miércoles, 19 de noviembre de 2008

Písame, seré feliz bajo tus tacones


¿Podrían en una zapatería regalar un libro por la compra de un par de zapatos? Podrían si el libro fuera “Piel de lagarta” de Angélica Morales.
Podrían si fuera por comprar unos zapatos mágicos con los que un niño pudiera dejar atrás su cautiverio y volar desnudo por la ciudad arrojando bombas cómicas. Si fuera por comprar unas sandalias beige para una bailarina tuerta; o unos zapatos de caramelo para un hombre con pies de humo blanco. Si fuera por comprar unos mocasines color canela para un hombre que morirá doce horas antes del fin del mundo; o por comprar unos zapatos naranjas de tacto delicioso que hacen el pie más pequeño, como de bailarina turca, y que son ideales para ir a un velatorio. O por comprar unos zapatitos de gamuza azul para un ángel que anda en tratos con el demonio.
Podrían regalarlo si fuera por comprar cualquier modelo que sirviera para ponerle nombre a un piropo o un insulto. Si fueran unos botines blancos de caballero o unos zapatos de tacón con los que realizar un sacrificio.
Angélica nos deja en evidencia ante nosotros mismos. Derriba los diques, las barreras y las puertas cerradas. Muestra nuestros pensamientos sin trampas ni engaños; nuestros actos, en crudo, completos, sin cortes ni trucos. Angélica levanta las alfombras, y mira lo que se esconde bajo nuestras camas. Y después, con una fascinante prosa poética y unas metáforas perfectas, cuenta nuestros secretos y nuestros delirios sin ahorrarse una coma ni un puntapié.
Encuentro cierta afinidad con la literatura creativa de Óscar Sipán. Pero Angélica no copia, ella ha creado su propio territorio. Hay obsesiones deliciosas, imágenes que se repiten entre toda clase de zapatos: mujeres barbudas, hombres con sombreros de copa, un sofá de escay, pastelitos, y trajes de rayas y rombos.
Entre todos mi preferido es “Ni gota”. Y es que cada uno tenemos nuestras debilidades y una de las mías es la de los espectáculos feriantes. Me gustaría por una noche ser ese maestro de ceremonias y, vestido con una chaqueta de lentejuelas, presentar a todos esos fabulosos artistas: sirenas barbudas, chimpancés exquisitos que toman te a las cinco en punto, siamesas unidas por los tobillos que desean emprender caminos diferentes, golondrinas que jamás regresan, chinos que desmenuzan cuentos, guapos que matan, feos que enamoran y verdugos que decapitan penas por un módico precio.
El cuento “Un viaje por tus zapatos” resulta extremadamente inquietante, porque a su protagonista le pasa lo que alguna vez he imaginado: llegar por equivocación a la consulta de un psiquiatra especializado en esquizofrenia. ¿Quién se resiste a una historia con ese inicio? Mi subconsciente me llevó hasta “Alicia en el país de las maravillas”, pero Angélica ha convertido esas aventuras subterráneas en viajes por ascensores y escaleras de un edifico de 55 plantas en donde podremos conocer el piso de la dejadez, el del caos, el de los conflictos y el de las dudas, que está justo entre el piso 45 y el 44. Por sus pasillos veremos desfilar a personajes absurdos y mágicos: madres magas y barbudas, un hombre que se llama Plácido Malo, señoras obesas que comen pastelitos, Santa Rita, una familia circense, Teodoro Sí No y su mujer Lorito Loreto.
En esta “Piel de lagarta” la muerte viste gabán azul y calza unos botines blancos y puntiagudos, como de gato callejero. Si un hombre vestido así se sienta a tu lado, encontrarás esa misma tarde tu propia esquela en el periódico.
El único relato en el que no aparecen unos zapatos es el de un sueño en el desierto cabalgando a lomos de un camello, porque los camellos, ya se sabe, es el único animal que no usa zapatos.
Angélica destruye nuestra virilidad en un solo poema en prosa. King Kong era en realidad el muñeco de una mujer con sandalias de tacón fino. Incluso en los supermercados hace poesía con la lista de la compra y la voz de la megafonía anunciando las ofertas del día. La música la ponen las monedas de la caja registradora y el argumento un pisotón sin querer.
Hay crítica social, fetichismo, teatro falso y el monólogo de un hombre tramposo y cobarde. Hay una comedia en verso de un solo acto, un presumido derrotado y una deslenguada tímida y hambrienta. Un requiebro, un regate, un gol en propia meta, un pellizco y una sonrisa maliciosa.
Los penitentes de una procesión caminan descalzos y un hombre sigue a una mujer de peineta y mantilla, medias de cristal y zapatos puntiagudos perversamente femeninos. A veces sería mejor no descubrir el rostro de la ilusión, ni el tono de su voz, ni su lenguaje ordinario. La ilusión resulta más hermosa caminando de espaldas, muda, y sin rostro.
En “Piel de lagarta” está la música de un poema en prosa con la que bailan las mujeres sin suerte, los hombres cobardes y los salvajes; y el destino, que se merece un escupitajo por donde pisa.
He dejado el libro tan sobado, tan repleto de alucinadas anotaciones que me tendré que comprar otro y regalarle este a mi psiquiatra. Le escribiré esta dedicatoria verídica: písame, seré feliz bajo los tacones de tus zapatos.
“Piel de lagarta” Angélica Morales. Libros Certeza. Zaragoza, 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo de mi prima debe ser de traca ... lo pongo a mi lista de lecturas. Por cierto, tengo que hacerte una pregunta de una sospecha que tengo, para ver si coincides conmigo o es que alucino mas que Yola Berrocal en una biblioteca...