Y tú hablabas así, decías estas cosas. Y tú eras así, una niña boba sumando palabras, una niña escribiendo el diario de un tiempo que ahora es pasado; poemas y prosa de dos otoños y ocho años; tú y él en cinco partes, tú y cuatro meses, tú y un epílogo para llegar al final y decir basta hasta que tropiece de nuevo el alma. Y yo, ahora, leyendo tu diario y el recuerdo de lo que fuiste, de todo lo que callaste y sentiste; de ti entera, rota, herida y secreta. Y así fue y así lo escribiste, y así lo leo yo ahora, y tú lanzándolo al aire, expulsándolo, arrojándolo, arrancándolo; desclavándolo lentamente, en pasos breves, miradas hondas; poemas y prosas de ocho años y cinco partes. Y tú escribiéndolo y yo leyendo ahora tu “Diario de invierno”, tú y un hombre sin nombre, el recuento de noches y días de ausencia, soledad, viento y lluvia. Escribiendo un diario para confesar tu tormento; utilizando las palabras como hilo, yodo, venda y desinfectante. Costra y cicatriz de aquellos días de otoño en los que tenías que escribir para convencerte, para decirle que no a la tristeza. Para mentir y conocer la verdad, vivir el dolor como una planta que regar cada día.
Y tú escribiendo un diario, describiendo el lugar que habitabas cuando estabas sola. Paisajes helados de un invierno adelantado, impuntual y categórico. El deseo de olvidar y curarte y él que se empeñaba en no marcharse, en quedarse y alimentarse de tu intensa debilidad. Y tú escribiendo y yo recordando, releyendo, recorriendo viejos paisajes dibujados en tus palabras. Otros días míos de soledad, frío, viento y lluvia. Palabras tuyas y sentimientos míos; compartidos al detalle; palabras ajenas que tomar prestadas verso a verso; noches y días, meses; estaciones de mentira y risa. Palabras ajenas para adivinar sin adivinanzas, presentir entre líneas, renglones y murmullos. Sentir la sombra, su amenaza; su cuchillo obstinado ir y venir, aparecer y desaparecer; ser, irse, volver, regresar. De verme en tus palabras cuando yo jugaba a ser otro igual de falso, con la misma verdad, igual silencio.
Y tú escribiendo un diario y yo leyendo ahora despacio tus palabras. Meciéndome en su acompasada y misteriosa exactitud. Uno por fuera otro por dentro. Palabras para recordar su nombre y dos apellidos, su rostro de frente y perfil, su cuerpo entero. Palabras para devolverme un ayer hecho de lugar y viento, ciudad; abreviaturas, prefijos y acentos. Y tú escribiendo poemas y prosas de pura belleza y yo reconociendo el origen y el fin del tiempo. Repitiendo a escondidas los arañazos de los otoños, los espejos y sus mordeduras.
Y tú y yo cambiando, dejando pasar lentos los años, dejando que otros con sus palabras nos vayan abriendo el camino, cerrando las puertas, borrando las huellas; otro viento y otro tiempo limando las puntas de acero, deshaciendo las piedras. Tú escribiendo y yo reconociendo que todo termina y todo queda. Tú y yo reconociendo que una mañana se hace necesario decir basta, escribir un epílogo, evitar ser devorado, permanecer en pie hasta que tropiece de nuevo el alma. Recitar el invierno, sentir tus palabras sobre la frente y los días.
María Pérez Collados. “Diario de un invierno”. Ediciones Nuevos Rumbos. Zaragoza, 2010.
Y tú escribiendo un diario, describiendo el lugar que habitabas cuando estabas sola. Paisajes helados de un invierno adelantado, impuntual y categórico. El deseo de olvidar y curarte y él que se empeñaba en no marcharse, en quedarse y alimentarse de tu intensa debilidad. Y tú escribiendo y yo recordando, releyendo, recorriendo viejos paisajes dibujados en tus palabras. Otros días míos de soledad, frío, viento y lluvia. Palabras tuyas y sentimientos míos; compartidos al detalle; palabras ajenas que tomar prestadas verso a verso; noches y días, meses; estaciones de mentira y risa. Palabras ajenas para adivinar sin adivinanzas, presentir entre líneas, renglones y murmullos. Sentir la sombra, su amenaza; su cuchillo obstinado ir y venir, aparecer y desaparecer; ser, irse, volver, regresar. De verme en tus palabras cuando yo jugaba a ser otro igual de falso, con la misma verdad, igual silencio.
Y tú escribiendo un diario y yo leyendo ahora despacio tus palabras. Meciéndome en su acompasada y misteriosa exactitud. Uno por fuera otro por dentro. Palabras para recordar su nombre y dos apellidos, su rostro de frente y perfil, su cuerpo entero. Palabras para devolverme un ayer hecho de lugar y viento, ciudad; abreviaturas, prefijos y acentos. Y tú escribiendo poemas y prosas de pura belleza y yo reconociendo el origen y el fin del tiempo. Repitiendo a escondidas los arañazos de los otoños, los espejos y sus mordeduras.
Y tú y yo cambiando, dejando pasar lentos los años, dejando que otros con sus palabras nos vayan abriendo el camino, cerrando las puertas, borrando las huellas; otro viento y otro tiempo limando las puntas de acero, deshaciendo las piedras. Tú escribiendo y yo reconociendo que todo termina y todo queda. Tú y yo reconociendo que una mañana se hace necesario decir basta, escribir un epílogo, evitar ser devorado, permanecer en pie hasta que tropiece de nuevo el alma. Recitar el invierno, sentir tus palabras sobre la frente y los días.
María Pérez Collados. “Diario de un invierno”. Ediciones Nuevos Rumbos. Zaragoza, 2010.
3 comentarios:
Fantásticas reseñas literarias. Pasaba de nuevo por aquí y nada, deseo éxitos para este 2011.
Un saludo indio
Pasan los años y usted sigue deleitando con sus reseñas, que son verdaderas obras de arte de la palabra. Alguien debería compilar sus textos sobre libros.
Son estas algo más que reseñas, es literatura. Un abrazo y muchísimas gracias.
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