Tal vez, a veces, no debamos pedirle demasiado a la literatura. Tal vez debería bastarnos con una historia sencilla y bien escrita, una novela romántica, un poco de misterio y magia, algo de suspense y un final feliz.
Supongo que se trata de una simple cuestión de gustos, y en mi caso de exigencia. Tal vez ese sea el defecto de los que leemos demasiado. Tal vez yo no sepa comprender y aceptar que haya personas a las que les gustan las teleseries, las telenovelas en horario de tarde. Personas que no le piden a la literatura algo más que esa clase de historias. Tal vez ahora me esté ganando el desprecio de muchos, el adjetivo descalificativo de clasista exquisito, odioso lector pedante. Porque para mi “Sin franqueo” es una correcta novela que se queda en eso, en una estándar telenovela de amor en tiempos revueltos, en un guión escrito al gusto de lo que es ahora políticamente correcto.
Recuerdo que una vez a un librero de viejo del rastro un cliente le preguntó con desprecio por las novelas románticas que vendía en su puesto. –Todo tiene su público- le respondió. –Que a ti no te gusten no significa que no haya otro al que sí. Y yo que entonces también despreciaba aquellas “novelas rosas para mujeres” no comprendí su respuesta. Yo que entonces pensaba que los que leíamos auténtica literatura éramos aquellos tipos exquisitos que llegábamos al rastro muy temprano y en ayunas a la caza y captura de rarezas, descubridores de nombres ignotos, fieles a los clásicos y a los poetas malditos. Tipos iguales, hijos del mismo dios, que despreciábamos esa novelas con portadas ridículamente típicas y un título que se decía con un suspiro. Hoy, más viejo y desengañado, entiendo lo que quería decir aquel librero. Todo tiene su público. Es decir, que igual que hay personas que disfrutan con esas telenovelas de tarde, también hay personas que les gustan las novelas románticas, con un poco de magia y misterio, con algo de suspense y un final feliz. Y pienso que esas teleseries de amor en tiempos revueltos, república y posguerra, le han servido seguramente a José Manuel González de inspiración para escribir su novela, o que tal vez sea tan sólo una coincidencia, o tal vez le han servido de música ambiental, de banda sonora que se oye de fondo.
“Sin franqueo” tiene como mérito contar una historia original que contiene muchos de los elementos clásicos de la literatura ambientada en el Aragón pirenaico y rural El aislamiento, el analfabetismo y el retrato de aquella época –no tan lejana- en la que no había teléfono y la gente escribía cartas y las malas noticias se comunicaban por telegrama. Los pastores trashumantes, la dula y los pastos de verano. El costumbrismo y los habitantes de las crónicas de un pueblo: el mosen, el alcalde, y el secretario; las partidas de dominó en el casino, el entrañable tonto del pueblo, las malas lenguas y el qué dirán, la fiesta de la noche de San Juan con su hoguera, y, por supuesto, el personaje autóctono más típico: la bruja curandera y su cueva. Una bruxa que además de curar lee la mano. Una mujer que “Parecía una bruja salida de los cuentos de los caballeros de la Tabla Redonda. Nada más le faltaban las verrugas y la escoba para salir volando en cualquier momento hacia lo oscuro de la noche.”
“Sin franqueo” es una novela tierna, triste y heroica. Una novela bienintencionada, postal en blanco y negro coloreada a mano. Es una novela correcta, como es la belleza roma e insulsa de una novela romántica. “Sin franqueo” es una novela repleta de lugares comunes que gustará a los que gusten de esas historias manidas de la posguerra española. Todo tiene su público, todo discurso tiene su salmodia, sus tópicos, sus discos rayados, su estribillo, sus muletillas y su tabarra.
Pero yo, a pesar de haberme vuelto comprensivo y tolerante con los gustos de cada uno, sigo leyendo esperando que una novela sea algo más que una historia correcta y medianamente bien contada que me haga pasar un buen rato. Leo buceando, esperando, subrayando las líneas emocionantes, los deslumbramientos, los paraísos. Y ya no se trata de gustos particulares ni de romanticismo amable, sino de leer y no tener que encontrarse con algo así: “Cocinadas con sencillez, sólo se habían permitido añadir a las setas un poco de perejil. Una mezcla de sensaciones llenó mi boca: a monte, a musgo, a frescor de rocío, a mañanas de sombra y paseos sin rumbo ni destino… Marcial me escanció un vino que, según él, reservaba para las ocasiones especiales. Y de verdad que era excepcional. Maridaba de manera perfecta con la tortilla y permitía realzar los matices de los hongos sin enmascarar ni una sola de las esencias que emanaban de las muxardinas.” De frases como esta: “En el amor y en la guerra todo está permitido.” o esta otra: “…el eco de sus pies descalzos.”, o esta: “El letargo, la soledad y la ausencia de las voces convertían el edificio en algo parecido a un castillo embrujado, pero yo no sentía miedo.”
No, ya no es sólo cuestión de gustos, cursilería, romanticismo, telenovelas e historias tópicas y manidas, sino de buena literatura.
José Manuel González. “Sin franqueo”. Mira Editores. Zaragoza, 2011.
Supongo que se trata de una simple cuestión de gustos, y en mi caso de exigencia. Tal vez ese sea el defecto de los que leemos demasiado. Tal vez yo no sepa comprender y aceptar que haya personas a las que les gustan las teleseries, las telenovelas en horario de tarde. Personas que no le piden a la literatura algo más que esa clase de historias. Tal vez ahora me esté ganando el desprecio de muchos, el adjetivo descalificativo de clasista exquisito, odioso lector pedante. Porque para mi “Sin franqueo” es una correcta novela que se queda en eso, en una estándar telenovela de amor en tiempos revueltos, en un guión escrito al gusto de lo que es ahora políticamente correcto.
Recuerdo que una vez a un librero de viejo del rastro un cliente le preguntó con desprecio por las novelas románticas que vendía en su puesto. –Todo tiene su público- le respondió. –Que a ti no te gusten no significa que no haya otro al que sí. Y yo que entonces también despreciaba aquellas “novelas rosas para mujeres” no comprendí su respuesta. Yo que entonces pensaba que los que leíamos auténtica literatura éramos aquellos tipos exquisitos que llegábamos al rastro muy temprano y en ayunas a la caza y captura de rarezas, descubridores de nombres ignotos, fieles a los clásicos y a los poetas malditos. Tipos iguales, hijos del mismo dios, que despreciábamos esa novelas con portadas ridículamente típicas y un título que se decía con un suspiro. Hoy, más viejo y desengañado, entiendo lo que quería decir aquel librero. Todo tiene su público. Es decir, que igual que hay personas que disfrutan con esas telenovelas de tarde, también hay personas que les gustan las novelas románticas, con un poco de magia y misterio, con algo de suspense y un final feliz. Y pienso que esas teleseries de amor en tiempos revueltos, república y posguerra, le han servido seguramente a José Manuel González de inspiración para escribir su novela, o que tal vez sea tan sólo una coincidencia, o tal vez le han servido de música ambiental, de banda sonora que se oye de fondo.
“Sin franqueo” tiene como mérito contar una historia original que contiene muchos de los elementos clásicos de la literatura ambientada en el Aragón pirenaico y rural El aislamiento, el analfabetismo y el retrato de aquella época –no tan lejana- en la que no había teléfono y la gente escribía cartas y las malas noticias se comunicaban por telegrama. Los pastores trashumantes, la dula y los pastos de verano. El costumbrismo y los habitantes de las crónicas de un pueblo: el mosen, el alcalde, y el secretario; las partidas de dominó en el casino, el entrañable tonto del pueblo, las malas lenguas y el qué dirán, la fiesta de la noche de San Juan con su hoguera, y, por supuesto, el personaje autóctono más típico: la bruja curandera y su cueva. Una bruxa que además de curar lee la mano. Una mujer que “Parecía una bruja salida de los cuentos de los caballeros de la Tabla Redonda. Nada más le faltaban las verrugas y la escoba para salir volando en cualquier momento hacia lo oscuro de la noche.”
“Sin franqueo” es una novela tierna, triste y heroica. Una novela bienintencionada, postal en blanco y negro coloreada a mano. Es una novela correcta, como es la belleza roma e insulsa de una novela romántica. “Sin franqueo” es una novela repleta de lugares comunes que gustará a los que gusten de esas historias manidas de la posguerra española. Todo tiene su público, todo discurso tiene su salmodia, sus tópicos, sus discos rayados, su estribillo, sus muletillas y su tabarra.
Pero yo, a pesar de haberme vuelto comprensivo y tolerante con los gustos de cada uno, sigo leyendo esperando que una novela sea algo más que una historia correcta y medianamente bien contada que me haga pasar un buen rato. Leo buceando, esperando, subrayando las líneas emocionantes, los deslumbramientos, los paraísos. Y ya no se trata de gustos particulares ni de romanticismo amable, sino de leer y no tener que encontrarse con algo así: “Cocinadas con sencillez, sólo se habían permitido añadir a las setas un poco de perejil. Una mezcla de sensaciones llenó mi boca: a monte, a musgo, a frescor de rocío, a mañanas de sombra y paseos sin rumbo ni destino… Marcial me escanció un vino que, según él, reservaba para las ocasiones especiales. Y de verdad que era excepcional. Maridaba de manera perfecta con la tortilla y permitía realzar los matices de los hongos sin enmascarar ni una sola de las esencias que emanaban de las muxardinas.” De frases como esta: “En el amor y en la guerra todo está permitido.” o esta otra: “…el eco de sus pies descalzos.”, o esta: “El letargo, la soledad y la ausencia de las voces convertían el edificio en algo parecido a un castillo embrujado, pero yo no sentía miedo.”
No, ya no es sólo cuestión de gustos, cursilería, romanticismo, telenovelas e historias tópicas y manidas, sino de buena literatura.
José Manuel González. “Sin franqueo”. Mira Editores. Zaragoza, 2011.
7 comentarios:
Pues sí, estoy totalmente de acuerdo con Ud. Por cierto, ese pasaje gastronómico que señala no tiene desperdicio: "Marcial me escanció un vino que, según él, reservaba para las ocasiones especiales. Y de verdad que era excepcional. Maridaba de manera perfecta con la tortilla y permitía realzar los matices de los hongos sin enmascarar ni una sola de las esencias que emanaban de las muxardinas"... Parece un chiste literario. Lo que el autor debería hacer es aprender a "maridar" las palabras correctas con situaciones determinadas... dejar de trasegar palabras sin ton ni son y reservar sus olores particulares. Yo también aborrezco esa clase de batiburrillos literarios...
Gracias por recordarme una palabra familiar que hacía años, siglos, no leía-escuchaba: "tabarra"... Cuánto se lo agradezco.
Sigo leyendo con atención sus anteriores críticas y comentarios. Discúlpeme si hago los míos de pasada... ya me gustaría hacerlo con mayor detenimiento, pero me reclaman otros compromisos además del placer de leer(le).
Saludos cordiales. Simpatía a miles de kilómetros...
Pau Llanes
Buenas tardes:
No voy a hablar del libro, no le he leído.
Si me gustaría comentar algo sobre lo que dices.
Tenía razón el librero, hay público para todo aquí y en cualquier lugar del mundo.
Me gustaría decir que hemos olvidado que hace no demasiados años, no había acceso a los libros, salvo los que tenían medios y vivían en lugares muy grandes. Aún quedan secuelas del analfabetismo a la vuelta de cualquier esquina.
También olvidamos que había niños que con solo seis años, cuidaban el ganado en el monte y hacían trabajos de adultos. Niñas de las mismas edades, alejadas de sus pueblos y familias sirviendo en las casas donde los niños, sí podían comprar libros e ir al colegio cada día bien abrigado y protegido el estómago con buenos alimentos.
Si esos niños aprendieron a leer, desde luego elegirían los finales felices ¿Qué otra cosa podrían elegir salvo soñar?
Siempre he creído que por ser más culto no se es mejor ni peor. Ellos, para mí, son mucho más cultos, aprendieron a vivir y a relatar sus vidas de forma magistral y divertida.
Alguna vez he dicho que cuando mi abuela, por la vista, dejó de leer, me encantaba leer/le novelas de Corín Tellado. Unos me han mirado con sorpresa y otros con algo de desprecio por hacerlo. A mí me da igual. Mi abuela era mi cielo y con su vida, me enseñó a caminar por la mía.
Gracias.
Estimada Enka: tu abuela tuvo suerte, mi abuela paterna no sabía leer ni escribir. Su marido sí, pero en su casa no había ni un libro. Mis abuelos maternos sí sabían leer y escribir, pero los únicos libros que había en su casa eran misales. Estoy seguro que durante muchos años su único entretenimiento era escuchar aquellos seriales de la radio, y estoy seguro que le gustarían. En casa de mis padres los únicos libros que había eran una enciclopedia para los deberes del colegio y luego los libros de lectura obligatoria. Tu abuela y tu tuvisteis suerte de teneros la una a la otra, de que tú le leyeras las novelas que le gustaban. Y estoy seguro de que tanto a tu abuela, como a la mía analfabeta le gustaban las historias románticas con finales felices. Igual que a mi mujer, que tampoco lee, le gustan las películas románticas de amor y lujo con final feliz.
Todo tiene su público, y espero que así siga siendo, de lo contrario sería muy aburrido. Creo que es por una parte una cuestión de gustos. De géneros. Yo, por gusto no soy lector de novela histórica, ni de novela romántica, igual que no veo el fútbol ni la televisión. Eso no impide que si leo una novela de alguno de esos géneros pueda gustarme. Se trata de literatura, de que esté bien escrita. Aunque eso, no es más que una opinión.
Gracias a ti.
Un abrazo.
Me encanta vuestra polémica, vaya eso por delante. A mí tampoco me gusta ni la novela histórica ni la romántica. ¿Por qué? Quizá porque esos géneros encierran en general mala literatura. Me voy a explicar porque seguro que más de uno se tira a mi cuello. Nadie calificaría de novela histórica los mosqueteros o el nombre de la rosa por poner dos ejemplos porque son muy buenos libros, ni las penas del joven Werther como literatura romántica y no he leído tanto románticismo en un libro desde hace mucho tiempo. Es lo que tienen los subgéneros, engloban historias conocidas, contadas de un modo similar y si me lo permiten no suelen ser literatura de calidad. Eso no impide que uno intente buscar algo correcto cuando lee esos géneros. Si encima de ser previsible no está medianamiente bien escrita, para tirar directamente a la papelera. Yo de esos he abandonado unos cuantos, y sin remordimientos, y es muy posible que jamás intente recuperarlos. Para gustos, colores.
Hola, Mayte:
Debo pasarme por tu blog, creo que me va a gustar.
No hay polémica. Aunque me alejé un poco del tema, es algo que quería decir.
Es cierto que el cambio referente al tema cultural es alucinante y fantástico.
Personalmente me facinan algunos autores de blog con su escritura y buen hacer.
No me gustan las novelas románticas ni los finales felices y especialmente me ponen de mal humor, las biografías.
Saludos
Aquí
Hola Enka:
Encantada de recibirte en mi modesto blog.
Yo tengo mis querencias y gustos. No por eso me considero más culta que quienes leen novela romántica. No he leído la novela y cómo tengo tanto por leer tampoco creo que pierda el sueño por leerla.
Por ejemplo, sí leo bestsellers, de vez en cuando necesito devorar esos libros. Si alguien me preguntan si eso es buena literatura, les responderé con la verdad por delante, para nada eso es literatura. No deja de ser cierto divertimento. Lamento que al autor le haya molestado la crítica de Luis. Si yo fuese una lectora empedernida de literatura romántica correría a comprarlo, pero no es el caso.
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