Si estuviera frente a ti no me atrevería. Me quedaría callado. Bien perfumado, pero callado. No me saldría ni una letra. Pero no te veo, y así, a escondidas, resulta muy fácil ser valiente y abrir la bocaza.
Empezaré por los defectos; igual que primero se dan las malas noticias. Un relato me sobra y el final de otro no me gusta.
Empezaré por los defectos; igual que primero se dan las malas noticias. Un relato me sobra y el final de otro no me gusta.
El que me sobra desentona en el conjunto. Como ir en chándal a una cena de gala. Y el final del otro le quita credibilidad a la historia. En mi casa me oyeron gritar un alto y claro ¡oh, no!, cuando me dí de golpe con él. Y es que el realismo intimista del relato se rompe en pedazos con ese fantasma de sobre sorpresa. Su aparición convierte la seriedad y emoción de la historia en un mal chiste de Halloween.
Lo siento, pero me pediste sinceridad y te la doy. Aunque, te puedo asegurar, que si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.
Ahora los elogios, las buenas noticias. Y te diré que el tiempo no te ha robado un gramo de belleza y sí que le ha dado profundidad a tu escritura. Dos años desde tu “Piel de lagarta” y te presentas igual de hermosa pero con otro vestido y otro perfume. Con tu estilo personal y único, pero más realista, más íntima, más observadora, más sentimental y melancólica. Supongo que tendrá algo que ver con todo el amor que se adivina en tu dedicatoria. Esos recuerdos que se deslizan en dos relatos memorables. Aquella casa con el balcón en ruinas y un nombre escrito en una lápida.
En “Amar en martes” está la Angélica que me conquista con su imaginación y su sensibilidad. Está la que inventa a una Venus rediviva que un día a la semana habla bien clarito y llama a las cosas por su nombre y también la Angélica que habla de piedad y perra vida. De los débiles, los sin suerte y los vagabundos. Está la Angélica que ya conocía de antes de las metáforas deslumbrantes y los monólogos teatrales y una nueva Angélica que me emociona balanceándose en una mecedora en el salón de una casa sola.
Ahora los elogios, las buenas noticias. Y te diré que el tiempo no te ha robado un gramo de belleza y sí que le ha dado profundidad a tu escritura. Dos años desde tu “Piel de lagarta” y te presentas igual de hermosa pero con otro vestido y otro perfume. Con tu estilo personal y único, pero más realista, más íntima, más observadora, más sentimental y melancólica. Supongo que tendrá algo que ver con todo el amor que se adivina en tu dedicatoria. Esos recuerdos que se deslizan en dos relatos memorables. Aquella casa con el balcón en ruinas y un nombre escrito en una lápida.
En “Amar en martes” está la Angélica que me conquista con su imaginación y su sensibilidad. Está la que inventa a una Venus rediviva que un día a la semana habla bien clarito y llama a las cosas por su nombre y también la Angélica que habla de piedad y perra vida. De los débiles, los sin suerte y los vagabundos. Está la Angélica que ya conocía de antes de las metáforas deslumbrantes y los monólogos teatrales y una nueva Angélica que me emociona balanceándose en una mecedora en el salón de una casa sola.
Está la Angélica de la carcajada y el surrealismo típico de Leuret que bebe gin-tonic en un botijo con una Angélica que habla de la herida dolorosa que dejan la muerte y la ausencia.
La Angélica de las historias de catalepsia y mujeres diabólicas al estilo Clouzot con una Angélica que hace protagonista de sus relatos a los "seres insignificantes que pueblan a escondidas la tierra".
Una nueva Angélica que hace protagonistas absolutas de todos sus relatos a las mujeres. Mujeres descaradas y tímidas, mujeres valientes y heridas, fuertes y débiles, mujeres vivas y mujeres muertas. Mujeres a las que echar de menos cuando "pesan más las ausencias que los zapatos".
Conversaciones de mujeres a dos voces en un bar, soliloquios de mujeres en velatorios, cementerios y conciertos de música clásica hablando de amor y diciendo verdades como puños. Conversaciones entre mujeres; intimidad, recuerdos, sueños, dudas, desilusiones, secretos y sentimientos de mujeres.
Sí, es verdad; si fuera posible, también yo robaría rosas para ti.
Angélica Morales, “Amar en martes”. Libros Certeza. Zaragoza, 2009.
Angélica Morales, “Amar en martes”. Libros Certeza. Zaragoza, 2009.
4 comentarios:
Como es ustéd, Sr. Borrás... pone en el debe que hay un relato que no le gusta, ¡el día que yo encuentre un libro en el que me gusten todos los relatos o todos los capítulos le aviso a gritos! Y si tal como indica hay dos relatos memorables...¡cuantos libros son notables tan sólo por poseer uno!
No es que sea amor de familia pero... ¡a mi prima ni me la mente!
Le agradezco enormemente la crítica, pero por encima de todo, le agradezco la fatal sinceridad. Con elogios es imposible crecer y yo espero algún día alcanzar esa gloria caduca a la que aspiran los creadores.
Me gustan los defectos porque sobre ellos se cimentan las virtudes y espero seguir equivocándome muchas veces en mi escritura para poder continuar dando pasitos hacia adelante,firmes y dolorosos como una bailarina tuerta.
En fin, señor Borrás, que es usted un amor. Siento que no le gustara el final de rosas robadas, a mí me encanta. Por cierto, ¿Cúal es el otro relato que lo dejó a usted clavado a la indiferencia?
Espero que mande su reseña al diario oscense. Me gusta que se cuenten las verdades.
Es usted un sol de agosto.
Saludos de gata sobre el tejado de zinc caliente.
Bien, bien. Las críticas por eso son críticas. Yo estoy en su lectura y "criticaré" más adelante. Enhorabuena a la autora, siempre ha tenido una pluma certera y evocativa.
Tampoco hay que creerse todo lo que dice la crítica, la certeza personal de estar escribiendo lo correcto es importante, Evidentemente las críticas constructivas ayudan a pulir nuestros defectos.
Nuevamente, enhorabuena...
Estimado José Ángel:
Me espanta que alguien me considere un crítico.
Yo no hago críticas, tan sólo doy mi versión de los hechos. Es una opinión, tan buena o mala como la de cualquiera.
Dos personas no opinarán lo mismo de un libro. Habrán leído lo mismo pero es probable que tengan opiniones distintas. Igual que las películas, a mí me habrá gustado y puede que el que se siente a mi lado la considere un bodrio.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que lo más importante es la "certeza personal". Que debemos ser nosotros mismos nuestro primer y más implacable crítico. Después, una vez que nuestras palabras se han convertido en papel, ya no esatrán bajo nuestro control, se expondrán a lo que los demás opinen de ellas. Y ahí entra el "criterio personal" y el gusto de cada uno. Yo ningún día he dejado de preguntarme qué vió mi mujer el día que me dió su número de teléfono.
Un cordial abrazo.
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