miércoles, 15 de abril de 2009

La verdad

Hay un momento clave en la novela cuando el protagonista, dolorido y consternado, reconoce que su mente “…se ha enredado en un absurdo entresijo acerca de mí mismo, de la verdad, la muerte, el pasado y el destino, sin llegar a ningún sitio...”.
Es un resumen preciso y exacto del contenido de “Sombras de lo cotidiano”: la mirada interior, la búsqueda de la verdad y la indagación acerca de la muerte, el pasado y el destino. Todos temas habituales en la literatura de Carlos Manzano. Y es que Carlos no es de los que se quedan mirando el reflejo de la superficie. Él mete la cabeza dentro del agua. Hasta el fondo, hasta lo más profundo.
Aunque hay algo en lo que no estoy de acuerdo con el protagonista: no creo que el viaje haya sido absurdo y ni mucho menos que no lleve a ningún sitio. Lo que pasa es que la caída, el golpe que recibe, es demasiado fuerte.
Imaginad a un hombre que, cansado de hacer solitarios, se pone a hacer un castillo de naipes. No es un simple juego, en el anverso de cada carta hay diferentes imágenes de su vida que representan algo: la soledad, el fracaso, el amor roto, un anhelo, una motivación, un viaje, una mujer, una pregunta, un espejo roto, una borrachera y una coartada para vivir.
Va colocando con cuidado una carta encima de otra, construyendo la torre en delicado equilibrio. Encontrando el sentido, colocando cada carta en su lugar. Pero la última es de plomo y al colocarla en el vértice el castillo se derrumba. Tanto esfuerzo para nada. Un fraude, una mentira.
Pero reducir “Sombras de lo cotidiano” a un simple engaño, a un estrepitoso derribo, no es justo. Porque la historia encerrada en esta novela es simple pero profunda.
Simple; porque así es la verdad. La cruda realidad. La inesperada y vulgar verdad de la vida: envidia, avaricia, ira, violencia y odio. Sórdida, sin artificios ni fantasía.
Profunda; porque Carlos nos trae la voz del pensamiento de un hombre. Un viaje al interior, un monólogo, una salvaje y dolorosa introspección. La conciencia que vive dentro de nosotros.
Profunda; porque retrata la desesperada búsqueda de una excusa, un argumento, un hecho en el que inspirarnos, una esperanza a la que agarrarnos para salir a flote.
Profunda; porque con el extravagante encuentro con una mujer se entrecruza el doloroso recuerdo de otra, el tumor maligno de un adiós que hay que extirpar. El placer y el dolor.
Profunda; porque nos habla del error de mentirse a uno mismo, del egoísmo, las estrategias que utilizamos para protegernos. Los andamios para tapar nuestra soledad. La farsa que nos hemos creado para no mostrarnos como seres heridos, indefensos y débiles.
Profunda; porque Carlos nos enfrenta a nuestra propia derrota, a caer dominados por esa parte demente e irracional que vive dentro de nosotros y que nos esforzamos por mantener a raya. Porque plantea los motivos de la existencia humana. Busca el significado a ese sinsentido descomunal que significa la vida. La necesidad de resolver las incógnitas, las preguntas que necesitan respuestas. Volverse loco de pensar, buscar una razón que explique nuestros actos.
Y profunda porque también es un tratado sobre cómo escribir y qué significa una novela. Qué debe tener dentro. Y eso es lo que Carlos Manzano nos ofrece en “Sombras de lo cotidiano”: rigor estético y lingüístico, realismo y esfuerzo intelectual.
Al final, las tres citas del principio no son porque sí. Tres citas extraídas de tres libros que el protagonista de la novela se compra. La verdad siempre es otra. La verdad resulta ser la triste realidad, pero el viaje no ha sido en vano.


Carlos Manzano “Sombras de lo cotidiano” Mira Editores. Zaragoza, 2008.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sueño con el día en que pueda yo pedirte que me hagas una crítica tan coj..... como las que haces, pero de un libro mío

El Parri dijo...

Se aproxima un castellano, pero en son de paz.
Gratísima sorpresa reencontrarme con Aragón Literario, enriqueciendo esa crítica que justificaría treinta trilogías con la narración brillante y el verso doloroso, porque sin duda sólo ha salido a la luz desde el cajón a costa de no poca pelea contigo mismo.
Enhorabuena maestro.