jueves, 21 de junio de 2012

“TURIA” analiza la Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe


Se cumplen 600 años de dos episodios históricos claves
La revista cultural TURIA distribuirá su nuevo número a partir del próximo día 19 de junio y, como es habitual, entre la amplia variedad temática de los textos que componen el sumario, los lectores que se interesan por los asuntos y protagonistas aragoneses no quedarán defraudados. Les aguardan dos sugestivos artículos: el primero de ellos dedicado a analizar dos episodios históricos de gran trascendencia que tuvieron lugar en 1412 y de los que se cumple, por tanto, su 600 aniversario: la Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe. Ambos son objeto de un interesante artículo elaborado por Esteban Sarasa Sánchez, profesor titular de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza.
También las páginas de TURIA se publica la segunda y última entrega de un pormenorizado trabajo de divulgación acerca de uno de los personajes más singulares    del siglo XIX turolense: el escritor, profesor y político Manuel Polo y Peyrolón. Quien fuera uno de los más prolíficos y activos protagonistas del conservadurismo español, mostró siempre un verdadero compromiso social y creativo con Teruel. Carlista, católico y costumbrista, Polo y Peyrolón dispone ya de una aproximación amena y rigurosa que nos redescubre su controvertida biografía y su muy nutrida obra. 

El precedente de la unión dinástica de Aragón y Castilla
A través del trabajo escrito por Esteban Sarasa, TURIA ofrece la posibilidad de conocer más y mejor la Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe. Dos acontecimientos, ocurridos a comienzos del siglo XV, de gran trascendencia para Aragón y su Corona por ser el comienzo de una nueva dinastía y el precedente de la unión dinástica de Aragón y Castilla con los Reyes Católicos. Además, el Compromiso de Caspe tuvo especial repercusión histórica, no sólo en la Corona de Aragón, sino también en el resto de España y aun en la historia de Europa.
Como subraya el profesor Sarasa, “a lo largo de cien años (1369-1469) se desarrolló todo un proyecto político y de hegemonía peninsular entre los siglos XIV y XV, con el punto de inflexión de 1412 que tuvo al territorio de Aragón como escenario principal de unos hechos que cambiaron la historia española y también europea por las consecuencias de la entronización trastámara en la Corona de Aragón, con su política papal y su presencia mediterránea en disputa con las potencias continentales del momento y del resto del siglo XV”.
Dicho proyecto político tuvo uno de sus momentos más trascendentales en 1412 cuando, primero en Alcañiz, se convoca a un parlamento común entre aragoneses, catalanes, y valencianos. Y, sobre todo, cuando posteriormente en Caspe se produce la sentencia arbitral que dio continuidad a la Corona de Aragón y resolvió el problema sucesorio que se produjo con la muerte sin heredero legítimo de Martín el Humano en 1410.
Durante los dos largos años en que se dilucidó la cuestión de la sucesión, la Corona de Aragón estuvo en una situación política muy inestable, debido a que sin la figura del rey que aunaba a la población, y muy especialmente a la nobleza, el reino se dirigía hacia una guerra civil, produciéndose en esa época varias revueltas y asesinatos. Para solucionar este vacío de poder, los Parlamentos de los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia, acordaron en Alcañiz el 15 de febrero de 1412, que tres personas designadas por cada uno de ellos fueran los que eligieran al nuevo rey, en un plazo de dos meses prorrogables a otros dos. Estas nueve personas, se reunieron el día 18 de abril, en Caspe, para escuchar a todos los pretendientes, y valorar los méritos de cada uno Surgieron varios candidatos de diferentes procedencias y con lazos de sangre más o menos cercanos con el anterior rey. Desde un principio la pugna estuvo entre, D. Fernando de Antequera y D. Jaime, Conde de Urgel. El día 24 de junio se procedió a la votación, y Fernando de Antequera resultó el elegido por varias razones: por ser el que tenía parentesco más cercano con Martín I, porque el reino de Aragón, que apostó por este candidato, todavía era muy influyente en la Corona, y además contaba con el apoyo del Papa Benedicto XIII, quien lo consideraba un futuro aliado, y lo más importante para aragoneses y valencianos, representaba unas posibles relaciones económicas con Castilla, aspecto éste que no podía aportar el segundo en discordia, el conde Jaime de Urgel. Por tanto, el Compromiso de Caspe supuso el nombramiento como rey de la Corona de Aragón a Fernando de Antequera, el cual en sus cuatro años de reinado (1412-1416) reforzó la monarquía y continuó con la política de matrimonios, tendente a la unión con Castilla. Un asunto que culminaría décadas más tarde, con el matrimonio entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los Reyes Católicos. La interpretación y revisión de lo ocurrido en Caspe en 1412 ha sido y es objeto de atención permanente por los historiadores. Buena prueba de ello es que este tema será el protagonista del próximo XIX Congreso de la Corona de Aragón, que tendrá lugar los días 26 al 30 de junio en Zaragoza, Caspe y Alcañiz. Aunque con matices, puede decirse que la Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe fueron ejemplos de diálogo y responsabilidad política que resolvieron un problema sucesorio pacíficamente cuando otros estados europeos y aun hispánicos lo hicieron con las armas en otros momentos, antes y después del siglo XV. Y fueron los representantes de Aragón los que, en un tiempo de crisis y dificultades, lideraron ese proceso.
En ese sentido, y de acuerdo con la tesis que Esteban Sarasa desarrolla en TURIA, hay que “destacar que Aragón fue el escenario principal de los acontecimientos, y los aragoneses, a través de sus propias autoridades, llevaron excepcionalmente la iniciativa en el proceso que concluyó con la elección del que, posiblemente, era el candidato más idóneo para el momento general de la Corona y para los intereses particulares del reino cabeza de la misma”.

Redescubrir a Polo y Peyrolón.
En el sumario de este próximo número de TURIA también sobresale la publicación de la segunda y última parte del artículo “Manuel Polo y Peyrolón: católico, carlista y costumbrista”. Se trata de un amplio, interesante y riguroso texto de divulgación que permite rescatar del olvido la figura de Manuel Polo y Peyrolón (1846-1918), uno de los indiscutibles protagonistas del siglo XIX turolense. En él, Francisco Lázaro Polo elabora un pormenorizado análisis, que ha ocupado dos entregas, acerca de un autor que siempre consideró la Sierra de Albarracín, en la que pasó largas temporadas estivales y de mayor, “como su verdadero hogar, así como su eterno y añorado paraíso”. Y esa serranía turolense no sólo será su espacio literario,  también el territorio donde comience su carrera política, o donde ejerza su catolicismo.
Lázaro Polo subraya que, en Polo y Peyrolón, el carlismo no sólo está presente y protagoniza dos de sus novelas sino que impregna casi todos sus textos. Por ejemplo su primera novela, “Pacorro. Novela de costumbres serranas”, escrita en 1905, “transcurre en un pueblo de la Sierra de Albarracín, Tapiasrrojas, cuyo correlato no es otro que Torres de Albarracín. El protagonista es Pacorro, joven carlista, con todas las virtudes que uno puede imaginar, un modelo digno de imitación. Su antagonista es Lilailas, hijo del alcalde republicano, con todos los defectos que también uno puede imaginar. Simbolizan dos visiones del mundo distintas: la buena, que es la carlista; y la mala, que es la liberal. Ambas enfrentadas. Un maniqueísmo que desemboca en el asesinato de Pacorro, por parte de Lilailas, por envidia y en venganza por haberle arrebatado a la mujer que amaba. Desgraciadamente, este caínismo abundará en la vida y en la literatura de la España contemporánea”.
Sus creencias católicas y su ideología carlista  también las defendió Polo y Peyrolón desde la tribuna del Congreso de los Diputados y desde la del Senado: “una de sus intervenciones parlamentarias más curiosas es aquella en la que reivindica la conveniencia de que, en las Escuelas Normales de aquellas regiones con dialecto propio, se imparta la enseñanza de la modalidad para que los maestros la aprendan. La postura defendida por Manuel Polo y Peyrolón se inscribe dentro de los distintos movimientos decimonónicos de recuperación de las culturas y las lenguas regionales de España; una actitud que había comenzado con el Romanticismo”.
De acuerdo con las tesis de Lázaro Polo, “por confluir el localismo, costumbrismo y popularismo en su literatura, amén de por regionalista, a Manuel Polo y Peyrolón podríamos incluirlo como miembro del grupo que cultiva la novela regional aragonesa: Blas y Ubide, López Allué, Eusebio Blasco, Romualdo Nogués…”. Entre esa producción narrativa, cabría recordar títulos como “Costumbres populares de la Sierra de Albarracín: cuentos originales”, de 1876, reeditada y ampliada en 1910 con el título de “Alma y vida serranas. Costumbres populares de la Sierra de Albarracín” y “Los Mayos”, de 1878.


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