No tengo ni idea de teorías literarias. No podría adscribir la narrativa de Manuel Vilas a ningún movimiento, grupo o estilo, decir que lo suyo es pop-art literario, vanguardia surrealista o novela del subconsciente. Ni falta que hace.
Manuel es el único capaz de advertirnos de lo peligroso y destructivo que es saber lo que piensan los demás de nosotros. Sabe que la muerte es una escapatoria para no tener que seguir fingiendo y que si en el futuro existe la posibilidad de resucitar a los muertos no se les ocurra contar con él. Manuel es el único que sabe que dentro de nosotros viven al menos dos tipos a la vez; tal vez más.
Manuel es el único capaz de viajar a la fotosfera del sol, y de recordar y olvidar al mismo tiempo. Vivir una doble vida. Soñar con robarle la maleta a Max Brod cuando se quedó dormido en el tren al escapar de Praga; tocar la cama de hierro donde durmió Kafka y acariciar el pelo peinado con laca de Nino Bravo. El único en comer sardinas con espinas y de vivir en un mundo deshabitado y sufrir un insomnio feliz.
De hablar del loco, el majareta, de los heridos, los que tiemblan o dudan y de la rara voluntad de darse muerte de Víctor Mira. De tener un amigo como Sergio Gaspar que ha creado un arca para salvar a los escritores que se ahogan en este interminable naufragio.
Al terminar de leer “España” pensé en todos los sinónimos de loco y en las canciones de amor que salvan a un hombre del suicidio. Pensé en alucinógenos, en el delirio y el dolor, en la velocidad, en que los números son infinitos y en la mala suerte de vivir sin saber para qué. Pensé en todos esos días, esas noches enteras de borrachera y euforia, en ese ayer que ha quedado en nada. En ese miedo a vivir, a escribir un poema, en la juventud ciega y cobarde.
Le doy las gracias por consolarnos a los fracasados, a los muertos que se creen vivos, a todos los que somos inútiles para vivir esta vida de palabras y sentimientos prefabricados. Le doy las gracias por hablarnos de Luciano Gracia, poeta atormentado en vida y recompensado después de su muerte. Quiero creer que es verdad lo que cuenta. Quiero creer en ese maravilloso sueño aunque suceda en un lugar que no existe.
Pensé en esos poetas vagabundos que recorren los bares de nuestra ciudad con sus poemas escritos que regalan a cambio de una moneda. Del asco que la mayoría de la gente siente por ellos –vagos les llaman- y de cómo se marchan con las manos vacías pero con una sonrisa en la cara y justo antes de salir se paran en la puerta del bar y se tiran un sonoro pedo. Pensé en esos locos poetas, delirantes, de extraños versos y hermosas palabras. Del temblor ahogado que nos produce su extraña felicidad.
Pensé en los sobres sorpresa de la tómbola, paradeta ambulante de la suerte. En las tarjetas de rasca y gana de los supermercados y en ese mensaje que se repite siempre: Sigue jugando.
Pensé en cómo nos apartábamos de los excéntricos y nos reíamos de los feos. Y ahora siento vergüenza. Pensé en lo ridículo que parecería hablándole a Manuel de experiencias vitales, viajes, lecturas y enseñándole mi álbum de fotos.
Quizás se apiadaría de mí y me hablaría de ese hermoso esplendor en la hierba que él conoce y de su historia de la literatura española contemporánea, de todos los cursis que se creen geniales y de los no-cursis que mueren duramente y no creen en la resurrección.
A todo el mundo no tiene porqué gustarle la literatura de Manuel Vilas. Leyendo a Manuel imagino a un hombre salir en pelotas a la calle y pasearse tranquilamente por los Porches de Galicia un domingo al mediodía, y le veo encogerse de hombros ante el asombro y el escándalo de la gente.
Voy a proponerles algo: ¿se imaginan poder escribir lo que les apetezca? ¿Escribir con total libertad y encontrar un editor que se lo publique? Parece fácil, pero no lo es. No se trata sólo de poner lo que te de la gana. Hay algo más. Y si no, hagan la prueba. Yo ya lo he hecho. Mientras Manuel es capaz de escribir “España” yo de lo único que soy capaz es de estar en mi casa con el culo pajarero y escribir folio y cuarto. Así es la vida.
Manuel es el único capaz de advertirnos de lo peligroso y destructivo que es saber lo que piensan los demás de nosotros. Sabe que la muerte es una escapatoria para no tener que seguir fingiendo y que si en el futuro existe la posibilidad de resucitar a los muertos no se les ocurra contar con él. Manuel es el único que sabe que dentro de nosotros viven al menos dos tipos a la vez; tal vez más.
Manuel es el único capaz de viajar a la fotosfera del sol, y de recordar y olvidar al mismo tiempo. Vivir una doble vida. Soñar con robarle la maleta a Max Brod cuando se quedó dormido en el tren al escapar de Praga; tocar la cama de hierro donde durmió Kafka y acariciar el pelo peinado con laca de Nino Bravo. El único en comer sardinas con espinas y de vivir en un mundo deshabitado y sufrir un insomnio feliz.
De hablar del loco, el majareta, de los heridos, los que tiemblan o dudan y de la rara voluntad de darse muerte de Víctor Mira. De tener un amigo como Sergio Gaspar que ha creado un arca para salvar a los escritores que se ahogan en este interminable naufragio.
Al terminar de leer “España” pensé en todos los sinónimos de loco y en las canciones de amor que salvan a un hombre del suicidio. Pensé en alucinógenos, en el delirio y el dolor, en la velocidad, en que los números son infinitos y en la mala suerte de vivir sin saber para qué. Pensé en todos esos días, esas noches enteras de borrachera y euforia, en ese ayer que ha quedado en nada. En ese miedo a vivir, a escribir un poema, en la juventud ciega y cobarde.
Le doy las gracias por consolarnos a los fracasados, a los muertos que se creen vivos, a todos los que somos inútiles para vivir esta vida de palabras y sentimientos prefabricados. Le doy las gracias por hablarnos de Luciano Gracia, poeta atormentado en vida y recompensado después de su muerte. Quiero creer que es verdad lo que cuenta. Quiero creer en ese maravilloso sueño aunque suceda en un lugar que no existe.
Pensé en esos poetas vagabundos que recorren los bares de nuestra ciudad con sus poemas escritos que regalan a cambio de una moneda. Del asco que la mayoría de la gente siente por ellos –vagos les llaman- y de cómo se marchan con las manos vacías pero con una sonrisa en la cara y justo antes de salir se paran en la puerta del bar y se tiran un sonoro pedo. Pensé en esos locos poetas, delirantes, de extraños versos y hermosas palabras. Del temblor ahogado que nos produce su extraña felicidad.
Pensé en los sobres sorpresa de la tómbola, paradeta ambulante de la suerte. En las tarjetas de rasca y gana de los supermercados y en ese mensaje que se repite siempre: Sigue jugando.
Pensé en cómo nos apartábamos de los excéntricos y nos reíamos de los feos. Y ahora siento vergüenza. Pensé en lo ridículo que parecería hablándole a Manuel de experiencias vitales, viajes, lecturas y enseñándole mi álbum de fotos.
Quizás se apiadaría de mí y me hablaría de ese hermoso esplendor en la hierba que él conoce y de su historia de la literatura española contemporánea, de todos los cursis que se creen geniales y de los no-cursis que mueren duramente y no creen en la resurrección.
A todo el mundo no tiene porqué gustarle la literatura de Manuel Vilas. Leyendo a Manuel imagino a un hombre salir en pelotas a la calle y pasearse tranquilamente por los Porches de Galicia un domingo al mediodía, y le veo encogerse de hombros ante el asombro y el escándalo de la gente.
Voy a proponerles algo: ¿se imaginan poder escribir lo que les apetezca? ¿Escribir con total libertad y encontrar un editor que se lo publique? Parece fácil, pero no lo es. No se trata sólo de poner lo que te de la gana. Hay algo más. Y si no, hagan la prueba. Yo ya lo he hecho. Mientras Manuel es capaz de escribir “España” yo de lo único que soy capaz es de estar en mi casa con el culo pajarero y escribir folio y cuarto. Así es la vida.
Manuel Vilas. “España” DVD Ediciones. Barcelona 2008
2 comentarios:
Extrordinario texto sobre "España y sobre su autor Manuel Vilas. Te felicito, Luis.
Besos
Creo que pocas veces se puede decir más y mejor. Un texto tocado de poesía y amor sobre un libro que es, en el fondo, amor... Un abrazo
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