“Aeropuerto de Funchal” es la manera en la que Ignacio Martínez de Pisón ha querido celebrar aquella tarde de otoño de 1984 en la que cogió el autobús de la línea 64 de Barcelona y se presentó en la Editorial Anagrama para dejar las fotocopias de unos relatos que había escrito y que un año después, en septiembre de 1985, se convertirían en su primer libro: “Alguien te observa en secreto”
“Aeropuerto de Funchal” es la forma en la que Ignacio ha querido celebrar ese número redondo –de los que no le gustan a Vila-Matas- de los 25 años escribiendo relatos, pero que también celebra su condición de novelista; pues ese mismo año, en diciembre de 1985, y en la misma editorial, publicó su primera novela: “La ternura del dragón”, con la que había ganado el Premio Casino de Mieres de novela corta en 1984. Y fue precisamente el haber ganado aquel premio lo que le decidió, aquella tarde de otoño, a dejar en la editorial de Jorge Herralde la copia con el manuscrito de sus cuentos.
“Aeropuerto de Funchal” tiene además el valor de ofrecernos cuatro relatos que se habían publicado en libros colectivos o revistas pero que nunca hasta ahora se habían reunido en un volumen, y, sobre todo, contener una “Nota del autor” en la que Ignacio nos declara que esta antología está inspirada en la humildad y no en la vanidad, que es un modo de reconocer errores y fracasos en viejos cuentos en los que ya no se reconoce, y que con esta antología que recoge ocho relatos elegidos por él quiere hablar del escritor que soy, y no del que fui... De ahí que haya desaparecido esa tendencia a la fantasía y al suspense –siguiendo a Poe- de mis relatos más antiguos, para acabar prefiriendo la pincelada sutil de Chéjov.
Y para mí, quitando dos de los cuentos antiguos: “Siempre hay un perro al acecho” que pierde su fuerza dramática y credibilidad cuando el cuerpo de la hija adopta la misma postura del perro atropellado, y “El filo de unos ojos” en el que la realidad se diluye en el exceso y que hubiera merecido un final de apostasía o asesinato; el innegable valor de los otros seis relatos está en que forman parte de esa literatura que le gusta a Ignacio y con la que se identifica en el presente, la que acierta a crear personajes de verdad, criaturas de carne y hueso, que nos presenta escenarios, situaciones y personas creíbles. Que el mérito de Ignacio está en contarnos, mostrarnos lo que hay detrás, en la trastienda de lo cotidiano. El Ignacio novelista que relata breves instantes de confidencias y desamor, de asombro por lo extraordinario y lo vulgar, noches de mala conciencia, aniversarios con preguntas y peleas, y un viaje para descubrir las contradicciones de las que estamos hechos.
Lo que hay detrás de esos dos tipos que vimos conversar y tomar café una madrugada en un bar de carretera. La historia que no conocemos de esos músicos de orquesta pachanguera que vienen a tocar todos los años a las fiestas del pueblo y les vemos marcharse en una vieja furgoneta. Lo que hay detrás del recuerdo de aquel verano en el que una prima nos hizo descubrir el amor durante un apagón y que un año después volvió con un bolso nuevo. Un bolso donde ya no guardaba envoltorios de caramelos sino gafas de sol, pinturas de uñas, un paquete de tabaco y fotos de chicos. Lo que hay detrás de ese hombre que se cuela en los banquetes y por el que llegamos a sentir admiración por su audacia y lástima cuando es descubierto. Y lo que significa una boda con categoría. De la historia que se esconde detrás de esa “Foto de familia”. Detrás de ese tipo detenido por la policía en la recepción de un hotel y de esa chica que vimos, aquella mañana, cruzar la calle con un enorme ramo de rosas. Detrás de una postal con el nombre equivocado que nos encontramos en nuestro buzón y de aquel día en el que una mujer tuvo que elegir entre la estabilidad sin pasión y la felicidad sin futuro.
Ignacio Martínez de Pisón, “Aeropuerto de Funchal”. Editorial Seix Barral, Barcelona 2009.
“Aeropuerto de Funchal” es la forma en la que Ignacio ha querido celebrar ese número redondo –de los que no le gustan a Vila-Matas- de los 25 años escribiendo relatos, pero que también celebra su condición de novelista; pues ese mismo año, en diciembre de 1985, y en la misma editorial, publicó su primera novela: “La ternura del dragón”, con la que había ganado el Premio Casino de Mieres de novela corta en 1984. Y fue precisamente el haber ganado aquel premio lo que le decidió, aquella tarde de otoño, a dejar en la editorial de Jorge Herralde la copia con el manuscrito de sus cuentos.
“Aeropuerto de Funchal” tiene además el valor de ofrecernos cuatro relatos que se habían publicado en libros colectivos o revistas pero que nunca hasta ahora se habían reunido en un volumen, y, sobre todo, contener una “Nota del autor” en la que Ignacio nos declara que esta antología está inspirada en la humildad y no en la vanidad, que es un modo de reconocer errores y fracasos en viejos cuentos en los que ya no se reconoce, y que con esta antología que recoge ocho relatos elegidos por él quiere hablar del escritor que soy, y no del que fui... De ahí que haya desaparecido esa tendencia a la fantasía y al suspense –siguiendo a Poe- de mis relatos más antiguos, para acabar prefiriendo la pincelada sutil de Chéjov.
Y para mí, quitando dos de los cuentos antiguos: “Siempre hay un perro al acecho” que pierde su fuerza dramática y credibilidad cuando el cuerpo de la hija adopta la misma postura del perro atropellado, y “El filo de unos ojos” en el que la realidad se diluye en el exceso y que hubiera merecido un final de apostasía o asesinato; el innegable valor de los otros seis relatos está en que forman parte de esa literatura que le gusta a Ignacio y con la que se identifica en el presente, la que acierta a crear personajes de verdad, criaturas de carne y hueso, que nos presenta escenarios, situaciones y personas creíbles. Que el mérito de Ignacio está en contarnos, mostrarnos lo que hay detrás, en la trastienda de lo cotidiano. El Ignacio novelista que relata breves instantes de confidencias y desamor, de asombro por lo extraordinario y lo vulgar, noches de mala conciencia, aniversarios con preguntas y peleas, y un viaje para descubrir las contradicciones de las que estamos hechos.
Lo que hay detrás de esos dos tipos que vimos conversar y tomar café una madrugada en un bar de carretera. La historia que no conocemos de esos músicos de orquesta pachanguera que vienen a tocar todos los años a las fiestas del pueblo y les vemos marcharse en una vieja furgoneta. Lo que hay detrás del recuerdo de aquel verano en el que una prima nos hizo descubrir el amor durante un apagón y que un año después volvió con un bolso nuevo. Un bolso donde ya no guardaba envoltorios de caramelos sino gafas de sol, pinturas de uñas, un paquete de tabaco y fotos de chicos. Lo que hay detrás de ese hombre que se cuela en los banquetes y por el que llegamos a sentir admiración por su audacia y lástima cuando es descubierto. Y lo que significa una boda con categoría. De la historia que se esconde detrás de esa “Foto de familia”. Detrás de ese tipo detenido por la policía en la recepción de un hotel y de esa chica que vimos, aquella mañana, cruzar la calle con un enorme ramo de rosas. Detrás de una postal con el nombre equivocado que nos encontramos en nuestro buzón y de aquel día en el que una mujer tuvo que elegir entre la estabilidad sin pasión y la felicidad sin futuro.
Ignacio Martínez de Pisón, “Aeropuerto de Funchal”. Editorial Seix Barral, Barcelona 2009.
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