La había visto muchas veces. En realidad, la perseguía siempre con la mirada. Pero justo aquel día, en aquel cruce, no la vio.
La había visto muchos días en la ciudad. Se había cruzado con ella en la plaza, en la calle, en el parque, a la salida del cine. La había visto y la había mirado, sin decirle nunca nada. Pero aquella mañana la vio y no le dio tiempo a esquivarla. Fue tan sólo un segundo. Nunca el tiempo fue tan corto.
Muchos días, al verla, se imaginaba el calor de sus palabras. Pero aquel día sólo oyó el golpe, y vio, fugaz, en un vuelo, su cuerpo golpeándose contra el coche y desaparecer.
Una tarde coincidió con ella. Durante un breve instante, en el quiosco, comprando el periódico. Aspiró el perfume de su pelo castaño y sus miradas se cruzaron otra vez. Su boca cerrada, sin atreverse, sus manos inútiles para retenerla. Aquella tarde se arrepintió, pero nunca cómo ésta mañana, cuando detuvo el coche y oyó los gritos de la gente.
El sol abrasando, como aquella tarde de primavera blanca, cuando se encontraron en el parque. Ella iba con una amiga, él, solo, con las manos en los bolsillos. Le palpitó fuerte el corazón al verla. Sus miradas se cruzaron, pero siguieron caminando sin detenerse. Cuando pasó se volvió hacia ella y encontró sus ojos abiertos, mirándole, y en su sonrisa la esperanza.
-Soy un idiota-. Recuerda que dijo.
Se juró a si mismo que la próxima vez que la viera le diría hola, buscaría con hambre su sonrisa, el calor de sus palabras y la mirada completa. Dejaría de esperar y soñarla. La próxima vez sería la última que no le dijera nada.
Y ahora su cuerpo está tumbado en mitad de la calle. Sin moverse. Con el rostro pálido y los ojos cerrados. El olor de su pelo perdido entre la sangre. Sus ojos ya no miran, no pueden verle.
Y ahora toca su rostro y llora. Nunca la había tenido tan cerca. Y ahora sus manos están frías y sus labios sin sonrisa.
Y hoy ha vuelto a verla, cruzarse con ella, pero hoy tampoco le salen las palabras, tampoco hoy es capaz de decirle nada, tan sólo ahogarse en el más triste de los llantos.
Texto de Jorge del Frago.
Fotografía de Óscar Garrido Serra
Podeis disfrutar de sus magníficas fotografías en http://www.garridoserra.com/
La había visto muchos días en la ciudad. Se había cruzado con ella en la plaza, en la calle, en el parque, a la salida del cine. La había visto y la había mirado, sin decirle nunca nada. Pero aquella mañana la vio y no le dio tiempo a esquivarla. Fue tan sólo un segundo. Nunca el tiempo fue tan corto.
Muchos días, al verla, se imaginaba el calor de sus palabras. Pero aquel día sólo oyó el golpe, y vio, fugaz, en un vuelo, su cuerpo golpeándose contra el coche y desaparecer.
Una tarde coincidió con ella. Durante un breve instante, en el quiosco, comprando el periódico. Aspiró el perfume de su pelo castaño y sus miradas se cruzaron otra vez. Su boca cerrada, sin atreverse, sus manos inútiles para retenerla. Aquella tarde se arrepintió, pero nunca cómo ésta mañana, cuando detuvo el coche y oyó los gritos de la gente.
El sol abrasando, como aquella tarde de primavera blanca, cuando se encontraron en el parque. Ella iba con una amiga, él, solo, con las manos en los bolsillos. Le palpitó fuerte el corazón al verla. Sus miradas se cruzaron, pero siguieron caminando sin detenerse. Cuando pasó se volvió hacia ella y encontró sus ojos abiertos, mirándole, y en su sonrisa la esperanza.
-Soy un idiota-. Recuerda que dijo.
Se juró a si mismo que la próxima vez que la viera le diría hola, buscaría con hambre su sonrisa, el calor de sus palabras y la mirada completa. Dejaría de esperar y soñarla. La próxima vez sería la última que no le dijera nada.
Y ahora su cuerpo está tumbado en mitad de la calle. Sin moverse. Con el rostro pálido y los ojos cerrados. El olor de su pelo perdido entre la sangre. Sus ojos ya no miran, no pueden verle.
Y ahora toca su rostro y llora. Nunca la había tenido tan cerca. Y ahora sus manos están frías y sus labios sin sonrisa.
Y hoy ha vuelto a verla, cruzarse con ella, pero hoy tampoco le salen las palabras, tampoco hoy es capaz de decirle nada, tan sólo ahogarse en el más triste de los llantos.
Texto de Jorge del Frago.
Fotografía de Óscar Garrido Serra
Podeis disfrutar de sus magníficas fotografías en http://www.garridoserra.com/
2 comentarios:
Hola, te escribo para darte las gracias por la crítica de mis 15 maneras. me ha parecido preciosa y me ha encantado la forma en que has expresado lo que has sentido leyéndola.
Cuando suceden cosas así, ese día y los que le siguen, te alegras de ser escritora.
Gracias, María, por añadir tu comentario.
Gracias por tus palabras, porque, en realidad soy yo el que te da las gracias por haber escrito esa maravillosa novela tuya, esas "15 maneras de decir amor". Todas mis palabras son reflejo de las intensas emociones que me hizo sentir su lectura.
Gracias.
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