Lo primero que sentí al abrir el libriccini “Justicieros” de José Joaquín Beeme fue el golpe del recuerdo. El golpe de un papel y un color perdido. Su fragilidad. Su extrañeza.
Y me sentí viejo. De otra generación. La transición entre dos generaciones, eslabón perdido entra la de mi padre y mis hijos. Entre el color y el blanco y negro. Vivir la infancia entre un tiempo que acaba y otro que comienza. Dibujos a tinta china hechos a mano. Historietas, fotogramas de ficción.
Y me sentí viejo. De otra generación. La transición entre dos generaciones, eslabón perdido entra la de mi padre y mis hijos. Entre el color y el blanco y negro. Vivir la infancia entre un tiempo que acaba y otro que comienza. Dibujos a tinta china hechos a mano. Historietas, fotogramas de ficción.
La nuestra fue la última en la que los tebeos existían. Con nosotros se acabó y comenzó otra hecha de video-juegos, de realidad virtual, dibujos en la televisión, efectos especiales con ordenador. La imaginación pasó a jugar en otra dimensión ilimitada y el papel se volvió un escenario pequeño y lento. Los tebeos se convirtieron en un negocio sin beneficio. Algo de otro tiempo.
Los tebeos pasaron a denominarse cómics y empezaron a ser un entretenimiento de adultos. Objetos de coleccionismo y nostalgia. Cuadernillos coloreados de culto.
Ahora si quiero recuperar esa infancia de tebeos tengo que ir al Rastro. Donde acaba todo lo viejo, el pasado de segunda mano, el desahucio de las casas muertas. Comprar con euros lo que antes valía pesetas. Generación de siglo veinte. Tratar a los tebeos como un objeto delicado y frágil, una antigüedad que dejar lejos del alcance de las manos de mis hijos.
Y ahora, Norberto Luis Romero, me regala este libriccini de José Joaquín Beeme, “Justicieros”, en recuerdo y homenaje a su padre, Alberto Romero, dibujante de historietas.
Y lo primero que me encuentro es la máscara, el antifaz del guerrero y el zorro, el anonimato de “Los Increíbles”. Máscara roja, negra y vengadora. Un antifaz de misterio y llamas, alas de murciélago y telarañas de espuma.
Y el libriccini que es un sobre, una carta con el remite de José Joaquín y dentro, cubierto el color bajo un velo de papel cebolla, los dibujos de Alberto.
El papel cebolla con los nombres de todos los superhéroes de aquellos viejos tebeos. Nombres conocidos de nuestra infancia, telón, prólogo transparente para que “El Vengador” superhéroe creado por Alberto Romero aparezca en el escenario de papel.
Episodio piloto, maqueta, sombras pintadas a mano, viñetas superpuestas, matones noqueados de un directo en la mandíbula; cien contra uno. Y ese final entre paréntesis y con puntos suspensivos: (continuará...) para esperar al domingo siguiente en el que nuestro padre nos compraría el tebeo. Y esos días entre tanto en los que jugábamos a ser superhéroes saltando encima de las camas, corriendo por el pasillo de casa con un antifaz de plástico negro y una sábana vieja de capa.
Antes del cine. Antes de los video-juegos. Antes de todo eso fueron los tebeos.
Los tebeos pasaron a denominarse cómics y empezaron a ser un entretenimiento de adultos. Objetos de coleccionismo y nostalgia. Cuadernillos coloreados de culto.
Ahora si quiero recuperar esa infancia de tebeos tengo que ir al Rastro. Donde acaba todo lo viejo, el pasado de segunda mano, el desahucio de las casas muertas. Comprar con euros lo que antes valía pesetas. Generación de siglo veinte. Tratar a los tebeos como un objeto delicado y frágil, una antigüedad que dejar lejos del alcance de las manos de mis hijos.
Y ahora, Norberto Luis Romero, me regala este libriccini de José Joaquín Beeme, “Justicieros”, en recuerdo y homenaje a su padre, Alberto Romero, dibujante de historietas.
Y lo primero que me encuentro es la máscara, el antifaz del guerrero y el zorro, el anonimato de “Los Increíbles”. Máscara roja, negra y vengadora. Un antifaz de misterio y llamas, alas de murciélago y telarañas de espuma.
Y el libriccini que es un sobre, una carta con el remite de José Joaquín y dentro, cubierto el color bajo un velo de papel cebolla, los dibujos de Alberto.
El papel cebolla con los nombres de todos los superhéroes de aquellos viejos tebeos. Nombres conocidos de nuestra infancia, telón, prólogo transparente para que “El Vengador” superhéroe creado por Alberto Romero aparezca en el escenario de papel.
Episodio piloto, maqueta, sombras pintadas a mano, viñetas superpuestas, matones noqueados de un directo en la mandíbula; cien contra uno. Y ese final entre paréntesis y con puntos suspensivos: (continuará...) para esperar al domingo siguiente en el que nuestro padre nos compraría el tebeo. Y esos días entre tanto en los que jugábamos a ser superhéroes saltando encima de las camas, corriendo por el pasillo de casa con un antifaz de plástico negro y una sábana vieja de capa.
Antes del cine. Antes de los video-juegos. Antes de todo eso fueron los tebeos.
Y todo ese cine con sus efectos especiales ilimitados viene de estos tebeos. Los superhéroes son los mismos. Esos que en una viñeta golpean a dos manos a los malvados. Visten esos trajes de carnaval, esas capas que les hacían volar y esas máscaras que ocultan al hombre corriente que nos gustaría ser. Invencibles. Valientes. Justicieros.
Alberto Romero, dibujante de historietas
http://robertoelasdeldeporte.blogspot.com/
Norberto Luis Romero
http://wwwnorbertoluisromero.blogspot.com/
http://www.norbertoluisromero.com/
José Joaquín Beeme
Alberto Romero, dibujante de historietas
http://robertoelasdeldeporte.blogspot.com/
Norberto Luis Romero
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José Joaquín Beeme
Editorial La Torre degli Arabeschi
http://sites.google.com/site/latorredegliarabeschi/home
“El olor de los tebeos, que emerge como un animal submarino de nuestro pasado colectivo, es el sutil, misterioso e insustituible perfume del tiempo” José María Conget. “El olor de los tebeos” Editorial Pre-Textos. Valencia, 2004.
“El olor de los tebeos, que emerge como un animal submarino de nuestro pasado colectivo, es el sutil, misterioso e insustituible perfume del tiempo” José María Conget. “El olor de los tebeos” Editorial Pre-Textos. Valencia, 2004.
1 comentario:
Querido amigo, me emocionó este homenaje a los tebeos a través de este libriccini, y asimismo a mi padre, como autor de esa vieja historieta. Me emocionó la ternura que pones en tus palabras y la remembranza por aquella infancia cargada de inocencia y sencillez, lejos de las sofisticaciones actuales.
Mi agradecimiento y afecto,
Norberto
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