. Miguel tiene una forma diferente de contar. La suya. Realista. Irónica. Poética. Surrealista. Como jugar a cifras y letras. Número exacto. Palabra de diez letras con cinco consonantes. Y de premio, bajo la puerta, un sobre azul con una declaración: Yo sólo estoy haciendo literatura.
Y ahora, Manuel, leeré el prólogo, y sabré si he acertado con todo o si, como siempre me sucede, de los seis números no he acertado ni uno.

Miguel Serrano Larraz. “Órbita” Editorial Candaya. Barcelona, 2009.

martes, 13 de octubre de 2009

Poco más de veinte años

Y que más da el día,
el frío,
la luz ausente.
Qué más da el presente,
la fecha,
el número elocuente.
Qué más da el calendario
si todo,
absolutamente todo,
está perdido de antemano.
Qué más da si este yo
resulta cómico,
vulgar
teatro de aficionado.
Qué más da el destello,
la palabra
desbordando el cauce,
qué más da
si tan sólo es belleza
condenada a ser instante.
¿A quién le importa
el cuándo?
¿A quién
esta ridícula mueca?
Qué más dan los jirones
la piel en carne viva,
qué más da la desnudez
si nadie mira.
Qué más da el todo
qué más da la nada,
si sé que mañana
amanecerá a destiempo.
Si sé que mañana
seguirán mis manos
temblando,
seguirán atadas
a tus párpados cerrados.



Poema de Jorge del Frago.

La imagen es del fotógrafo canadiense Levi Wedel.
http://www.leviwedel.com/




viernes, 9 de octubre de 2009

Cumpliendo años

Me gustaría ser como ellos.
Apoyar el codo en la barra y mirar así, con descaro y de frente, sin miedo ni debilidad. Ser como ellos. Mirar como miran ellos en lugar de arrastrar siempre este mirar mío, este mirar asustado, cobarde, indeciso y vegetal.
Me gustaría atronar el bar los lunes hablando del partido, el árbitro y los jugadores. Discutir con alguien. Decir atraco, hijoputa y cojones con absoluta naturalidad. Hablar como hablan ellos en lugar de pedir siempre disculpas y las cosas por favor.
Me gustaría arrojar un billete de cincuenta sobre la barra y pedirle cambio a la camarera. Retar a la máquina tragaperras. Decir que esta ronda la pago yo. Dejar siempre propina en lugar de sonreír estúpidamente mientras busco alguna moneda en el bolsillo del pantalón.
Me gustaría mirar la televisión y escupir en público mi desprecio a los culpables, tener enemigos con rostro, cuernos y apellidos en lugar de sentarme, esconderme a diario en un rincón y volver a dudar otra vez de mí.
Me gustaría hablar por el móvil en voz alta de negocios, restaurantes, copas y amantes en lugar de conversar siempre conmigo y en silencio hacer inventario de renuncias, errores, obediencias y eclipses.
Tomar a media mañana raciones, bocadillos y cervezas en lugar de pedir por favor un descafeinado de máquina y ponerme, donde no me vea nadie, a escribir versos, cuentos chinos, autorretratos de papel.
Me gustaría medir el éxito sencillamente, utilizando centímetros y quilates de oro y un coche alemán aparcado en la puerta del bar. Ser lo que puedes ver en lugar de vendedor ambulante de humo, espejismos, calabazas y pompas de jabón.
Hablar soltando tacos, mirar de frente y entender la vida en lugar de estar aquí aturdido, confuso y herido, arrancando espinas de lo más profundo del ayer.
Tener las espaldas bien anchas en lugar de caminar encorvado. Las manos recias, macizas, en lugar de inútiles, frágiles líneas en un papel. Cantar en la ducha y tener recetas para arreglar el mundo en lugar de coleccionar tachaduras, sombras, zurcidos y castillos en el aire.
Me gustaría ser como ellos.Me gustaría ser matemático, domador de leones, cerrajero, lanzador de cuchillos. No utilizar nunca las palabras duelo, biografía, arrepentimiento ni rebelión. Vivir sin esperar cada día la primavera, sin poner cada noche en hora el reloj.
Texto de Jorge del Frago
Fotografía de Rafa Llano

martes, 6 de octubre de 2009

El círculo hermético


Y tan hermético…y no digo más, que desvelar cualquier pequeña pista puede ser fatal para la necesaria y placentera investigación lectora. Y es que la redonda propuesta de Lalana y Almárcegui es todo un reto para aquellos que gustan de juntar las piezas, elaborar esquemas mentales, recrear los hechos, bucear, y plantear hipótesis.

Al compás de una acción trepidante, si además te apetece jugar con los escenarios (tan cercanos a ti, si frecuentas las calles zaragozanas), y enfundarte en la piel de los protagonistas, te auguro dos días –el libro engancha de tal manera que devorarás sus páginas-, de intensidad detectivesca, de misterios por resolver, de indagación permanente.

Acude a tu cita, hazlo, y encontrarás un mucho de relato histórico, un más de novela negra, aventuras, confesiones y amoríos, y hasta morbosos salpicones de gore al estilo aragonés, que de todo tiene este libro. Y no digo más, que la maraña de “El Círculo” te aguarda. Entrégate a sus argumentos. No temas. No sufrirás martirio alguno..., y acabarás por descubrir unas miradas..., diferentes.

Y no digo más....que con esto último, ya he dicho bastante...

¿Cuánto tiempo más serás capaz de esperar para empezar a desentrañar el secreto?

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El Círculo Hermético
Autores: Fernando Lalana – José María Almárcegui.
Editorial: Editorial San Pablo Año de publicación: 2009. Número de páginas: 552
Genero: Novela. Colección: Novela juvenil.

Texto y fotografía de Sigfrido González.
http://www.flickr.com/photos/sifro/

viernes, 2 de octubre de 2009

Muñecas rusas

Si fuera un lector con un amplio fondo de armario podría hacer referencias y comparaciones. Pero tan sólo soy un novato con muy mala memoria. Así que para mí este libro ha sido todo un descubrimiento, una nueva forma, algo que nunca había leído.
Si fuera un auténtico crítico citaría algunas teorías literarias sobre la creación para analizar su contenido. Pero he sido un estudiante de poco provecho y me aburre ese lenguaje. Así que para decir lo que hay dentro hablaré de originalidad, de cajas sorpresa, de ambición y obsesión, rompecabezas, chisteras de mago y muñecas rusas. Que es posible escribir saliéndose de los márgenes, saltándose las señales de prohibido el paso.
Y es que esta “Emma Roulotte, es usted” sorprende en la segunda página, cuando el autor que la está escribiendo aparece en la historia sin saber cómo continuarla. Como si en un teatro de títeres el tipo que maneja los hilos se quedara parado y los muñecos decidieran seguir actuando por su cuenta y riesgo. Dos páginas y se rompen todos los esquemas. Y con ese descubrimiento pierdo la inocencia y algún prejuicio estético.
A partir de ahí su desarrollo me desbordó; me adelantó por la derecha a toda velocidad. Cada historia se enlaza con la siguiente, la continúa como en una desenfrenada carrera de relevos. Y fue entonces cuando pensé en la Matrioska, esa muñeca rusa que la abres y te encuentras otra dentro. Un relato llevando al siguiente, y entre medias, como marca de la casa, esas cajas sorpresa apareciendo en cada capítulo; pasando de mano en mano. Cajas vacías sin remitente ni destinatario conocido que guardan un enigma, cajas llenas de palabras con las que poder escribir una historia encajando sus piezas como si fuera un rompecabezas.
Norberto Luis Romero sorprende por su imaginación. Utiliza el libro como la chistera de un mago, en cada relato un asombro, un más difícil todavía. Cambia de estilo y argumento como salta un trapecista, como un artista estrenando vestuario en cada número. Personajes, situaciones y lugares distintos cada vez. Ciencia ficción, surrealismo kafkiano, realismo sucio y cuentos de las mil y una noches. Y eso no lo sabe hacer cualquiera.
“Emma Roulotte, es usted” es un libro que tiene la literatura como común denominador. Un libro que habla de la creación literaria, de la ambición por escribir, de los efectos secundarios y los daños propios y colaterales que produce la escritura: intoxicación, fracasos, negros, fantasías, plagios, carcajadas, fármacos estimulantes y una tienda donde poder comprar todas las palabras con las que hacer una novela.
Escribir es un juego en el que todo es posible. No hay reglas. Todo puede alterarse, cambiarse, rehacerse. Escribir es la única forma posible para crear nuestra propia historia, nuestra propia realidad; eliminar lo que no nos gusta e inventar el final perfecto.
Y Emma Roulotte lo descubre. Al fin y al cabo para eso Norberto la ha creado.

Norberto Luis Romero “Emma Roulotte, es usted”. Editorial Eclipsados. Zaragoza, 2009.