Mis dos hijos mayores, Carmen y Rafael, leyeron a trompicones las palabras y disfrutaron más de la historia dibujada que del texto. Los dibujos les servían de guía, de explicación y complemento para seguir y comprender la historia.
Pero los dos disfrutaron mucho más cuando se lo leí yo en voz alta haciendo las entonaciones y las pausas, teatralizando la lectura y señalando los dibujos. Haciendo comedia. Leer juntos un cuento es un momento mágico que no tiene precio. No sé que será del futuro, dónde y cómo acabará todo. Pero yo los voy guardando en una librería esperando que ellos algún día los recuperen. Y con los cuentos una parte de nosotros.
Y sí, “La madre del héroe” es un libro infantil que yo luego he leído a solas y que he disfrutado como un crío. Porque hay detalles de ironía y humor que a un niño de verdad se le escapan y no entiende y que a un adulto le hacen sonreír, reírse a carcajada limpia. Porque esta es la historia de un caballero… ¡y de su madre! Por eso Roberto Malo y Francisco Javier Mateos se lo han dedicado a todas las madres.
Se reirán con el texto al contárselo a sus hijos, se reirán al leerlo a solas. Y estoy seguro de que dentro de algún tiempo, esos niños, convertidos en adultos, sonreirán al leerlo muchos años después.
Se reirán con esa madre que acompaña a su hijo –un famoso espadachín- a ver al rey. Una madre que le regaña por llevar las botas sucias y la capa arrugada, que presume de que su hijo es el más guapo, que se tropieza al hacerle al rey una reverencia y se cae al suelo, que acompaña a su hijo a una peligrosa misión en la frontera y ya de paso, como les viene de camino, visitan a su tía Lucía. Que le prepara un bocadillo de tortilla para el viaje porque ¡a saber que comerás tú cuando andas por ahí solo! Que se enfrenta a un ogro hambriento y huérfano y que derrota al caballero negro por haber llamado mequetrefe a su hijo.
Y he disfrutado como un niño con las ilustraciones de Marjorie Pourchet. Porque son recortables articulados de un escenario diminuto. Porque cuentan lo que no dice el texto. Porque son el complemento que participa del humor de la historia. Porque dibujan a la madre planchando la capa de su hijo, limpiando el polvo de sus botas con un plumero y tendiendo su ropa recién lavada, incluida la espada. Caminando junto a él colgada de su brazo. Cosiendo remiendos al traje del ogro; llevando al caballero negro derrotado de la mano como a un niño perdido. Con sus bosques de árboles rojos, sus telas estampadas de flores, su duende verde de nariz postiza y Caperucita Roja haciendo un cameo dibujado.
Y sí, claro que yo he sonreído y me he enternecido con este cuento porque yo también tengo madre. Y la imagino así, acompañándome, preocupándose por mi aspecto, abochornándome, entrometiéndose en mis asuntos y salvándome de cualquier peligro.
3 comentarios:
Me ha gustado la entrada, tanto que igual corro a comprar ese libro y que empiece a formar parte de la librería infantil que llena el cuarto de mis niñas. Porque yo también leo cuentos, teatralizando y haciendo voces, porque ellas también siguen los dibujos antes de dormir, porque la hora del cuento es inevitable cada noche y la disfruto y la disfrutan, y a veces también plancho capas y limpio espadas, coches y muñecas... en fin, eso que me ha gustado mucho.
Me has emocionado, Luis. Mil gracias. Has escrito la madre de todas las reseñas, vamos...
Es muy tierno y recomendable, leer cuentos con los niños, con tus hijos, sobrinos... por su educación y por la de uno mismo.
Un saludo indio
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