viernes, 8 de octubre de 2010

Romance de cobardía

“Escrito con luna blanca” es una novela con multitud de referencias: La España negra de Gutiérrez Solana y Darío de Regoyos con sus misas en latín, sus procesiones y rogativas mezcladas con el humor Made in Spain de Rafael Azcona y García Berlanga. Las crónicas de un pueblo aragonés de Jesús Moncada y los titiriteros de “El viaje a ninguna parte” de Fernán-Gómez. Y el realismo rural naturalista de principios del siglo XX de Ortega Munilla con la reflexión filosófica y existencial del "Camino de perfección" de Baroja. Todos, de alguna manera, están dentro; mezclados, no agitados; evocados y diferentes. Referencias que no la convierten en copia o imitación sino que aparecen como reminiscencia y compañía, que sitúan a esta luna blanca y a Juan Carlos Soriano junto a todos ellos, incluidos en esa lista y a su misma altura; como transbordo, continuación de esa línea prodigiosa. Porque esta luna blanca es un cuadro original y personal de un pueblo de Teruel batido por el cierzo que nos hará disfrutar a carcajadas con su humor; compadecernos ante su miseria, la miseria moral de los ricos y la que mataba de hambre a los pobres; y rebelarnos ante la tragedia de una muerte injusta que será para siempre un tumor en la memoria. Emocionarnos con su historia de amor no correspondido, su soledad de flores de papel y locura asomándose al balcón. Sonreír con tesoros escondidos, espectros de generales cubanos que se aparecen en la cambra, entierros accidentados y muertos que sacan la lengua. Temblar con la visión premonitoria por el ojo de una cerradura de un animal que anuncia la muerte un día de lluvia. Gris sobre negro y lo blanco salpicado de barro. Luna blanca sobre los tejados de un pueblo del Maestrazgo, tejados de un rojo doliente, amasados con sangre de labradores que tenían el silencio por pecado y llevaban en la resignación su penitencia.
Pero esta luna blanca es, fundamentalmente, un viaje de vuelta. Y esos viajes son siempre un reencuentro con el pasado y sus abismos. Camino de vuelta y tiempo en blanco para recordar toda una vida dejada atrás. Desde el día en que nos fuimos. Desde el día en que todo se perdió y comenzamos a ser otro. Presente imperfecto, pasado ideal; comparaciones odiosas, hirientes; porque el pasado sólo vuelve si mejora lo presente.
Esta luna blanca es el retorno de un bastardo con tratamiento de Ilustrísimo Señor. Es lo que esconde la apariencia, la historia de un perdedor que ha triunfado en la política. Y es el dolor personal que producen la conciencia y el remordimiento. Un romance de vergüenza y cobardía. Un ajuste de cuentas con uno mismo. El drama de un hombre que reconoce que en el momento decisivo le faltó coraje ante la vida y le sobró egoísmo, valor para salvar a un amigo. Porque la carrera política es un oficio al que hay que echarle tragaderas. Cada quien alcanza su meta, y sólo los sentimentales se quedan por el camino. No haber hecho nada para evitar que se ajusticiara a un inocente. Dar por bueno que no importa que el inocente pague por el culpable. Que ese es el precio del orden.
Esta luna blanca es el recuento de todos los pasos en falso, el inventario de los errores cometidos, de todo lo que no hicimos. Volver la vista atrás y tener la sensación de no haber tomado las decisiones por uno mismo, dejarse llevar, dejar que otros decidieran por nosotros y obedecer. Es un viaje de vuelta y encontrar un tiempo y unas ilusiones perdidas por el camino. Es buscarse a sí mismo y encontrarse solo y sin coherencia; sin pasado, presente ni amor propio. Es regresar para descubrir que ha llegado el momento de romper con todas las conjugaciones del tiempo y volver a empezar.

Juan Carlos Soriano. “Escrito con luna blanca”. Prames, Zaragoza. 3ª edición, septiembre de 2005.

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