viernes, 2 de marzo de 2012

La tercera España

Reseña publicada en el suplemento Artes y Letras del Heraldo, el jueves, 1 de marzo de 2012

José Ramón Arana, pseudónimo de José Ruiz Borau, nació en 1905 en Zaragoza y murió en 1973 en la misma ciudad. Primero cenetista y después de la UGT, durante la Guerra Civil ocupó diversos cargos públicos relevantes en el Consejo de Aragón y en 1939 estuvo interno en el campo de Gurs, en Francia; de donde consiguió salir para irse a México, en donde vivió hasta un año antes de su muerte. En aquel país trabajó de vendedor de libros hasta que montó su propia librería.
Agitador cultural, editor literario, director y redactor de revistas, poeta, narrador, ensayista e incluso dramaturgo fue dinamizador del exilio español. Arana es, sin duda, de esos personajes que merece la pena recuperar desde esa perspectiva. Pues su subrogación al Partido Comunista y pertenencia al siniestro SIM y el abandono, en plena guerra, de su mujer y sus hijos -una trágica historia que espero que obtuviera de ellos la reconciliación de su perdón- no resulta nada edificante ni ejemplar.
“El cura de Almuniaced” es una novela corta que fue publicada por vez primera en México en 1950 y que ahora recupera acertadamente Gara d’Edizions. Almuniaced es en realidad Monegrillo, el pueblo materno y en el que sorprendió a Ruiz el estallido de la Guerra. Entiendo que algunos lectores encontraran en esta novela una historia a la medida de esa horrible frase hecha de sus filias y fobias. Y yo no me opondré, cada cual es libre de decorar a su gusto la república independiente de su casa. Y más que nada porque es verdad que la historia que cuenta, así, reducida a lo más básico y superficial; narra eso, el asesinato de un cura por las tropas franquistas. Habrá otros que decidan ir más allá y entren en su aspecto filosófico y teológico. La personalidad de Mosén Jacinto, su protagonista. La duda que lo hace humano, débil y fuerte. La cita de Machado. La pugna entre fe y razón. La Generación del 98, los carlistas de Valle-Inclán, el médico del pueblo y Baroja y la parte metafísica y su explícita relación con Unamuno, más cerca de El Sentimiento trágico de la vida que de San Manuel Bueno, martir. Incluso también con el papel de la Iglesia en aquella Guerra y su culpa, y el reflejo sociológico de aquella década de los cincuenta en España y un nuevo movimiento, los cristianos de base, los curas obreros, su implicación en las reivindicaciones sociales; la teología de la liberación y su interacción con el marxismo.
Yo me quedo con la parte narrativa, su estilo nítido, telegráfico y demoledor. La poesía latente, siempre a la vista. La añoranza, evocación detallista, melancólica y enamorada del paisaje de los Monegros. Recuerdos que ningún destierro y ninguna lejanía consiguieron eliminar. “Quieto, abstraído, dejaba correr los ojos tierras arriba, hasta donde la sierra, rosa y azul, es una quilla adormecida en la llanura”.
Y me quedaré, sobre todo, con lo que entiendo que es hoy y ahora lo más válido, setenta y seis años después de aquella trágica y maldita Guerra: Mosén Jacinto no estaba con unos ni con otros. Fue fiel a su conciencia, a su fe y pago con su vida. “Delincuentes eran todos, los que se iban y los que se quedaban, los del orden y los del desorden. Todo el que sentía odio y lo avivaba en los demás delinquía contra la ley de Dios, contra el interés de la Patria, contra lo divino y lo humano. Allí no había redentores de izquierdas ni salvadores de derecha, sino locos, fraticidas, verdugos”.
En aquella época no se podía ser independiente, la inmensa mayoría eligió un bando por imposición o por voluntad propia. Algunos de los que no se sentían identificados ideológicamente con ninguno, o desencantados o aterrados por los dos, abandonaron España; otros no pudieron hacerlo. Para mí esta novela tiene el valor de presentar a un personaje de aquella tercera España que no fue posible y quedó en minoría ahogada por la irresponsabilidad política y su discurso, arrasada por el odio y el fanatismo, por aquella “locura de caínes”.

José Ramón Arana. “El cura de Almuniaced”. 92 páginas. Gara d’Edizions. Zaragoza, 2011.

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