jueves, 28 de abril de 2011

En un lejano país

Creo –y esto es sólo una suposición- que un libro de relatos debe dejarte con ganas de más. Debe dejarte con hambre y no con una sensación de empacho; de digestión pesada, agotador banquete. Supongo –y esto es otra intuición- que Pablo Lorente ha querido reunir en un solo libro todos los relatos que ha escrito desde el año 2004. Y seis años dan para mudar varias veces de piel. Creo –y de eso estoy seguro- que no es labor del lector trillar, espedregar un libro. Y que es injusto pedirle al escritor que realice esa dolorosa tarea de auto-amputación; dividir a sus hijos en guapos y feos. Que debe ser el editor el que coja la tijera y pode, corte las ramas y le de el tamaño y la forma exacta. Y creo –con timidez- que este libro hubiera resultado perfecto seleccionando los relatos. Porque sus doscientas treinta páginas dan para dos libros. Uno redondo, pleno; y otro de cara B.
Porque hay en esta compilación de largo recorrido una serie de relatos unidos por la coherencia temática y la intensidad. Y el primer pleno en el centro de la diana se presenta en “Alamín”, relato que nos enseña el germen de la literatura cruzada de Pablo. Su acierto que se repetirá más tarde y muchas más veces. La de personajes y paisajes, la de escenario y narración; la conjunción entre decorado, acción, tramoya y sentimientos. Espejo que, de forma mágica, no esconde las arrugas ni las canas. Reflejo de esa tierra de nadie y de los seres humanos que la habitan, lugares de paso y nacionalidad; vida y huellas, huida, muerte, recuerdos, verdades y mentiras. Lugares en los mapas que no conocemos y que sin embargo existen y están habitados. Que forman parte, aunque no lo creamos, de nuestra civilización de felicidad.
La narrativa de Pablo, la más acertada y admirable, la que gana cuando nos hiere, está en esos Relatos desde ninguna parte basados en hechos reales que se nutren de la historia moderna y de sus actores protagonistas, sus extras anónimos, vivos y reales. Documental, remake literario que transcribe la vergüenza colectiva reciente, las heridas sin cerrar y las nuevas que se abren cada día bajo este cielo que ya no se quema, sólo se apaga.
Esos relatos son un mapamundi intuido desde las páginas de un periódico o la pantalla de la televisión. La mayoría pasamos la página y cambiamos de canal; Pablo, sin embargo, nos obliga a mirar. Hay algo de ensayo, de testimonio, de crítica a esta sociedad, a este mundo global y enfermo. Hay mucho de periodismo literario, de narración desnuda y sin artificios, de observación. Pablo nos recuerda que el mundo gira y nos enseña sus pústulas. Pablo pide la palabra desde su indignación y denuncia nuestro rápido olvido, nuestra indolente comodidad, nuestra avariciosa frivolidad. Pablo detiene los relojes; escribe con rabia, ironía, realismo y piedad. Escribe los cuentos de “Érase una vez en un lejano país” que resulta ser el nuestro. Esta corteza terrestre en la que nos movemos sin aflicción; un lugar cruel y plastificado en el que nos olvidamos de las personas, de su dolor y soledad latiendo a unos pasos de nuestra casa, a unos kilómetros en coche, a unas horas de avión.


Pablo Lorente Muñoz. “Relatos desde ninguna parte” Editorial Eclipsados. Zaragoza, 2010.

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