A mí, que soy de carácter sentimental, Chusé Inazio me atrapó a la primera en la “Entrada” de su “Reloj de bolsillo”. Tres páginas y un reloj heredado. Un reloj que era de un abuelo que se lo dio a su nieto más pequeño días antes de morir. Un reloj de plata en la mano de un montañés de un país de boj. Un reloj viejo y desgastado que marca el principio y final de un tiempo. Una página y cuatro cantos de cuco en la historia de un hombre. Cuatro escalas de un viaje personal alrededor del mundo.
Un país de boj y una casa a la que pertenecer. El menor de seis hermanos que a la edad de empezar a ir a la escuela subía de rabadán al monte a cuidar de las vacas. Nacer y vivir en un país de símbolos. Aldabas, patas de gallina, pezuñas y flores de cardo clavadas en las puertas para espantar el mal y las brujas. Símbolos y amuletos que nos mostraron Fernando y Ana Biarge en su “Líbranos del mal”. Pastor trashumante que se convertirá en almadiero bajando aquel camino de sirga hasta llegar al mar. Almadiero que no sabía nadar, leer ni escribir y se embarca en un velero francés en el que viajará alrededor del mundo en el siglo XIX. Conocerá la isla de Madagascar, las islas Mauricio, las Molucas y Paraguay. Aves exóticas, peces voladores, plantas carnívoras y los poemas de Baudelaire. Y al regresar a su pueblo con una epopeya vivida para contar sentados en los escaños alrededor del hogar de casa se encuentra que unos han muerto y otros emigrado y su única opción es quedarse de Tión para trabajar el huerto y hacer otra vez de pastor. Volver y encontrarse el mismo lugar convertido en otro en un nuevo siglo y a él en un extraño que habla francés. Y el último canto del cuco con la tragedia de la “La bolsa de Bielsa” cruzando a pie el puerto nevado. La huída y la muerte. Tragedia de la que también nos habló Severino Pallaruelo en el relato “Chillaba como un conejo” de su “Pirineos, tristes montes”.
La literatura de Chusé Inazio resulta reconocible y personal. Narración puesta al servicio de una causa lingüística. Literatura de combate que por momentos resulta hermosa, emotiva y poética, pero que en ocasiones se lee más como un catálogo, un diccionario, un arca de palabras que como una novela. Literatura pragmática que en algunas páginas se hace arenga, sermón, discurso que se vuelve avinagrado y excesivo. Literatura subjetiva que llevada por su ambición le hace caer en errores que le dejan en evidencia como que el protagonista hable en 1938 de la novela de Ernest Hemingway "¿Por quién doblan las campanas?" cuando no se publicó hasta 1940. Conocer el pasado se hace necesario para aprender, comprender, avergonzarnos y avanzar. Quedarse atrapado en él es dar vueltas dentro de un círculo cerrado. Volverse repetitivo. Se necesita vivir en el siglo XXI con una nueva literatura en aragonés sin pastoradas ni daguerrotipos. Y la literatura de Chusé Inazio es romántica y áspera, hermosa y subjetiva; quizás necesariamente reivindicativa y lingüísticamente útil y de valor, pero narrativamente descompensada, irregular y circular.
Chusé Inazio Nabarro. “Reloj de bolsillo” Gara d’Edizions. Zaragoza, 2009.
Un país de boj y una casa a la que pertenecer. El menor de seis hermanos que a la edad de empezar a ir a la escuela subía de rabadán al monte a cuidar de las vacas. Nacer y vivir en un país de símbolos. Aldabas, patas de gallina, pezuñas y flores de cardo clavadas en las puertas para espantar el mal y las brujas. Símbolos y amuletos que nos mostraron Fernando y Ana Biarge en su “Líbranos del mal”. Pastor trashumante que se convertirá en almadiero bajando aquel camino de sirga hasta llegar al mar. Almadiero que no sabía nadar, leer ni escribir y se embarca en un velero francés en el que viajará alrededor del mundo en el siglo XIX. Conocerá la isla de Madagascar, las islas Mauricio, las Molucas y Paraguay. Aves exóticas, peces voladores, plantas carnívoras y los poemas de Baudelaire. Y al regresar a su pueblo con una epopeya vivida para contar sentados en los escaños alrededor del hogar de casa se encuentra que unos han muerto y otros emigrado y su única opción es quedarse de Tión para trabajar el huerto y hacer otra vez de pastor. Volver y encontrarse el mismo lugar convertido en otro en un nuevo siglo y a él en un extraño que habla francés. Y el último canto del cuco con la tragedia de la “La bolsa de Bielsa” cruzando a pie el puerto nevado. La huída y la muerte. Tragedia de la que también nos habló Severino Pallaruelo en el relato “Chillaba como un conejo” de su “Pirineos, tristes montes”.
La literatura de Chusé Inazio resulta reconocible y personal. Narración puesta al servicio de una causa lingüística. Literatura de combate que por momentos resulta hermosa, emotiva y poética, pero que en ocasiones se lee más como un catálogo, un diccionario, un arca de palabras que como una novela. Literatura pragmática que en algunas páginas se hace arenga, sermón, discurso que se vuelve avinagrado y excesivo. Literatura subjetiva que llevada por su ambición le hace caer en errores que le dejan en evidencia como que el protagonista hable en 1938 de la novela de Ernest Hemingway "¿Por quién doblan las campanas?" cuando no se publicó hasta 1940. Conocer el pasado se hace necesario para aprender, comprender, avergonzarnos y avanzar. Quedarse atrapado en él es dar vueltas dentro de un círculo cerrado. Volverse repetitivo. Se necesita vivir en el siglo XXI con una nueva literatura en aragonés sin pastoradas ni daguerrotipos. Y la literatura de Chusé Inazio es romántica y áspera, hermosa y subjetiva; quizás necesariamente reivindicativa y lingüísticamente útil y de valor, pero narrativamente descompensada, irregular y circular.
Chusé Inazio Nabarro. “Reloj de bolsillo” Gara d’Edizions. Zaragoza, 2009.
1 comentario:
Cuando mi abuelo murió, me quedé con su reloj, que aún guardo como un tesoro. No me lo pongo nunca, pero le cambio las pilas cada vez que se le terminan.
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