Lo más habitual es que un libro te lleve a otro libro. Pero en el caso de “Vive como puedas”, la excelente novela de Joaquín Bergés, sucede que en lugar de a un libro te lleva a una película.
La primera referencia que encuentras está en la solapa: “Vive como puedas” no oculta su guiño a la familia libertaria y anticonvencional de una famosa comedia de Frank Capra de parecido título.
Y la siguiente, ya explícita, está en el texto: “Ve a un videoclub y alquila “Vive como quieras” de Frank Capra, luego vuelve por aquí y hablaremos de la vanidad”. Y ese ya es un anzuelo lo suficientemente atrayente como para picar.
Posteriormente, el protagonista de la novela, da una explicación de la película: “Vive como quieras es el retrato de una familia muy singular compuesta por unos extravagantes miembros que viven por y para sus aficiones, sin someterse a las normas laborales y sociales del sistema. Más bien lo contrario, tratan de alcanzar sus sueños sin preocuparse de si son lo suficientemente prácticos para proporcionarles un medio de vida. Es una película estrafalaria y deliciosa. El final ha llegado ha emocionarme, contagiándome una dosis de fugaz optimismo que por desgracia no he podido compartir con nadie.
Ahora bien, si la película tratara sobre mi familia debería titularse Vive como puedas, porque la voluntad de vivir es inversamente proporcional al número de bocas que dependen de mi sueldo. Y del mío dependen demasiadas como para que la voluntad prevalezca sobre la potencia”.
Y reconozco que esa comparación entre tratar de alcanzar los sueños como medio de vida de los que trata la película y la cruda y corriente realidad de la novela (y mi propia vida) en la que me vi reflejado fue lo que llamó mi atención. Esa posibilidad utópica fue lo que me hipnotizó, se metió dentro de mi cabeza y me hizo buscar información sobre esa extravagante familia. Y lo primero que descubrí es que era una vieja película de 1938. Una vieja película en blanco y negro. Y ese segundo anzuelo, (mi irresistible e irracional atracción por las películas y las fotografías en blanco y negro) me decidió a comprar la película de Capra y a ponerla junto a la novela de Joaquín Bergés, como el pack indivisible de un supermercado.
Y tal y como se cuenta en la novela: “Pues así es. Acabé la carrera y hasta comencé a prepararme para ser pediatra, pero entonces sucedió algo… -¿Qué? –Que vi esa película. Vi cómo Vanderhof le propone al señor Poppins que deje su trabajo de contable y se dedique a fabricar sus pequeños autómatas. Entonces comprendí que no quería ser médico” sucede en la película cuando apenas lleva unos minutos: ¿Le gusta el trabajo que está haciendo? ¿No?, ¿pues porqué lo hace? ¿No le gustaría hacer otra cosa?, ¿hacer lo que quiere, lo que realmente le gusta? Y esa es una invitación demasiado buena como para poder resistirse.
“Vive como quieras” es la historia de una familia singular, anticonvencional, a contracorriente. Una familia de lunáticos, una encantadora pandilla de locos a los que no les interesa el dinero y por la que sientes una simpatía inmediata nada más conocerlos. Su hogar es una casa de acogida, un lugar en el que está permitida la creatividad y en el que se trabaja silbando la melodía de los enanitos de Blancanieves. Trabajaremos, nos esforzaremos y nos divertiremos. Bendita utopía que me hizo recordar la frase subrayada en “Angelitos negros”, la novela de José Luis Galar: “…amigo, divórciese de la utopía. La utopía está bien como amante de juventud, pero no como esposa para toda la vida”.
Y entonces surge la inevitable racionalidad, la cruda realidad. Y la película te resulta una historia ingenua e irreal. Una ilusión que se queda en eso, en una película. Una amable y feliz comedia sobre la fuerza del amor y el valor de la amistad en la que destaca el desprecio por la avaricia, que no es verdad eso de que todo tiene un precio y el dinero todo lo puede. Tal y como se dice en la novela: “Esa película es un himno a unos valores vitales que están en peligro de extinción”.
Pero a pesar de querer obviarla, la utopía se hace demasiado atrayente para negarla, darle la espalda, renunciar a ella; hacer como si no la hubiera escuchado. ¿Y si fuera posible?, ¿y si fuera realizable algo así?, hacer el trabajo que nos divierte, nos gusta, nos hace feliz. Conseguir que el trabajo no se convierta en una obligación ingrata sino en un motivo de diversión y felicidad. Silbar y trabajar. ¿Es eso posible?
Supongo que no hay una respuesta absoluta para esa pregunta. Que es una respuesta condicionada a las circunstancias de cada uno, una respuesta llena de matices, de casuística individual. Sí, pero, ¿por qué no?, ¿por qué renunciar?, ¿por qué debemos resignarnos a la condena de un trabajo que no nos proporciona ninguna satisfacción?
Y reconozco que soy influenciable a ese mensaje, a esa utopía; que me gustaría creer que es posible porque yo soy uno más de los muchos que no disfrutan con su trabajo. Tal vez estos tiempos modernos en color no nos lo permitan. Tal vez todo sea demasiado caro. Tal vez sea una ilusión, la quimera de una vieja película sentimental en blanco negro. O tal vez deberíamos pensar en nuestra codicia. En todas esas falsas o superfluas necesidades que nosotros mismos nos hemos creado para tapar nuestra desdicha. En que no necesitemos tanto para vivir y no nos hayamos dado cuenta; o que nunca nos hayamos parado a pensar en eso. Vivir con menos pero disfrutando. Y eso es de lo que precisamente trata la novela de Joaquín Bergés y la película de Frank Capra.
Sí, ¿por qué no? Me gustaría verme así, divirtiéndome con mí trabajo. Formar parte de esa pandilla de locos que ganan poco dinero, pero que son inmensamente felices con lo que hacen. Bendito sueño imposible de la vida. Bendita utopía.
Frank Capra. “Vive como quieras”. Jean Arthur, Lionel Barrymore, James Stewart, Edward Arnold. Columbia Pictures, 1938.
Joaquín Bergés. “Vive como puedas”
La primera referencia que encuentras está en la solapa: “Vive como puedas” no oculta su guiño a la familia libertaria y anticonvencional de una famosa comedia de Frank Capra de parecido título.
Y la siguiente, ya explícita, está en el texto: “Ve a un videoclub y alquila “Vive como quieras” de Frank Capra, luego vuelve por aquí y hablaremos de la vanidad”. Y ese ya es un anzuelo lo suficientemente atrayente como para picar.
Posteriormente, el protagonista de la novela, da una explicación de la película: “Vive como quieras es el retrato de una familia muy singular compuesta por unos extravagantes miembros que viven por y para sus aficiones, sin someterse a las normas laborales y sociales del sistema. Más bien lo contrario, tratan de alcanzar sus sueños sin preocuparse de si son lo suficientemente prácticos para proporcionarles un medio de vida. Es una película estrafalaria y deliciosa. El final ha llegado ha emocionarme, contagiándome una dosis de fugaz optimismo que por desgracia no he podido compartir con nadie.
Ahora bien, si la película tratara sobre mi familia debería titularse Vive como puedas, porque la voluntad de vivir es inversamente proporcional al número de bocas que dependen de mi sueldo. Y del mío dependen demasiadas como para que la voluntad prevalezca sobre la potencia”.
Y reconozco que esa comparación entre tratar de alcanzar los sueños como medio de vida de los que trata la película y la cruda y corriente realidad de la novela (y mi propia vida) en la que me vi reflejado fue lo que llamó mi atención. Esa posibilidad utópica fue lo que me hipnotizó, se metió dentro de mi cabeza y me hizo buscar información sobre esa extravagante familia. Y lo primero que descubrí es que era una vieja película de 1938. Una vieja película en blanco y negro. Y ese segundo anzuelo, (mi irresistible e irracional atracción por las películas y las fotografías en blanco y negro) me decidió a comprar la película de Capra y a ponerla junto a la novela de Joaquín Bergés, como el pack indivisible de un supermercado.
Y tal y como se cuenta en la novela: “Pues así es. Acabé la carrera y hasta comencé a prepararme para ser pediatra, pero entonces sucedió algo… -¿Qué? –Que vi esa película. Vi cómo Vanderhof le propone al señor Poppins que deje su trabajo de contable y se dedique a fabricar sus pequeños autómatas. Entonces comprendí que no quería ser médico” sucede en la película cuando apenas lleva unos minutos: ¿Le gusta el trabajo que está haciendo? ¿No?, ¿pues porqué lo hace? ¿No le gustaría hacer otra cosa?, ¿hacer lo que quiere, lo que realmente le gusta? Y esa es una invitación demasiado buena como para poder resistirse.
“Vive como quieras” es la historia de una familia singular, anticonvencional, a contracorriente. Una familia de lunáticos, una encantadora pandilla de locos a los que no les interesa el dinero y por la que sientes una simpatía inmediata nada más conocerlos. Su hogar es una casa de acogida, un lugar en el que está permitida la creatividad y en el que se trabaja silbando la melodía de los enanitos de Blancanieves. Trabajaremos, nos esforzaremos y nos divertiremos. Bendita utopía que me hizo recordar la frase subrayada en “Angelitos negros”, la novela de José Luis Galar: “…amigo, divórciese de la utopía. La utopía está bien como amante de juventud, pero no como esposa para toda la vida”.
Y entonces surge la inevitable racionalidad, la cruda realidad. Y la película te resulta una historia ingenua e irreal. Una ilusión que se queda en eso, en una película. Una amable y feliz comedia sobre la fuerza del amor y el valor de la amistad en la que destaca el desprecio por la avaricia, que no es verdad eso de que todo tiene un precio y el dinero todo lo puede. Tal y como se dice en la novela: “Esa película es un himno a unos valores vitales que están en peligro de extinción”.
Pero a pesar de querer obviarla, la utopía se hace demasiado atrayente para negarla, darle la espalda, renunciar a ella; hacer como si no la hubiera escuchado. ¿Y si fuera posible?, ¿y si fuera realizable algo así?, hacer el trabajo que nos divierte, nos gusta, nos hace feliz. Conseguir que el trabajo no se convierta en una obligación ingrata sino en un motivo de diversión y felicidad. Silbar y trabajar. ¿Es eso posible?
Supongo que no hay una respuesta absoluta para esa pregunta. Que es una respuesta condicionada a las circunstancias de cada uno, una respuesta llena de matices, de casuística individual. Sí, pero, ¿por qué no?, ¿por qué renunciar?, ¿por qué debemos resignarnos a la condena de un trabajo que no nos proporciona ninguna satisfacción?
Y reconozco que soy influenciable a ese mensaje, a esa utopía; que me gustaría creer que es posible porque yo soy uno más de los muchos que no disfrutan con su trabajo. Tal vez estos tiempos modernos en color no nos lo permitan. Tal vez todo sea demasiado caro. Tal vez sea una ilusión, la quimera de una vieja película sentimental en blanco negro. O tal vez deberíamos pensar en nuestra codicia. En todas esas falsas o superfluas necesidades que nosotros mismos nos hemos creado para tapar nuestra desdicha. En que no necesitemos tanto para vivir y no nos hayamos dado cuenta; o que nunca nos hayamos parado a pensar en eso. Vivir con menos pero disfrutando. Y eso es de lo que precisamente trata la novela de Joaquín Bergés y la película de Frank Capra.
Sí, ¿por qué no? Me gustaría verme así, divirtiéndome con mí trabajo. Formar parte de esa pandilla de locos que ganan poco dinero, pero que son inmensamente felices con lo que hacen. Bendito sueño imposible de la vida. Bendita utopía.
Frank Capra. “Vive como quieras”. Jean Arthur, Lionel Barrymore, James Stewart, Edward Arnold. Columbia Pictures, 1938.
Joaquín Bergés. “Vive como puedas”
2 comentarios:
Me ha emocionado tu sinceridad, Luis, al hablar de esa utopía. Creo que has hablado por boca de casi todos, porque ¿quién realmente vive como quiere? ¿Quién? Conozco gente prejubilada (el summum de Occidente) ¡¡¡que también se queja de no vivir como quiere!!! Entonces, ¿dónde está el problema? Quizá en la misma insatisfacción que supone vivir: un ejercicio condenado al fracaso. Tal vez la utopía está bien así, como una utopía, un sueño inalcanzable por el que es lícito luchar (y mantener viva la ilusión) aunque sepamos que es eso mismo: inalcanzable. Muchos abrazos.
Admirado y estimado Joaquín:
Sí, es posible que vivir sea un ejercicio condenado al fracaso, que produzca insatisfacción, que no haya respuestas, ni vacunas inmunológicas. Que entonces lo único que nos quede sea un actitud. Como tú dices: mantener viva la ilusión. Por eso creo que la película se ajusta más a ese idealismo un tanto ingenuo, aunque realmente estimulante, que tu muy bien describiste en tu novela. La película resulta más próxima a la utopía y tu novela más próxima a la realidad. Por eso "Equilucuá" la palabra mágica que recuperó el protagonista de tu novela y que le sirve de conjuro de felicidad y equilibrio, haber pasado por todas esas peripecias para encontrar su sitio, soportar su reflejo.
Sí, hay mucho insatisfecho, yo entre ellos. Cada uno tendrá su motivo, y la utopía seguramente sea inalcanzable. Algunos se quedarán en la amarga queja, pero yo he decidido no renunciar. Aunque sólo sea por ahora.
Un fuerte y agradecido abrazo.
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