Pasión por las cosas bellas
Esta velada está dedicada a un amigo, José Joaquín Beeme, y es siempre hermoso poder hablar de una persona que nuestro corazón ha clasificado entre los amigos. La concordancia, la simpatía, la comprensión que estalló de inmediato entre nosotros, fue ciertamente favorecida por nuestro origen mediterráneo, siendo él español y yo siciliano. Ambos proveníamos de dos realidades que, históricamente, tienen mucho en común: los españoles han dejado su huella en la mentalidad y en las costumbres sicilianas, al igual que los árabes, que han estado tanto en Sicilia como en España. Las raíces compartidas han ayudado a que nos entendiéramos sin demasiadas palabras, haciendo que nuestra relación adquiriese un espesor tal, que se diría que tiene orígenes lejanos en el tiempo.
No es casual que su casa en Angera se llame La Torre degli Arabeschi, el mismo de su aventura editorial-artística, que trae a las mientes las bellísimas construcciones que los árabes han dejado en España. Un signo, una arquitectura que me unía a él, como tantas otras cosas: la comunidad de educación, de latitudes, el pasado que llevamos encima. Había, pues, muchas razones para que la amistad echase a andar con sencillez y naturalidad, incluso muchas ideas en común, que nos permiten pensar que aquélla preexistía antes de nuestro encuentro, como si estuviese en el orden de las cosas.
José Joaquín vino a Italia en 2002, proveniente de Zaragoza, para enriquecer la oficina de publicaciones del Centro Comune di Ricerca que la Unión Europea tiene en Ispra. Italia se ha convertido en su segunda patria y, como buen ciudadano, ha empezado a regalarle los dones de su inteligencia. En estos años no sólo ha estrechado lazos de humanidad, sino que ha dejado traza de su vena creativa en muchas publicaciones que aquí han visto la luz. Recordaré su dirección artística para la asociación Altre Latitudini; los libros-cedé de la serie Il Fiore meraviglioso, tres hasta ahora, editados por la Asociación Nacional de Partisanos, que recogen testimonios de la Resistencia en el Lago Mayor; el libro editado con motivo del 150º aniversario de las Cerámicas de Laveno...
José Joaquín es un personaje poliédrico, pero su cifra estilística está ligada al aspecto gráficoinventivo. Tras titularse en Leyes, siguió cursos de cinematografía enderezando un doctorado en Historia del Cine (de hecho, el Séptimo Arte comparece en sus libros, come sucede siempre que en la vida perseguimos algo con pasión y deleite). Durante muchos años, luego, antes de venir a nuestro país, colaboró en la casa editorial Unaluna —ahora la lleva su hermano— en los planos gráfico y literario.
No todo cuanto ha producido está presente en la Villa Frua, por razones expositivas: considérenlo como una degustación de su obra. Ama estudiar, maquetar, estructurar los textos, y, al igual que otros pocos en Italia como Casiraghy, con su Pulcinoelefante, que también ha expuesto en este atrio, tiene la pasión por los libros de arte, elaborados artesanalmente, uno a uno, en número limitadísimo (no más de 30 ejemplares).
Todavía se apasiona por las cosas hermosas, refinadas, por los materiales usados, por las sensaciones que ofrece la materia misma. Como podrán ver, no hay un librito que se repita o que use los mismos ingredientes. Sus obras son un desafío a la inventiva, una girándola de invenciones gráficas, de colores, de ideas que se realizan: un mundo visto como a través de un caleidoscopio.
Pero no se trata sólo de inventiva; también de pensamiento, reflexión, poesía, porque muchos libros presentan fragmentos de conocidos escritores y también de sus propios textos. En pocos años, han salido de su sombrero de mago casi un centenar de obras, agrupadas en distintas colecciones.
Las vitrinas, ay, “disecan” su trabajo, porque cada libro debería hojearse lentamente, ser observado en sus mínimos detalles, para captar plenamente la idea que lo vertebra y que él desea expresar. Por eso, José Joaquín ha recogido en los cuadros las ilustraciones que figuran en el interior de muchos de los libros.
Termino con un ejemplo. Naufragios es la historia de una persona que, habiendo elegido un barco por casa, ha creado en torno a ella un halo de misterio y de leyenda, una vida marcada por grandezas y desventuras. Cada fotografía se acompaña de poesías (Pavese, Kavafis, Pesoa, el propio Beeme) cuya misión es instaurar entre imágenes y textos una íntima relación, una iluminación. La foto de portada se presta a dos lecturas: el ‘náufrago’ encerrado en su embarcación, capullo donde rumia el tiempo ido, y un hombre cuyos ojos parecen lanzar, con resignada melancolía, un hilo de unión con la especie humana.
Ojalá la inventiva y el estro creativo de José Joaquín Beeme sigan donándonos estos pequeños, preciosos objetos de arte.
Giuseppe Musumeci
Profesor de Literatura e historiador.
Esta velada está dedicada a un amigo, José Joaquín Beeme, y es siempre hermoso poder hablar de una persona que nuestro corazón ha clasificado entre los amigos. La concordancia, la simpatía, la comprensión que estalló de inmediato entre nosotros, fue ciertamente favorecida por nuestro origen mediterráneo, siendo él español y yo siciliano. Ambos proveníamos de dos realidades que, históricamente, tienen mucho en común: los españoles han dejado su huella en la mentalidad y en las costumbres sicilianas, al igual que los árabes, que han estado tanto en Sicilia como en España. Las raíces compartidas han ayudado a que nos entendiéramos sin demasiadas palabras, haciendo que nuestra relación adquiriese un espesor tal, que se diría que tiene orígenes lejanos en el tiempo.
No es casual que su casa en Angera se llame La Torre degli Arabeschi, el mismo de su aventura editorial-artística, que trae a las mientes las bellísimas construcciones que los árabes han dejado en España. Un signo, una arquitectura que me unía a él, como tantas otras cosas: la comunidad de educación, de latitudes, el pasado que llevamos encima. Había, pues, muchas razones para que la amistad echase a andar con sencillez y naturalidad, incluso muchas ideas en común, que nos permiten pensar que aquélla preexistía antes de nuestro encuentro, como si estuviese en el orden de las cosas.
José Joaquín vino a Italia en 2002, proveniente de Zaragoza, para enriquecer la oficina de publicaciones del Centro Comune di Ricerca que la Unión Europea tiene en Ispra. Italia se ha convertido en su segunda patria y, como buen ciudadano, ha empezado a regalarle los dones de su inteligencia. En estos años no sólo ha estrechado lazos de humanidad, sino que ha dejado traza de su vena creativa en muchas publicaciones que aquí han visto la luz. Recordaré su dirección artística para la asociación Altre Latitudini; los libros-cedé de la serie Il Fiore meraviglioso, tres hasta ahora, editados por la Asociación Nacional de Partisanos, que recogen testimonios de la Resistencia en el Lago Mayor; el libro editado con motivo del 150º aniversario de las Cerámicas de Laveno...
José Joaquín es un personaje poliédrico, pero su cifra estilística está ligada al aspecto gráficoinventivo. Tras titularse en Leyes, siguió cursos de cinematografía enderezando un doctorado en Historia del Cine (de hecho, el Séptimo Arte comparece en sus libros, come sucede siempre que en la vida perseguimos algo con pasión y deleite). Durante muchos años, luego, antes de venir a nuestro país, colaboró en la casa editorial Unaluna —ahora la lleva su hermano— en los planos gráfico y literario.
No todo cuanto ha producido está presente en la Villa Frua, por razones expositivas: considérenlo como una degustación de su obra. Ama estudiar, maquetar, estructurar los textos, y, al igual que otros pocos en Italia como Casiraghy, con su Pulcinoelefante, que también ha expuesto en este atrio, tiene la pasión por los libros de arte, elaborados artesanalmente, uno a uno, en número limitadísimo (no más de 30 ejemplares).
Todavía se apasiona por las cosas hermosas, refinadas, por los materiales usados, por las sensaciones que ofrece la materia misma. Como podrán ver, no hay un librito que se repita o que use los mismos ingredientes. Sus obras son un desafío a la inventiva, una girándola de invenciones gráficas, de colores, de ideas que se realizan: un mundo visto como a través de un caleidoscopio.
Pero no se trata sólo de inventiva; también de pensamiento, reflexión, poesía, porque muchos libros presentan fragmentos de conocidos escritores y también de sus propios textos. En pocos años, han salido de su sombrero de mago casi un centenar de obras, agrupadas en distintas colecciones.
Las vitrinas, ay, “disecan” su trabajo, porque cada libro debería hojearse lentamente, ser observado en sus mínimos detalles, para captar plenamente la idea que lo vertebra y que él desea expresar. Por eso, José Joaquín ha recogido en los cuadros las ilustraciones que figuran en el interior de muchos de los libros.
Termino con un ejemplo. Naufragios es la historia de una persona que, habiendo elegido un barco por casa, ha creado en torno a ella un halo de misterio y de leyenda, una vida marcada por grandezas y desventuras. Cada fotografía se acompaña de poesías (Pavese, Kavafis, Pesoa, el propio Beeme) cuya misión es instaurar entre imágenes y textos una íntima relación, una iluminación. La foto de portada se presta a dos lecturas: el ‘náufrago’ encerrado en su embarcación, capullo donde rumia el tiempo ido, y un hombre cuyos ojos parecen lanzar, con resignada melancolía, un hilo de unión con la especie humana.
Ojalá la inventiva y el estro creativo de José Joaquín Beeme sigan donándonos estos pequeños, preciosos objetos de arte.
Giuseppe Musumeci
Profesor de Literatura e historiador.
1 comentario:
Toda mi admiración por sus hermosas y cuidadas ediciones.
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