No sé, supongo que resulta bastante inmaduro y superficial, pero me temo que es la primera reacción inevitable. Como desviar la mirada al escote generoso en lugar de mirar directamente a los ojos. Reconozco que he pecado. Aunque supongo que eso también forma parte del juego. Al fin y al cabo la imagen es un imán realmente poderoso y hace que uno se acerque, lo abra y lo mire con una extraña mezcla de temblor y culpa, y se decida a comprarlo y esconderlo dentro del periódico. Leerlo luego a solas con el pestillo echado. O quizás esté pensado para sacarlo en el autobús y epatar a unos cuantos viajeros. Abuelitas adorables, adolescentes sin internet, curiosos de la narratofilia. Hace cincuenta años este libro hubiera sido un escándalo mayúsculo. Algo inaceptable. Hoy en día tal vez ya nada sorprende porque todo está muy visto. Aunque no por eso deja de resultar efectivo. Objeto atrayente, juguete ilustrado; fetiche de papel, secreto campo magnético; lado oscuro de la fuerza.
Y de lo primero que me acordé al ver las ilustraciones de estas “Perversiones” fue de “El Víbora”, aquella revista -cómic para adultos- que pasaba en los años ochenta por las mesas de las aulas de mi colegio y se veía a escondidas en los baños entre el humo de los cigarrillos. Quizás por eso las que más me han gustado han sido las de Joaquín López, David Guirao, Jorge Fornés, Pablo Gallo, Cristina de Cos y Alejandro Santos.
Pero pasado el primer efecto del morbo y el instinto básico dejas de mirar al escote y empiezas a prestar atención a las palabras. La seducción necesita de algo más que el simple dibujo de la carne. El imán pierde intensidad y entran en juego otras variantes imprescindibles y necesarias: humor, imaginación, misterio, inteligencia. Claroscuro antes que clarividencia. Y algunos cuerpos resultan tristemente decepcionantes, deshaciéndose su materia entre líneas de simpleza, procacidad, vulgaridad o repulsión. Resultando para mi mucho más estimulante y atrayente lo insinuado que lo descarado, lo erótico que lo pornográfico, lo íntimo que lo violento. Y así me sedujeron los relatos de Andrés Portillo, Rafael Linero, Isabel González, Manuel Moyano, Ana Ayuso, Francisco Naranjo, Eva Díaz Riobello, Manu Espada, Miguel Ángel Cáliz, José Ángel Cilleruelo y Carolina Aikín. Y otros me resultaron incomprensibles, insulsos, fallidos, pretenciosos, simples o irritantes. Llegándome incluso a seducir más las historias contenidas en la introducción de Federico Villalobos y José Antonio López, “Estatuas, cráneos y urinarios”, que algunos de los relatos firmados por nombres conocidos que son mediocres lugares comunes para hacer bulto o redacciones pedantes hechas por encargo. El pecado de las antologías.
Aunque supongo que lo que realmente pretenden estas “Perversiones” es provocar, hacernos buscar en el interior de cada uno. Leer esa lista final, ese glosario de parafilias buscando el rechazo o el interés de sus definiciones y elementos. La imaginación propia que mejora la perversión ajena mostrada por escrito. Búsqueda que en mi caso ha resultado de lo más decepcionante, aunque no del todo. Pero eso por supuesto que no voy a contarlo.
“Perversiones”. Varios autores. Vagamundos libros ilustrados. Ediciones Traspiés. Granada, 2010.
1 comentario:
Gracias Luis, más por la lectura atenta y el criterio riguroso, que por los elogios que pudieran corresponderme.
miguel A cáliz
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