El “Setenil” es un premio que se concede anualmente al mejor libro de cuentos publicado en España. Cada año el ganador es elegido entre una lista de diez finalistas. Y este 2010 se lo han concedido a Francisco López Serrano y a su colección “Los hábitos del azar”. Dicen que el “Setenil” es el Óscar de los libros de relatos.
Francisco no es un escritor mediático, corporativo ni patrocinado. Francisco es casi un desconocido y sus libros ganan premios. La narrativa de Francisco no es fácil, no es cómoda, no es una lectura ligera para leer en el autobús. La narrativa de Francisco requiere paciencia y atención; esfuerzo; sudor. La narrativa de Francisco es un alimento que se cuece a fuego lento y se come con cuchillo y tenedor.
“Los hábitos del azar” empiezan con una maratón campo a través y en subida. Un relato que nos obligará a buscar una docena de veces en el diccionario palabras desconocidas como calistenia. Una carrera de fondo que nos dejará sin aliento, mareados, desorientados; nos hará sentir inferiores, acomplejados de nuestra ignorancia de malos estudiantes. Y entonces odiaremos a Francisco, pensaremos en él como un repelente niño Vicente filósofo y anglosajón. Caeremos en la trampa y diremos que su narrativa es densa; dura como un caramelo de piedra; barroca y de párrafos excesivamente largos. Querremos abandonar y ser perezosos hojeadores de revistas en la sala de espera del dentista; simples lectores de folletín y photoshop. Porque Francisco escribe relatos sin atajos que no le dan una oportunidad a las palabras simples.
Francisco no es un escritor mediático, corporativo ni patrocinado. Francisco es casi un desconocido y sus libros ganan premios. La narrativa de Francisco no es fácil, no es cómoda, no es una lectura ligera para leer en el autobús. La narrativa de Francisco requiere paciencia y atención; esfuerzo; sudor. La narrativa de Francisco es un alimento que se cuece a fuego lento y se come con cuchillo y tenedor.
“Los hábitos del azar” empiezan con una maratón campo a través y en subida. Un relato que nos obligará a buscar una docena de veces en el diccionario palabras desconocidas como calistenia. Una carrera de fondo que nos dejará sin aliento, mareados, desorientados; nos hará sentir inferiores, acomplejados de nuestra ignorancia de malos estudiantes. Y entonces odiaremos a Francisco, pensaremos en él como un repelente niño Vicente filósofo y anglosajón. Caeremos en la trampa y diremos que su narrativa es densa; dura como un caramelo de piedra; barroca y de párrafos excesivamente largos. Querremos abandonar y ser perezosos hojeadores de revistas en la sala de espera del dentista; simples lectores de folletín y photoshop. Porque Francisco escribe relatos sin atajos que no le dan una oportunidad a las palabras simples.
Pero si somos capaces de aguantar y seguir adelante disfrutaremos con su ironía y humor. Descubriremos que su estilo es serijocoso, un neologismo inventado por él para hacernos sentir toda la angustia e indecisión de un hombre entre risas y llanto. Leer un relato surrealista e hilarante con una verdad subversiva dentro. Otro en el que subyace “La novela de un literato” de Cansinos Asséns con una corte trovadoresca de poetastros funcionarios y su feria de vanidades. Otros dos que entre lo cómico y lo trágico nos hablan de la falsedad y los convencionalismos de las relaciones sociales, del rencor y el pasado; de la conciencia y el sentimiento de culpa, la pereza y sus excusas. Y un relato sin jocosidad construido con el recuerdo infantil de una cena familiar en la que se aparece la muerte con su velatorio, su retórica y sus peajes. Y por último hay en este azar, en este cosmos y su jacaranda, un lugar para el dolor sin ningún tipo de alivio. Un relato que es una putada y que narra la agonía y el fracaso. Las esperanzas destruidas, deshechas, rotas. La crueldad, la inutilidad de la vida.
Francisco es un tipo discreto que no hace mercadotecnia on line con su sombra. Francisco es un estilista que gana el Óscar de los relatos uniendo narración y lenguaje en una mayúscula y que, por dos veces, nos dice que el Exitus no es más que una forma cordial de aludir a la muerte. Un tipo que triunfa y que escribe en una pared: Omnia Somnia.
Francisco López Serrano. “Los hábitos del azar”. Renacimiento. Sevilla, 2009.
Francisco es un tipo discreto que no hace mercadotecnia on line con su sombra. Francisco es un estilista que gana el Óscar de los relatos uniendo narración y lenguaje en una mayúscula y que, por dos veces, nos dice que el Exitus no es más que una forma cordial de aludir a la muerte. Un tipo que triunfa y que escribe en una pared: Omnia Somnia.
Francisco López Serrano. “Los hábitos del azar”. Renacimiento. Sevilla, 2009.
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