
Porque lo inquietante de la ciencia-ficción está en que esa parte fantástica pueda llegar a ser real. Que algo aparentemente imposible o virtual se convierta en una amenaza factible, en algo que podamos entender como posible y que se construye con elementos reconocibles que habitan junto a nosotros. Porque todos sabemos que hay laboratorios y laberintos, fármacos y experimentos, incineradoras, secretos y trituradoras de papel. Puertas blindadas, vallas electrificadas y sótanos insonorizados, órdenes y alcantarillas, ética y conciencia, escrúpulos y poder. Todos sabemos que la realidad tiene una parte que desconocemos. Un lugar en sombra, codificado y abstracto. Una liga con otras reglas. Un club privado al que nunca seremos invitados a entrar. Ficciones que hemos intuido en algunas películas y en algunas noticias de los periódicos. Ficción que sirve para entretener nuestro tedio y noticias que suceden en un planeta lejano sin quitarnos el sueño.
Porque “mientras uno no se hace muchas preguntas, todo va bien; mientras no indaga más allá de las serpentinas y las máscaras de carnaval, todo es perfecto; nos parece vivir en los jardines de la libertad. Pero dedíquese a levantar con la uña el esmalte con que cubren nuestras gafas y pronto se verá sumergida en un cenagal kafkiano”.
Y es que esta caja no es sólo una novela que habla de tener una vocación y cumplirla. Tener la suerte de conocer el lugar dónde queremos estar. De triunfar con esfuerzo, dedicación e inteligencia. Trabajar en un proyecto junto a alguien que se hace cómplice y ayuda imprescindible para conseguir un objetivo. Descubrir el significado de la amistad y sus beneficiosos efectos derivados y por el contrario sufrir el fracaso en la vida privada. La distancia, las diferencias insalvables, la incomprensión y la incomunicación. El vivir completamente entregado a un trabajo por pasión o como excusa para no enfrentarse a ese mundo exterior que es un medio hostil y en el que no sabemos navegar. La vida dentro de un laboratorio y sus teorías y análisis del comportamiento humano. La verdadera vida sucediendo fuera. La dicotomía, la contradicción y la aparente incompatibilidad. Los instantes de verdadera felicidad con bien poco. La compañía, la risa y la conversación banal. Los pensamientos y las dudas. La emoción y el pánico. Los callejones sin salida. La derrota y la resurrección.
Esta caja contiene la ambición profesional y el querer llegar donde ningún científico había llegado. Trabajar por encontrar una fórmula que consiga aliviar el dolor y la ansiedad, la angustia del miedo humano. La ciencia como algo útil. Dar el paso y cruzar la línea. Pasar de la investigación con ratones y primates a utilizar cobayas humanos. Pasar de la teoría a la posibilidad. De la hipótesis a lo factible. Explorar el terror humano. Enfrentar a un hombre a sus temores, descubrirlos y encontrar un medicamento que los elimine. Y a partir de ahí ver como esa finalidad se transforma, se muta, se convierte en la fórmula deseada por el poder y su sombra. Y enfrentarse a una realidad distinta. A unas consecuencias inesperadas. A los sótanos y a los resortes, ruedas dentadas que giran invisibles e implacables.
Esta caja habla de la ambición humana. De líneas rojas, límites propios y extraños. De la manipulación, la soledad y los desiertos concéntricos. De los argumentos para justificar nuestros actos. De lo moral y lo inmoral, la ética, los escrúpulos, la sumisión, la rebeldía y la conciencia. Del terror de lo desconocido y lo que descubrimos. Del terror como método de tortura perfecto. De la traición y la muerte, las mentiras y las trampas. De los recursos infinitos y los métodos sutiles y violentos del poder. De la posibilidad del hombre convertido en un androide, el ejército perfecto que toda nación querría tener.
Pero sobre todo esta caja nos hace sentir nuestra insignificancia; nuestra debilidad frente a un poder omnívoro e implacable. El llegar a vernos reducidos a cosas, peones en una partida que no dirigimos; estorbos, piezas sobrantes, ceros a la izquierda sin un solo decimal. Vernos despojados de nuestra condición humana.
Y esta caja es, además, la primera y –desgraciadamente- única novela de Adolfo Ayuso que cuenta en sus cubiertas con dos grabados de Mariano Castillo y en su interior con dibujos de Ignacio Fortún.
Adolfo Ayuso. “La caja”. Zócalo Editorial. Zaragoza, 1994.
Mariano Castillo http://www.grabadoscastillo.es/
Ignacio Fortún http://www.ignaciofortun.com/
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