Dicen que antes de morir recuerdas de principio a fin tu vida. Lo bueno y alegre. Lo triste y oscuro. Los besos y las cicatrices. Pues eso es “La dama de pueblo”: una vida entera. Desde el primer recuerdo de la niñez hasta las confusas imágenes de una mujer moribunda. Una novela que cuenta toda una vida. Un círculo que se cierra. Origen y final en un mismo punto: un pueblo del pirineo aragonés. Partida y regreso después de ochenta años y entre medias vivir en Paris, Londres, Casablanca, Ámsterdam y Madrid. Una vida desahogada y típica de la alta sociedad y un marido diplomático. La cara amable y afortunada que cualquiera de nosotros envidiaríamos.
Y detrás del brillo la maldita cara oculta de la fortuna. El difícil encaje de una mujer independiente y moderna en un matrimonio convencional donde su única ocupación era la de ser mujer florero. La luna de miel que se convierte pronto en una costra seca. La diferencia entre lo que se tiene y lo que se necesita, lo que se tiene y lo que se echa en falta.
“La dama de pueblo” se merece el formato de gran novela; con tapas duras, sobrecubierta y lomo de bandoneón. Porque la vida de esta “Dama de pueblo” resulta excepcional, emocionante, corriente y dramática. Javier de la Rica tiene el mérito de ser un hombre narrando la vida de una mujer, vivir la vida desde la carne y conciencia de una mujer afortunada y desdichada. Niñez, juventud, edad adulta y vejez. Pasar por todas las etapas que una vida deja. El destino que lleva, trae y quita. El primer recuerdo: el lugar donde nacimos y pasamos nuestra infancia. El amor infinito de unos padres. La despedida, la juventud, la suerte, la experiencia y la independencia. La guerra y sus heridas. La madurez y sus días de montaña rusa. La soledad y sus precipicios. Derrota y hielo que se ahoga, enfanga en el juego y el alcohol para llenar las horas vacías. Rabia que estalla en un disparo de escopeta. Conciencia que grita, se cae y se levanta. Que se vuelve a mirar en el espejo, que se reencuentra. Que se sorprende y nos hace revivir. Toda una vida de inquietudes y sueños, errores y aciertos, necesidades de cada una de las décadas que vamos sumando. Los cambios en nuestro cuerpo, las transformaciones del país donde nacimos. La España del blanco y negro y la Europa moderna. Viajes de vuelta y adiós. Cartas y llamadas de teléfono. Los hijos y las diferentes etapas por las que pasa nuestra relación con ellos. Desde la necesidad al alejamiento y el regreso adulto. El amor y la aceptación. La desaparición de todos los que nos preceden. La muerte y su misterio, su desgarro, su vacío, sus preguntas sin respuesta, su llegar pronto y dejarnos con palabras pendientes. Las amistades que se dejan por el camino y las que nunca se pierden. Las vidas nuevas y el futuro que no veremos.
Y detrás del brillo la maldita cara oculta de la fortuna. El difícil encaje de una mujer independiente y moderna en un matrimonio convencional donde su única ocupación era la de ser mujer florero. La luna de miel que se convierte pronto en una costra seca. La diferencia entre lo que se tiene y lo que se necesita, lo que se tiene y lo que se echa en falta.
“La dama de pueblo” se merece el formato de gran novela; con tapas duras, sobrecubierta y lomo de bandoneón. Porque la vida de esta “Dama de pueblo” resulta excepcional, emocionante, corriente y dramática. Javier de la Rica tiene el mérito de ser un hombre narrando la vida de una mujer, vivir la vida desde la carne y conciencia de una mujer afortunada y desdichada. Niñez, juventud, edad adulta y vejez. Pasar por todas las etapas que una vida deja. El destino que lleva, trae y quita. El primer recuerdo: el lugar donde nacimos y pasamos nuestra infancia. El amor infinito de unos padres. La despedida, la juventud, la suerte, la experiencia y la independencia. La guerra y sus heridas. La madurez y sus días de montaña rusa. La soledad y sus precipicios. Derrota y hielo que se ahoga, enfanga en el juego y el alcohol para llenar las horas vacías. Rabia que estalla en un disparo de escopeta. Conciencia que grita, se cae y se levanta. Que se vuelve a mirar en el espejo, que se reencuentra. Que se sorprende y nos hace revivir. Toda una vida de inquietudes y sueños, errores y aciertos, necesidades de cada una de las décadas que vamos sumando. Los cambios en nuestro cuerpo, las transformaciones del país donde nacimos. La España del blanco y negro y la Europa moderna. Viajes de vuelta y adiós. Cartas y llamadas de teléfono. Los hijos y las diferentes etapas por las que pasa nuestra relación con ellos. Desde la necesidad al alejamiento y el regreso adulto. El amor y la aceptación. La desaparición de todos los que nos preceden. La muerte y su misterio, su desgarro, su vacío, sus preguntas sin respuesta, su llegar pronto y dejarnos con palabras pendientes. Las amistades que se dejan por el camino y las que nunca se pierden. Las vidas nuevas y el futuro que no veremos.
Y al final -y a pesar de André Guide- las raíces. Regresar a su pueblo del pirineo aragonés para quedarse, ser fiel a su carácter y emprender la última aventura. Triunfo e ingratitud. Victoria, fracaso, amor, silencio y recuerdo.
Es la vida. Esa que pasó girando como una ruleta justo antes de la muerte.
Javier de la Rica San Gil. “La dama de pueblo”. Edición Personal. Madrid. 2009.
Es la vida. Esa que pasó girando como una ruleta justo antes de la muerte.
Javier de la Rica San Gil. “La dama de pueblo”. Edición Personal. Madrid. 2009.
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