En un primer momento había pensado inventar mi propia historia usando como percutor esta "Guía de hoteles inventados".
Se me ocurrieron varias ideas, como hacer una falsa guía turística de tres ciudades concéntricas basándome en el cuaderno de viaje de Ludovic Sindone. Los hoteles donde alojarse y los lugares que visitar siguiendo los pasos de ese hombre inventado. Pero luego recordé que Ludovic tenía una pistola y que sabía golpear con la habilidad de una grulla. Y tuve miedo de provocar su ira. O que quizás ahora, viejo y débil, si descubría mi falsa guía contratara a los abogados más despiadados de Croatan para que presentaran contra mi una demanda por plagio en la que solicitaran se me realizara una lobotomía sin anestesia.
Incluso pensé en escribir la historia de un libro encontrado por casualidad en una librería de viejo de Blonembun por el que un hombre misterioso me ofrecía una suma fabulosa que me permitiera una jubilación anticipada (el sueño de todo perdedor) algo que tuviera que ver con un sobre amarillo en una caja de caudales y un informe con nombre italiano. Pero recordé que Ludovic era un ex agente de los servicios secretos y que mantendría, a pesar de su vejez, contactos y recordaría números de teléfono que empiezan por 555, por lo que a lo mejor vendrían a visitarme unos tipos con el pelo untado en gomina que me machacarían con un martillo, uno a uno, los dedos de mi mano derecha.
Así que desistí de la historia y pensé en que todas las mañanas me levanto pensando en el druida Panorámix y su poción mágica. Que me gustaría que tuviera una página web donde poder realizar pedidos contra reembolso de su famosa poción y cada mañana beberme una monodosis de su bebedizo que me hiciera afrontar mi jornada laboral alegre y eufórico. Vivir sin cansancio, sin depresiones, muriendo de día y viviendo de noche. Pero se lo advierto a los incautos, no busquéis la página del Druida porque no existe. Su poción mágica es un camelo, como los crecepelos de los charlatanes.
Ante semejante decepción probé con terapias alternativas: complejos vitamínicos, viales bebibles de jalea real, ginseng en cápsulas, sobredosis de cafeína… cualquier cosa que me permitiera mantenerme despierto y leer unas horas en lugar de quedarme dormido frente al televisor. Estuve tentado con probar medicinas ilegales recordando aquellas historias que se contaban en la facultad de anfetaminas y noches de víspera sin dormir, pero desistí porque tuve miedo al bajón y, sobre todo, a las terroríficas terapias de grupo.
Pero por una vez he tenido suerte. Y hablo en serio. Porque buscaba algo para beber y resulta que la respuesta estaba escrita. Que esa pócima mágica se hallaba en las páginas de un libro y que el druida vive y tiene nombre y apellidos. He visto incluso su fotografía en el Diario. He tenido la suerte de encontrarme con un artefacto explosivo hecho de palabras, imaginación, creatividad y talento que estimula, incita, despierta la vida, desafía al sueño, el miedo y la muerte. Analgésico, antídoto, estimulante y antidepresivo en un solo producto.
Algunos encuentran el estilo de Óscar surrealista y desmesurado. Yo lo encuentro imaginativo y provocador. No hay que hacerles caso a los envidiosos, mientras su alma viaja en un vagón de tercera, Óscar inventa hoteles magníficos que resisten a los terremotos y las termitas.
Me gustan sus misterios inexplicados, como la caja de Belle de jour, ese informe Malatesta o esos telegramas que hacen huir por la puerta de servicio.
Me gustan sus personajes fantásticos: los lanzadores de cuchillos y los falsificadores de firmas.
Me gusta que reconozca a sus amigos y los coloque en sus historias: Carlos Castán, Amador de los Santos y O.S. escritor e ilustrador de tratados demoníacos. Que recuerde a Ramón Acín y su boleto de lotería premiado.
Me gustan los hoteles decimonónicos, recargados de lujo, mármoles y tapices, chimeneas, mascarones de barcos y arañas de cristal y muebles con nombres en francés. Hoteles con habitaciones donde se celebran sesiones de espiritismo y con servicio de disfraces y salas de lectura y del cronófono.
Me gustan las ciudades con puentes y jardines botánicos. Las ciudades con refugios para guarecerse de la lluvia y bulevares en los que el viento vuela los sombreros. Me gustan los hombres que viajan con pasaporte falso, los pelícanos de piedra, los limpiabotas que cuentan fabulosas historias, los ataúdes que vuelan y los duelos al amanecer. Los amores que vuelven, los labios de carmín, los restaurantes donde beber absenta etiquetada y las despedidas sin falsas esperanzas.
Me gustan los artefactos explosivos hechos de papel, los detonantes, la pólvora y la nitroglicerina, los bebedizos milagrosos, los hechiceros, los trileros, la fantasía, el abracadabra y los curanderos. Las capillas paganas, los exvotos hechos de corazones averiados y los museos de celebridades.
Su imaginación resucita a los muertos y hace que dejemos de ser almas de purgatorio mientras viajamos entre sus páginas.
No, esta vez no escribiré ningún plagio, ni el mal cuento de un cleptómano ciego. Esta vez tiraré con fuerza de la anilla y sujetaré la granada entre mis manos. La explosión me devolverá a la vida.
Guía de hoteles inventados. Textos de Óscar Sipán. Ilustraciones de Óscar Sanmartín. IX Edición de los Premios de Cuentos Ilustrados. Diputación de Badajoz. 2006.
Se me ocurrieron varias ideas, como hacer una falsa guía turística de tres ciudades concéntricas basándome en el cuaderno de viaje de Ludovic Sindone. Los hoteles donde alojarse y los lugares que visitar siguiendo los pasos de ese hombre inventado. Pero luego recordé que Ludovic tenía una pistola y que sabía golpear con la habilidad de una grulla. Y tuve miedo de provocar su ira. O que quizás ahora, viejo y débil, si descubría mi falsa guía contratara a los abogados más despiadados de Croatan para que presentaran contra mi una demanda por plagio en la que solicitaran se me realizara una lobotomía sin anestesia.
Incluso pensé en escribir la historia de un libro encontrado por casualidad en una librería de viejo de Blonembun por el que un hombre misterioso me ofrecía una suma fabulosa que me permitiera una jubilación anticipada (el sueño de todo perdedor) algo que tuviera que ver con un sobre amarillo en una caja de caudales y un informe con nombre italiano. Pero recordé que Ludovic era un ex agente de los servicios secretos y que mantendría, a pesar de su vejez, contactos y recordaría números de teléfono que empiezan por 555, por lo que a lo mejor vendrían a visitarme unos tipos con el pelo untado en gomina que me machacarían con un martillo, uno a uno, los dedos de mi mano derecha.
Así que desistí de la historia y pensé en que todas las mañanas me levanto pensando en el druida Panorámix y su poción mágica. Que me gustaría que tuviera una página web donde poder realizar pedidos contra reembolso de su famosa poción y cada mañana beberme una monodosis de su bebedizo que me hiciera afrontar mi jornada laboral alegre y eufórico. Vivir sin cansancio, sin depresiones, muriendo de día y viviendo de noche. Pero se lo advierto a los incautos, no busquéis la página del Druida porque no existe. Su poción mágica es un camelo, como los crecepelos de los charlatanes.
Ante semejante decepción probé con terapias alternativas: complejos vitamínicos, viales bebibles de jalea real, ginseng en cápsulas, sobredosis de cafeína… cualquier cosa que me permitiera mantenerme despierto y leer unas horas en lugar de quedarme dormido frente al televisor. Estuve tentado con probar medicinas ilegales recordando aquellas historias que se contaban en la facultad de anfetaminas y noches de víspera sin dormir, pero desistí porque tuve miedo al bajón y, sobre todo, a las terroríficas terapias de grupo.
Pero por una vez he tenido suerte. Y hablo en serio. Porque buscaba algo para beber y resulta que la respuesta estaba escrita. Que esa pócima mágica se hallaba en las páginas de un libro y que el druida vive y tiene nombre y apellidos. He visto incluso su fotografía en el Diario. He tenido la suerte de encontrarme con un artefacto explosivo hecho de palabras, imaginación, creatividad y talento que estimula, incita, despierta la vida, desafía al sueño, el miedo y la muerte. Analgésico, antídoto, estimulante y antidepresivo en un solo producto.
Algunos encuentran el estilo de Óscar surrealista y desmesurado. Yo lo encuentro imaginativo y provocador. No hay que hacerles caso a los envidiosos, mientras su alma viaja en un vagón de tercera, Óscar inventa hoteles magníficos que resisten a los terremotos y las termitas.
Me gustan sus misterios inexplicados, como la caja de Belle de jour, ese informe Malatesta o esos telegramas que hacen huir por la puerta de servicio.
Me gustan sus personajes fantásticos: los lanzadores de cuchillos y los falsificadores de firmas.
Me gusta que reconozca a sus amigos y los coloque en sus historias: Carlos Castán, Amador de los Santos y O.S. escritor e ilustrador de tratados demoníacos. Que recuerde a Ramón Acín y su boleto de lotería premiado.
Me gustan los hoteles decimonónicos, recargados de lujo, mármoles y tapices, chimeneas, mascarones de barcos y arañas de cristal y muebles con nombres en francés. Hoteles con habitaciones donde se celebran sesiones de espiritismo y con servicio de disfraces y salas de lectura y del cronófono.
Me gustan las ciudades con puentes y jardines botánicos. Las ciudades con refugios para guarecerse de la lluvia y bulevares en los que el viento vuela los sombreros. Me gustan los hombres que viajan con pasaporte falso, los pelícanos de piedra, los limpiabotas que cuentan fabulosas historias, los ataúdes que vuelan y los duelos al amanecer. Los amores que vuelven, los labios de carmín, los restaurantes donde beber absenta etiquetada y las despedidas sin falsas esperanzas.
Me gustan los artefactos explosivos hechos de papel, los detonantes, la pólvora y la nitroglicerina, los bebedizos milagrosos, los hechiceros, los trileros, la fantasía, el abracadabra y los curanderos. Las capillas paganas, los exvotos hechos de corazones averiados y los museos de celebridades.
Su imaginación resucita a los muertos y hace que dejemos de ser almas de purgatorio mientras viajamos entre sus páginas.
No, esta vez no escribiré ningún plagio, ni el mal cuento de un cleptómano ciego. Esta vez tiraré con fuerza de la anilla y sujetaré la granada entre mis manos. La explosión me devolverá a la vida.
Guía de hoteles inventados. Textos de Óscar Sipán. Ilustraciones de Óscar Sanmartín. IX Edición de los Premios de Cuentos Ilustrados. Diputación de Badajoz. 2006.
2 comentarios:
Óscar Sipán es un hombre inventado, unas manos de magia, un chatarrero de ideas, una cabeza llenísima de corazón y un corazón inmenso y articulado, que bombea 120 adjetivos por segundo. Tiene taquicardias de imaginación, se alimenta de belleza y escritura, de los viajes de sus neuronas y de los galgos con nombre de ajedrez. Óscar Sipán es, más que una persona increíble y un escritor fascinante, sobre todo, un regalo.
"Guía de hoteles inventados"
Simplemente el título me parece genial, absolutamente genial...
Publicar un comentario