viernes, 7 de septiembre de 2012

Para convencidos e incrédulos


Reseña publicada en el suplemento "Artes&Letras" del Heraldo de Aragón, el jueves 6 de septiembre de 2012.
http://haciaotrasaventurasmashermosas.blogspot.com.es/

Creo que mienten aquellos que se presentan como analistas capaces de explicar el sentido de la poesía. Intérpretes categóricos de su enigma, traductores simultáneos de su ADN, pescadores a mano de peces en mar abierto. La poesía no es algo científico. Hay una parte escurridiza, salvaje, inaprensible, a la vista, impresionista, sensitiva, abstracta e inaccesible. La poesía es simple, subjetiva e irracional seducción. Y eso significa que no toda la poesía lo consigue.
Hay una poesía utilitaria, poesía descriptiva, de juegos florales y cartones de bingo; y hay una poesía del subconsciente y el acto reflejo, poesía torrencial e impetuosa, poesía surreal del realismo, juego del lenguaje y la inversión del objeto, caos y orden, musicalidad y hedonismo, posesión y ensalmo. Ramiro Gairín pertenece a ese grupo sin número de socio. A ese grupo sin generación que, feliz e infectado, acéfalo y voraz, se deja llevar, dominar por las palabras y su abismo reconfortante. Y con él nos arrastra a nosotros. Seducidos, borrachos y lúcidos; el oído y el martillo, la vibración y el oleaje, la anarquía y la canción de cuna, el amor y sus mil maneras de sentir y nombrar.   
Que nadie lea los poemas en prosa de “El mar en el buzón” buscando la lógica, la filosofía utilitaria, la explicación de andar por casa para dejarle tranquilo y seguir consumiendo anestésicos, paracetamol y laxantes. Sus poemas son cadencia, sonoridad, acorde y armonía con la que nos hace sentir una extraña euforia: “No sé extraer los símbolos, escribo lo que veo. Estoy ante el prodigio, no hay lección necesaria, no hay estrellas fugaces ni cometas”. 
Pero si somos espíritus pragmáticos, ateos o agnósticos devotos de Santo Tomás; si somos de los que cuando nos encierran en una jaula necesitamos saber el nombre del animal que va a devorarnos; si somos de los que sólo creemos en la verdad de los poemas que podamos hacer nuestros porque hayamos comprendido (en parte) su significado, incluso si somos de los que queremos utilizar poemas de amor para ligarnos a nuestra vecina de enfrente, en este “mar en el buzón” también los encontraremos. Poemas enteros, párrafos sueltos, una línea, una esquirla, una conjunción; un préstamo, una receptación. Prosa camuflada, armónica para los necesitados de cierta claridad, para los que necesitan sentir el suelo bajo sus pies. Metáforas que son animales domesticados que muerden con dientes manchados de nicotina y café. Ella y su rastro, su perfume, su absoluta presencia; ella como excusa y razón para todo. Las palabras nos pasarán por encima pisoteándonos, morderemos el polvo de su forma y color; su sonido en otro idioma que nos convertirá en insomnes mecidos en su melodía. 
Ramiro Gairín. “El mar en el buzón”. 70 páginas. Ediciones Vitruvio. Madrid, 2012.

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