Durante muchos años uno sueña con algo que nunca cuenta. Una ilusión que siempre ha callado. Algo que sabe que los demás no entienden, creen absurdo y disparatado. Un viaje a pie en solitario recorriendo una comarca. Tal vez La Litera donde vivió libre su infancia, o tal vez el Maestrazgo que amó y odió su abuelo. Sí, caminar a solas y llevar un cuaderno en el que contar los pasos. Lo que sabía antes de empezar. Lo que descubrió entre el silencio y la soledad. Sí, tener siempre esa ilusión y aplazarla siempre. Por cobardía, por incompatibilidad, por hache o por be. Sí, querer siempre y no hacerlo nunca.
Y un día descubrir que alguien lo ha hecho. Aunque sea en otra comarca, en otros paisajes. Que alguien ha sido más valiente. Que ha encontrado nueve días de vacaciones para cumplir su sueño. Ha recorrido a solas los caminos en pleno verano, ha llevado un cuaderno de campo y ha anotado sus pasos. Lo que ya sabía antes de empezar, lo que descubrió entre el silencio y la soledad. Lo que el camino y el viaje le contaron. Porque los viajes hablan. Nos transmiten una enseñanza.
Todo viaje en soledad es múltiple. Es exterior e interior. El viaje exterior es la enseñanza del mundo. Lo que vemos. Lo que el mundo nos muestra. Y “En el país de los cucutes” Javier Arruga nos enseña los Monegros. La última frontera. Pueblos de regadío y secano. Los bancos en la plaza. Niños y abuelos. Bares, las miradas a un forastero; el calor, la sed, la tormenta súbita. El Monasterio de Sigena y Miguel Serveto. Callizos, hornacinas, capitanas y cierzo, fuentes, canales de riego y piscinas. Tierra y sol. Cabezos, mogotes y torrollones. Campos que espedregar. Abejarucos, cucutes, escarabajos, cigüeñas, pajares y parideras. Pueblos desiertos y pueblos de colonización. Marcén y Cantalobos. La casa de la Una del vizconde de Torres Solanot. El Monte Oscuro y La salina de la Muerte.
Todo viaje es lo previsto y lo imprevisto. Lo planeado y lo que se descubre. Lo que se quería ver, se llevaba marcado en el mapa, como Perdiguera y el origen, La Cartuja de los Monegros, el museo etnológico de Lanaja, El Cucaracha y su leyenda, la sierra de Alcubierre y las trincheras de la guerra, Orwell y aquel libro que debería haberse titulado Homenaje a Aragón, Poleñino y una enfermera australiana. Y es también todo lo que surge en el camino. Los encuentros imprevistos. El acento andaluz. Los lugares cerrados. Las pinturas de Bayeu. Las tapias que se saltan. El arte abandonado y condenado. Las sabinas que hablan.
Y el sentido de este viaje es también la memoria personal: Cuando tenga dudas sobre qué es la felicidad, podrá recordar cuando caminó por unas tierras irrepetibles, durante nueve días, con sus pensamientos a cuestas. Es el viaje interior. Caminar envuelto en el silencio y saber de uno mismo. Porque andando se ven las cosas de otra manera y se tiene más tiempo para pensar. Son las obsesiones. El vivir duplicado. Las preguntas y las respuestas. Todo viaje en solitario responde a una íntima necesidad. Tal vez en el camino encontremos la solución. Y si no la hallamos habrá que volver a salir a buscarla.
“En el país de los cucutes” Javier Arruga. Mira Editores. Zaragoza, 2010.
4 comentarios:
Estos días he oído hablar de este libro, si tú hablas también de él es que vale la pena comprarlo. Gracias, Luis
Hola Aragón Literario!
Debo confesar... y es lo único que confeso... que me he emocionado leyendo la reseña. Es preciosa... me dan hasta ganas de leer el libro!!!
Muchas gracias!!!
Ah! Por si me sale un perfil extraño, soy el autor... el Arruga...
José Luis:
Conozco muy pocos ejemplos de libros de viajes por Aragón. Y es un género que me gusta mucho. Igual que tú los dos somos caminantes. Por eso este te gustará. Lo que eché de menos fueron las fotografías que hizo Javier durante el camino. Y eso sé también que a los dos nos gusta mucho.
Un cordial abrazo.
Muchas gracias, Javier.
Gracias por tu viaje a pie por los Monegros.
Espero que pronto salgan los otros dos.
Un abrazo.
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