viernes, 1 de agosto de 2008

El décimo primer mandamiento


El décimo primer mandamiento dice: La perfección no existe.
Y yo creo firmemente en él. En realidad, es el único en el que creo.
I.- Resulta duro comenzar la noche enfrentándose a ese viejo sueño de ser un hombre objeto, un juguete por el que se pelean dos mujeres de belleza perfecta. Dormir (y algo más) los tres en la misma cama. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser irresistiblemente guapo, tener mucha pasta y un dormitorio lleno de espejos?
Pero la perfección aparente de la belleza humana puede esconder un alma oscura, egoísta, carnívora y depredadora. Y me temo que eso es más real que cualquier fantasía.
II.- La felicidad puede tener el cuerpo de una mariposa de tela y el tacto de una gata de angora disecada. El amor puede llamar a nuestra casa como un vendedor a domicilio. Es gordo, calvo y bajito, pero, ¿eso qué importa?, nadie es perfecto. A él tampoco le importa que ella tenga una pierna ortopédica. La felicidad consiste en tener a alguien a quien preparar un pastel de manzana. Los besos saben mejor con la luz apagada.
Lo único que tienes que hacer es ignorar a ese vecino envidioso que te espía y quiere destruir tu felicidad.
III.- Siempre hay otro mejor que nosotros. Siempre hay un campo magnético más atrayente. Pero eso no lo sabemos hasta que la mujer que amamos se larga con otro. Y nosotros seguimos soñando con ella.
¿Puede una mujer convertirse en un culo? ¿Puede un hombre llorar viendo la fotografía de un culo, echarlo de menos, vivir obsesionado con él, con un culo más perfecto que la más perfecta de las manzanas? ¿Puede un culo ser un milagro, una creación?
Un día la casualidad nos lo devuelve. Pero el maldito décimo primer mandamiento hará que nuestro recuerdo más perfecto se transforme en un trozo de carne amoratada. Que nuestra manzana se haya convertido en un pescado.
IV.- Dicen que no hay nada más grande que el amor de un abuelo a su nieto. Pero ese amor, aunque parezca increíble, puede ser una tortura.
¿Qué pensarías si tu abuela, esa mujer que todos imaginan bondadosa, es en realidad tu carcelera? Juega a las muñecas contigo, te disfraza y te cambia el nombre. Te convierte en su hija muerta. Es horrible, ¿verdad?
Y qué pensarías si resulta que cuando creces y ya no sirves para su propósito te desprecia y dejas de existir para ella. El recuerdo de tu abuela se convierte en un armario vacío, unas bolitas de alcanfor y una casa de muñecas que no era tuya. ¿Hay mayor horror que un niño que teme a los veranos?
V.- Un día consigues alquilar el apartamento perfecto. Esa cosa ridícula y cursi que llamas la casa de tus sueños. Y lo más importante: tiene piscina.
Pero como todo el mundo sabe, una casa de segunda mano guarda los defectos de su anterior inquilino. Te encuentras su ropa en los armarios y el buzón se llena con su correo. Una tarde alguien llega a la puerta y te llama por su nombre, te pones su bañador y bajas a la piscina, aunque sepas que fue allí donde la encontraron muerta, flotando boca abajo.
¿Quién es ese hombre? ¿Por qué bajas sonriendo?
VI.- Hay algo que produce terror en la sonrisa de esa madre. Y en la forma de mirar a la novia. Si yo fuera ella saldría corriendo. Pero la muy idiota está enamorada. Hay algo que da miedo en la perfección de esa mesa decorada con lilas, en esa madre que se queja de que los cuchillos cortan poco y en ese hermano autista que escribe notas pidiéndole que se marche de allí.
Pero lo peor llega al final, cuando la madre le ofrece un té con cerezas, sonríe y pronuncia las palabras malditas: Enhorabuena, es perfecta.
VII.- Un satélite se acerca a la tierra y la destruirá al chocar con ella. Es el fin del mundo, y yo conozco a alguien que puede contarte cómo es.
Lo que pasa es que el satélite es la mujer de tu amante, y el fin del mundo, el de la buena vida, es cuando él no se queda contigo.
Es sencillo. El amor dura lo que dura una ausencia. La mujer de nuestro amante se va de viaje y a partir de ese momento comienza la cuenta atrás. El reloj se pone a cero y queda una semana de vida. Cuando ella vuelva todo habrá terminado. La muerte llegará en domingo. Como casi siempre.
VIII.- Recordar duele porque hay momentos en los que cantábamos Satisfaction de los Rolling al mirarnos en el espejo. Que poseíamos todas esas cosas que hacen a un hombre feliz: un cochazo, un trabajo con prestigio social y una tía buena comiéndonos la oreja. ¡Oh, sí!, nos tocaba el premio de las máquinas sin echar moneda, tan sólo con el brillo de nuestra sonrisa.
Pero un buen día todo se jode. Estrellas el coche, tu novia se pira con un poeta borracho y en un reconocimiento te dicen que te quedan seis meses de vida. Y entonces el diablo te compra el alma a precio de saldo y te concede el primer deseo que te dicta la envidia: cambiar tu acta de defunción por las turgencias de una modelo.
Pues eso, que a pesar del cambio, hoy tampoco será tu día de suerte.
IX.- La locura es la representación perfecta de la soledad. Pero ya Óscar Sipán nos enseñó que dentro de esa locura, al menos un día al año, son posibles los besos bajo la pólvora del cielo.
Y es que el amor es una locura por la que se es capaz de fingir. Acompañar a la mujer amada hasta un lugar en donde pasearemos por falsos jardines y la lluvia nunca mojará nuestro rostro.
Todo por tocar sus manos y verla sonreír algunas veces. Es mucho peor estar muerto que loco.
X.- La perfección no existe, lo sé. Pero lo más parecido que he encontrado escrito es la historia de un perro llamado Vania.
Una casa con papel floreado en las paredes, una azotea al sol y un teléfono en el que se oía el mar. Ser así feliz, tontamente. Compartiéndolo todo con un novio que huele a chocolate.
Y de repente todo cambia. Otro trabajo, otra casa, otra mujer. Y ese novio empieza a salir por las noches y miente por primera y última vez. Y un día se va. Y el perro se muere. Y todo desaparece.
Y el décimo primer mandamiento se cumple.
Patricia Esteban Erlés. Manderley en venta. Tropo Editores. Zaragoza 2008.

2 comentarios:

Administrador dijo...

muchas muchas gracias, Luis, por la reseña y el mimo que le has puesto. Un fuerte abrazo, Patro.

Ladynere dijo...

Me parece que me voy a pasar a menudo por aquí. Un blog exclusivo de literatura aragonesa y buenas lecturas, como el libro de Patricia.
;)
Unsaludo!