martes, 19 de mayo de 2009

Con el viento de proa

Corregí mil veces lo escrito. Mil veces, durante días, intentando hablar de tus poemas nacidos por sorpresa, enfrentándome a tu lúcida desesperanza, a las palabras incómodas, a tus rimas y pensamientos, a mi propia incapacidad, a mi doloroso reflejo.

Mil veces rendido, derrotado, ante ese “Del silencio helado de mis tripas”, mil veces Efímeros/como lienzos descosidos/puestos a las órdenes del viento con las batallas/ perdidas de antemano, que tan sólo alargan la agonía. Y mil noches sintiéndome como tú, “Despertar a la vida” con aliento encendido/ y acero oxidado, y quejumbrosa/ mirada al verbo del espejo.

Mil veces, noches, días, “Horas, minutos y segundos” para reconocer el sabor de la insignificancia de la inexistencia, un pánico al silencio/ de las persianas bajadas, y volver a despertar una nueva mañana/ y todo empieza de nuevo.
Noches, horas, días, perdido en la imagen de la luz inmaculada de una mañana descalza/que escarba en las baldosas.

Para descubrir en tu palabra “Calabrez”, un pueblo de Asturias donde el tiempo se muestra desnudo/y te enseña a vivir. Donde un hombre de tierra adentro se siente fascinado por “El Mar espumoso”, indomable/ salvaje/ agitador de voluntades. Para imaginar el lugar donde vivir el amor “Como un oscuro beso en la noche” Mis manos llenas de tu cuerpo/ladronas de inocencia/conquistadoras de nuevos mundos/aún sin nombre. Un amor para escribir “Poesías descarriadas” y querer despertar en otra vida/a tu lado. Lloro para sentirme vivo/y canto llamando a la muerte/para no estar solo. Grito tu nombre/fabrico futuros en los que paseamos de la mano. Y un presente en el que Ya no hay balas, ni heridas/ tan sólo un cuaderno garabateado/y los recuerdos llenando los bolsillos.

Mil veces para querer despertar alegre entre cristales/ de sueños rotos y miedos de ceniza, y protegerme de la vanidad, para así tener risas/ versos/ y mares. Mil horas para reconocerme ignorante de músicas y nombres que tú conoces y admiras, de pasados y guerras, y mil veces para rendirme al dolor de la muerte y a los “Recuerdos de sangre, rencores y despedidas”, unirme a la elegía del amigo adolescente, unirme a ti contra los hombres como “Sombras rapaces” y para, como tú, correr contracorriente/ a ciegas sin rumbo y sin sentido/buscando el horizonte que siempre se escapa/jugar a no ganar buscando mi lugar, ese horizonte de cuero, ajado y ojeroso, donde la realidad se marchita y se asemeja a la bruma, un despertar de silencios, volviendo el viento de proa.

Mil veces en tu desánimo, en ese “Demasiado tarde para la poesía” Sonrisa gris de lunes que nos arrastran. Viejos ignorados, palabras silenciadas, libros sin leer. Cárcel sin rejas. Mil veces con ese yo tuyo y “Todos los nombres que tengo” Tengo la fe en la imaginación/una mirada que muerde/la lengua buscando veneno/los sueños llenos de piedra/lectura hecha oración/el verbo fácil que escuece/mi error siguiendo en sus trece.
Y mil veces para repetir ese “Nada más para existir” No necesito nada más/para existir/tan sólo yo/un absurdo, una necedad, una rutina gastada. Tan sólo tú/un fiel reflejo de todo lo que anhelo/un grito al cielo/una inmensa jauría de sensaciones abriendo mi cuerpo.

Mil veces para corregir lo escrito, para llegar a tu “Fin” y tu pregunta: ¿Qué se esconde tras el cristal/diluido/en el papel?, para leerte decir que es la mentira/ máscara/ soledad/ oscuro laberinto al que llamamos vida/ Grita si quieres/Busca, si puedes/terminaré llorando/como la nieve en primavera.

Pero mil veces para volver atrás y quedarme “En el mismo lugar donde las sombras pernoctan” en ese Perder el tiempo/en este papel o sobre cualquier/pentagrama inexistente. Volver a empezar/ como si nada hubiese pasado,/ como si los sueños aún existiesen,/como si las sombras no fuesen/ sino lugares donde no llega la luz,/como si los juegos fuesen la vida/ y la vida valiese la pena.

Daniel Sancet Cueto. “Celesto de Calabrez, soy yo”. Edita Impresiones Quiméricas, Alagón (Zaragoza) 2009.

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