viernes, 26 de febrero de 2010

Vecinos

“Edificio” me ha recordado algo. Algo que está junto a nosotros y sin embargo desaparece a diario, enterrado bajo el volumen del televisor. Algo que vemos brillar en la pantalla y olvidamos que está cerca, respirando al otro lado del tabique. Los ruidos, la vida.
“Edificio” me ha recordado que todos somos vecinos de alguien. Me ha recordado todo lo que guardan las paredes, las ventanas y las aceras de un edifico. Lo que sucede dentro y fuera. Lo que vemos tras los cristales y lo que no. Lo que oímos y nos cuentan. Lo que escuchamos sin querer y lo que descubrimos al abrirse las puertas. Los ruidos, la vida.
Ana García Bergua construye un edificio con lo cotidiano y lo insólito, miradas y sombras, interior y exterior, fantasía y realidad. Los gritos de una discusión y el misterio de una traición real que no se sabe en qué consiste. La rutina de volver a casa y la sorpresa inexplicable esperándonos en el salón. El espejismo que nadie ha visto y una vecina que se convierte en amante. Un hombre que se despierta en su dormitorio y que decide no volver a abrir los ojos. Reconocer los ruidos y saber que sólo volverá a ver en sueños. Un escritor que recibe visitas en su casa y se ausenta para que otros personajes aparezcan en escena. Un cuarto donde disfrazarse, una sala donde actuar y una excentricidad que otros contarán. Una anciana enamorada de un vecino, una pasión que le hace robar del correo una carta, espiar y llorar como una quinceañera y un final irónico donde descubrirá la diferencia entre lo que el amor nos hace ver y lo que realmente es. Una doble apariencia, seria y respetable en el vecindario, que acaba convirtiéndose en fantasía entre las luces de un karaoke y el maquillaje de un travesti. Fiesta y felicidad en el tercero al mismo tiempo que un velatorio en el primero. Una vida que muere y otra que baja los escalones de cuatro en cuatro para salir a la calle y quedarse sin palabras. Jugar al escondite dentro de casa y desaparecer. Una historia de amor que avanza lentamente entre la sombra de una mujer invisible recluida en la habitación del fondo de un apartamento. Una suplantación, una fiesta y un baile que se transforman al cruzar una puerta. Un hombre con dos esposas, dos apartamentos y una bigamia que se convierte en un ejercicio de aritmética. Y el portero del edificio viviendo su propia historia de amor por una vecina. Amor que se cambia por desilusión, resentimiento y celos. Celos que provocan su caída desde la terraza donde la espiaba. Golpe con el se quita la obsesión, pero que no evita que los pensamientos sigan atormentándole.
Los relatos de “Edificio” transforman historias convencionales en ataques por sorpresa, trampantojos, puertas correderas. Transforman historias extraordinarias en hechos de vidas corrientes. Los relatos de “Edificio” se levantan en el aire y mutan, giran, cambian de dirección de forma imprevista, suben las persianas de golpe o cierran la puerta despacio, con un leve chirrido que causa temor. Ana García Bergua nos oye. Nos inventa. Nos ve. Nos imagina. Nos conoce. Sabe muy bien lo que pasa dentro y fuera de estas cuatro paredes.

Ana García Bergua. “Edificio”. Páginas de Espuma. Madrid, 2009.

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