Se cumplen 600 años de dos episodios
históricos claves
La
revista cultural TURIA distribuirá su nuevo número a partir del próximo día 19
de junio y, como es habitual, entre la amplia variedad temática de los textos
que componen el sumario, los lectores que se interesan por los asuntos y
protagonistas aragoneses no quedarán defraudados. Les aguardan dos sugestivos
artículos: el primero de ellos dedicado a analizar dos episodios históricos de
gran trascendencia que tuvieron lugar en 1412 y de los que se cumple, por tanto,
su 600 aniversario: la
Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe. Ambos son
objeto de un interesante artículo elaborado por Esteban Sarasa Sánchez,
profesor titular de Historia Medieval de la Universidad de
Zaragoza.
También
las páginas de TURIA se publica la segunda y última entrega de un pormenorizado
trabajo de divulgación acerca de uno de los personajes más singulares del siglo XIX turolense: el escritor,
profesor y político Manuel Polo y Peyrolón. Quien fuera uno de los más
prolíficos y activos protagonistas del conservadurismo español, mostró siempre
un verdadero compromiso social y creativo con Teruel. Carlista, católico y
costumbrista, Polo y Peyrolón dispone ya de una aproximación amena y rigurosa que
nos redescubre su controvertida biografía y su muy nutrida obra.
El precedente de la unión dinástica de Aragón y Castilla
A
través del trabajo escrito por Esteban Sarasa, TURIA ofrece la posibilidad de
conocer más y mejor la
Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe. Dos
acontecimientos, ocurridos a comienzos del siglo XV, de gran trascendencia para
Aragón y su Corona por ser el comienzo de una nueva dinastía y el precedente de
la unión dinástica de Aragón y Castilla con los Reyes Católicos. Además, el
Compromiso de Caspe tuvo especial repercusión histórica, no sólo en la Corona de Aragón, sino
también en el resto de España y aun en la historia de Europa.
Como subraya el profesor Sarasa, “a lo largo de cien
años (1369-1469) se desarrolló todo un
proyecto político y de hegemonía peninsular entre los siglos XIV y XV, con el
punto de inflexión de 1412 que tuvo al territorio de Aragón como escenario
principal de unos hechos que cambiaron la historia española y también europea
por las consecuencias de la entronización trastámara en la Corona de Aragón, con su
política papal y su presencia mediterránea en disputa con las potencias
continentales del momento y del resto del siglo XV”.
Dicho
proyecto político tuvo uno de sus momentos más trascendentales en 1412 cuando,
primero en Alcañiz, se convoca a un parlamento común entre aragoneses,
catalanes, y valencianos. Y, sobre todo, cuando posteriormente en Caspe se
produce la sentencia arbitral que dio continuidad a la Corona de Aragón y resolvió
el problema sucesorio que se produjo con la muerte sin heredero legítimo de
Martín el Humano en 1410.
Durante
los dos largos años en que se dilucidó la cuestión de la sucesión, la Corona de Aragón estuvo en
una situación política muy inestable, debido a que sin la figura del rey que
aunaba a la población, y muy especialmente a la nobleza, el reino se dirigía
hacia una guerra civil, produciéndose en esa época varias revueltas y
asesinatos. Para solucionar este vacío de poder, los Parlamentos de los reinos
de Aragón, Cataluña y Valencia, acordaron en Alcañiz el 15 de febrero de 1412,
que tres personas designadas por cada uno de ellos fueran los que eligieran al
nuevo rey, en un plazo de dos meses prorrogables a otros dos. Estas nueve
personas, se reunieron el día 18 de abril, en Caspe, para escuchar a todos los
pretendientes, y valorar los méritos de cada uno Surgieron varios candidatos de
diferentes procedencias y con lazos de sangre más o menos cercanos con el
anterior rey. Desde un principio la
pugna estuvo entre, D. Fernando de Antequera y D. Jaime, Conde de Urgel. El día
24 de junio se procedió a la votación, y Fernando de Antequera resultó el
elegido por varias razones: por ser el que tenía parentesco más cercano con
Martín I, porque el reino de Aragón, que apostó por este candidato, todavía era
muy influyente en la Corona ,
y además contaba con el apoyo del Papa Benedicto XIII, quien lo consideraba un
futuro aliado, y lo más importante para aragoneses y valencianos, representaba
unas posibles relaciones económicas con Castilla, aspecto éste que no podía
aportar el segundo en discordia, el conde Jaime de Urgel. Por tanto, el
Compromiso de Caspe supuso el nombramiento como rey de la Corona de Aragón a Fernando
de Antequera, el cual en sus cuatro años de reinado (1412-1416) reforzó la
monarquía y continuó con la política de matrimonios, tendente a la unión con
Castilla. Un asunto que culminaría décadas más tarde, con el matrimonio entre Fernando
II de Aragón e Isabel I de Castilla, los Reyes Católicos. La interpretación y revisión de lo ocurrido
en Caspe en 1412 ha
sido y es objeto de atención permanente por los historiadores. Buena prueba de
ello es que este tema será el protagonista del próximo XIX Congreso de la Corona de Aragón, que
tendrá lugar los días 26 al 30 de junio en Zaragoza, Caspe y Alcañiz. Aunque
con matices, puede decirse que la
Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe fueron ejemplos
de diálogo y responsabilidad política que resolvieron un problema sucesorio
pacíficamente cuando otros estados europeos y aun hispánicos lo hicieron con
las armas en otros momentos, antes y después del siglo XV. Y fueron los
representantes de Aragón los que, en un tiempo de crisis y dificultades,
lideraron ese proceso.
En
ese sentido, y de acuerdo con la tesis que Esteban Sarasa desarrolla en TURIA,
hay que “destacar que Aragón fue el escenario principal de los acontecimientos, y los
aragoneses, a través de sus propias autoridades, llevaron excepcionalmente la
iniciativa en el proceso que concluyó con la elección del que, posiblemente,
era el candidato más idóneo para el momento general de la Corona y para los intereses
particulares del reino cabeza de la misma”.
Redescubrir a Polo y Peyrolón.
En
el sumario de este próximo número de TURIA también sobresale la publicación de la
segunda y última parte del artículo “Manuel Polo y Peyrolón: católico, carlista
y costumbrista”. Se trata de un amplio, interesante y riguroso texto de
divulgación que permite rescatar del olvido la figura de Manuel Polo y Peyrolón
(1846-1918), uno de los indiscutibles protagonistas del siglo XIX turolense. En
él, Francisco Lázaro Polo elabora un pormenorizado análisis, que ha ocupado dos
entregas, acerca de un autor que siempre consideró la Sierra de Albarracín, en la
que pasó largas temporadas estivales y de mayor, “como su verdadero hogar, así
como su eterno y añorado paraíso”. Y esa serranía turolense no sólo será su
espacio literario, también el territorio
donde comience su carrera política, o donde ejerza su catolicismo.
Lázaro
Polo subraya que, en Polo y Peyrolón, el carlismo no sólo está presente y
protagoniza dos de sus novelas sino que impregna casi todos sus textos. Por
ejemplo su primera novela, “Pacorro. Novela de costumbres serranas”, escrita en
1905, “transcurre en un pueblo de la Sierra
de Albarracín, Tapiasrrojas, cuyo correlato no es otro que Torres de
Albarracín. El protagonista es Pacorro, joven carlista, con todas las virtudes
que uno puede imaginar, un modelo digno de imitación. Su antagonista es
Lilailas, hijo del alcalde republicano, con todos los defectos que también uno
puede imaginar. Simbolizan dos visiones del mundo distintas: la buena, que es
la carlista; y la mala, que es la liberal. Ambas enfrentadas. Un maniqueísmo
que desemboca en el asesinato de Pacorro, por parte de Lilailas, por envidia y
en venganza por haberle arrebatado a la mujer que amaba. Desgraciadamente, este
caínismo abundará en la vida y en la literatura de la España contemporánea”.
Sus
creencias católicas y su ideología carlista
también las defendió Polo y Peyrolón desde la tribuna del Congreso de
los Diputados y desde la del Senado: “una de sus intervenciones parlamentarias
más curiosas es aquella en la que reivindica la conveniencia de que, en las
Escuelas Normales de aquellas regiones con dialecto propio, se imparta la
enseñanza de la modalidad para que los maestros la aprendan. La postura defendida por Manuel Polo y Peyrolón se inscribe dentro de los distintos movimientos
decimonónicos de recuperación de las culturas y las lenguas regionales de
España; una actitud que había comenzado con el Romanticismo”.
De
acuerdo con las tesis de Lázaro Polo, “por confluir el localismo, costumbrismo
y popularismo en su literatura, amén de por regionalista, a Manuel Polo y
Peyrolón podríamos incluirlo como miembro del grupo que cultiva la novela
regional aragonesa: Blas y Ubide, López Allué, Eusebio Blasco, Romualdo Nogués…”.
Entre esa producción narrativa, cabría recordar títulos como “Costumbres
populares de la Sierra
de Albarracín: cuentos originales”, de 1876, reeditada y ampliada en 1910 con
el título de “Alma y vida serranas. Costumbres populares de la Sierra de Albarracín” y
“Los Mayos”, de 1878.
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